Don Orione.
Cada santo tiene su propia identidad y su
específico itinerario espiritual, fruto del don de Dios y también como
fuente de ejemplaridad para los fieles. Sus elecciones y sus
comportamientos nos sirven como enseñanza y edificación. Pero es
interesante también observar las diferencias y ponerlas en evidencia en
sus respectivos recorridos. Ellos manifiestan convergencias en las
inspiraciones que la "Gracia" suscita y que las condiciones
espacio-temporales sugieren, pero evidencian juntas la peculiaridad de
las misiones de cada uno. Por eso nos parece muy interesante el artículo
que presentamos para poner en evidencia las distintas personalidades de
la Madre Michel y Don Orione. En ello podemos observar por un lado el
sentido de colaboración y de respeto recíproco, e incluso la confluencia
de su finalidad profunda para la gloria de Dios y para el servicio de
los hermanos, y por otro la diferenciada consciencia de las propias
presencias y fisonomías eclesiales.
Dios es admirable en sus santos, dice
el salmo 67, 36 (en la versión de la Vulgata) y a nosotros nos complace
notar que su Gloria resplandece en la variada fantasía y viva
originalidad con la que dota sus sorprendentes personalidades. En lo que
se parecen, y algunos de un modo singular, los santos no son nunca
idénticos, no se pueden 'fotocopiar', no existe la clonación en la
santidad. San Pablo aplica a este respecto, una comparación con los
astros, que parecen iguales, se asemejan, pero en realidad son únicos e
irrepetibles. Resplandecen como las estrellas del cielo, pero son
diversos "sicut stella díffert a stella in claritate", "cada estrella de hecho difiere sobre la otra en el esplendor"(1 Cor.15, 41).
Afinidades y cercanías son innegables y
existentes en algunos santos particularmente, y no es raro el caso de
profunda sintonía entre hombres y mujeres que, también en la santidad,
por así decir se han 'complementado'. No sólo porque grandes
hombres de la historia han tenido siempre al lado grandes mujeres, cuya
presencia y significativa acción era casi siempre escondida, sino sobre
todo porque la variedad de los dones y carismas, la fantasía sin par del
Espíritu Santo, ha ido poco a poco modelando en canales humanos de
hombres y mujeres generosamente abiertos a la acción de Dios, también a
través de su identidad masculina o femenina.
Notables teólogos tratan hoy de leer toda
la historia de la salvación a través de la categoría de la pareja,
partiendo del Génesis hasta el Apocalipsis. Es un intento que puede
inducir a caer en la tentación de pensar que también la santidad se
puede leer bajo este prisma, ciertamente con las debidas
puntualizaciones. No tanto para restringir el campo de la santidad de la
pareja conyugal, sino para ver una cierta vocación a complementarse,
también en las parejas de santos sacerdotes y religiosos, lógicamente
sin vínculos conyugales; para saber encontrar en ellos la estupenda
dimensión de los 'esponsales', de Cristo esposo y de la Iglesia, esposa y
madre. Es un discurso que encuentro por lo demás estimulante y lleno de
prometedora novedad, en cuyo surco puede leerse también este artículo.
Son bien conocidos los casos de Agustín y
Mónica, Francisco y Clara de Asís, Benito y Escolástica, Francisco de
Sales y Juana Francisca de Chantal, Don Bosco y María Domenica
Mazzarello, Luis y María Beltrame Quattrocchi, Luis Martín y María
Azeglia Guerin, Tancredi y Julia Falletti de Barolo, y tantos otros
casos, más o menos célebres, conocidos o totalmente ignorados. De esto
ya escribió y bien Don Ignacio Terzi, que fue Director General de la
Pequeña Obra de la Divina Providencia (cf I.Terzi, en "Madre Michel messaggio d'amore" Roma, n.24, 1989).
Sobre las relaciones mantenidas entre la
Madre Michel y Don Orione, puede leerse bastante recorriendo el filón ya
'escavado' por todos los biógrafos de los dos santos, sobre todo de la
Madre Michel, y particularmente después del Torriani, quienes escriben,
aunque sea el Lanzavecchia que Mons. Gemma (quien ofrece un panorama
objetivo y profundo sobre el argumento), y simplemente sacando algo de
los documentos relativos. Podría prepararse desde luego un buen volumen,
además de que ya solo el epistolario ofrece notables temas y abundante
material. El presente artículo sin embargo no pretende decir nada nuevo,
sobre todo para quien ya está metido en el argumento; pero puesto que
no todos nuestros lectores lo están, se me permitirá volver a contar
algunas cosas, sin querer ser exhaustivo, para después dejar hablar a
algún hecho o anécdota y, en fin, dejar reflexionar sobre el tema.
Madama Teresa Grillo Michel, como
la llamaba también Don Orione con ese término franco-piamontés,
característico todavía hoy en nuestro hablar, estaba comenzando apenas
su obra en Alejandría, mientras no lejos, en la misma provincia,
precisamente en Tortona, un joven clérigo, ni siquiera sacerdote,
recogía en torno a sí a muchachos pobres, pero deseosos de ser
sacerdotes, y así movía los primeros pasos de una partida que durará
toda su vida, y en la que pondrá en juego, siempre, la parte más hermosa
de su heroica fe cristiana: la caridad. El campeón era él: Luis Orione.
Era 1893 (cf.Torriani, M.T.Michel, p.215). La proximidad
geográfica, pero sobre todo una intensa sed de verdadero bien, el de la
salvación eterna de la gente, especialmente de los pobres, un amor sin
ningún freno por Cristo y su feliz novedad, les iba asociando en una
única empresa, aunque con familias espirituales que permanecerán bien
diferenciadas, tal vez a pesar de ellos - sobre todo en lo que a Madre
Michel se refiere- consistente en el vivir totalmente el 'mandatum novum' de Jesús: '... por esto reconocerán que son mis discípulos, si se aman los unos a los otros'.
Aunque, por desgracia, no conocemos el
dato de cuándo la Madre Michel y Don Orione se conocieron y encontraron
por primera vez, sabemos por una carta que en 1896 ya se conocían
bastante. Muy pronto Don Orione, cura de apenas un año (ordenado en
1895, la carta citada es de 1896, cfr. A. Gemma, La Madre, LEV
pag.98), habría tenido algún encargo, en nombre de los obispos de
Alejandría, Mons. Salvai primero y Mons. Capecchi después, para que
siguiese a la fundadora y a su naciente obra. Se inician así relaciones
espirituales sólidas entre estas dos grandes almas que durarán cincuenta
años y que fueron de ayuda recíproca, a través de un estilo de mutua
sinceridad, subiendo y bajando también por esos altibajos en los que se
sustenta la naturaleza humana, incluso cuando es también perfeccionada por la gracia.
En los inicios de su obra doña Teresa,
cuando la mayoría estaba acostumbrada a considerarla en la categoría de
la sociedad nobiliaria alejandrina de aquel tiempo, empezaba a
desconcertar a las personas de bien pensantes, no hablemos de los
parientes, que la veían dar todo lo que tenía a aquella turba de
harapientos y desheredados que nadie hubiera querido tener cerca y que
ella había metido ni más ni menos que en su propia casa y por los que,
por añadidura, debía hacerse mendicante, subiendo incluso las
escalinatas de aquellos palacios que la habían visto muchas veces
protagonista de la vida mundana.
Aún hoy parecen oírse los comentarios, los
más comprensivos, incluso sus mismos parientes que después, por
intereses, abrirán el contencioso: "¡Pobre Madama Teresa, se ha vuelto loca!".
Los parientes, con el clero y otros bien pensantes, lo tenían bien
estudiado, y pensando también en el bien de aquello que se había
convertido y llamado el Pequeño Refugio, querían recluir a Michel en clausura y poner a cargo de la Obra a alguien más fiable (o acaso sería mejor decir más manejable).
Se llegó incluso a proponer a Teresa la
incorporación de su institución al Cottolengo de Turín, Sor Inés de San
José, atenta y espontánea nos lo cuenta: "La Madre Michel ya había
entrado en relación con Don Orione, pero el periodo del que yo puedo dar
testimonio se refiere en torno a 1896. Los parientes de la Madre,
asustados por las deudas que ella había contraído para mantener a los
pobres hicieron presión al Obispo - por entonces Mons. Salvat - para que
esta casa, con sus pobres, fuese incorporada a la Pequeña Casa de la
Divina Providencia del Cottolengo de Turín, con sus deudas y créditos.
El obispo o los parientes habían escrito a Turín y vino el Padre
Superior con la Madre Anania para ver"... Todo parecía encaminado a un
acuerdo... Después de una primera reunión con los superiores del
Cottolengo, y mientras la Madre estaba para a punto de comunicar, eso sí
con desolación, que ya estaba todo establecido para ceder la obra al
Cottolengo, "...llegó improvisadamente un sacerdote que no conocíamos.
Este sacerdote - que después supimos por la Madre que era Don Orione -
le ofreció a ella una casa en Tortona, en la que abría podido llevar a
sus pobres, siempre que hubieran decidido hacerla cerrar la casa de
Alejandría. Cómo haya llegado aquí Don Orione, propiamente esa mañana y
en aquellas penosas consustancias, la misma Madre no lo sabía explicar
de no ser por una intervención de la Divina Providencia, a la que, desde
los inicios, había querido dedicar su obra. Cuando salió la Madre de la
audiencia con Don Orione, toda radiante de reconocimiento al Señor, nos
comunicó: 'Qué hermosa gracia nos ha hecho el Señor'.
De este modo fue Don Orione quien salvó la
situación. De hecho, cuando se vino a saber en los ambientes de la
Curia Alejandrina que se podía trasferir a Tortona la Institución de la
Madre Michel, que había sido Dama de Corte de la Reina Margarita, se
empezó a temer por la mala imagen en la que quedaría Alejandría. De este
modo la obra fue salvada y permaneció en Alejandría. Nuestros dos
Beatos piamonteses son de nuevo una prueba de que el instinto de los
santos, a veces, va más allá de las comprensiones humanas.
La Señora Madre quedó marcada de tal
manera que, aún después de 25 años, recordó el evento en una carta a Don
Orione: "Desde que hace tantos años, al inicio de la Obra, renuncié a
unirla a la del Cottolengo, por la que sentía una gran atracción, fue
propiamente porque el Señor me hizo encontrarme con usted, que me
pareció enviado por la Divina Providencia para llevar el timón de
nuestra pequeña navecilla, como Padre y Guía y que nos habría remolcado y
englobado en aquella que usted también había iniciado y que parecía que
debía ser una sola" (carta a Don Orione, 11-05-1924).
Todos los institutos religiosos tienen, en
sus orígenes, entre las luces carismáticas y discernimientos,
obligaciones distadas por las necesidades, claroscuros que no estamos en
condiciones de juzgar. La fundadora de las Pequeñas Hermanas de la
Divina Providencia estaba ciertamente inclinada hacia la unión con la
Obra de Don Orione, o lo estuvo al menos durante veinte años, como bien
lo demuestra Don Venturelli en el proceso de beatificación (cf. Summ.
res. addit. p.16 ss.).
No era un puro divagar, una especie de
largo y nunca realizado sueño. Era mucho más que eso. De hecho Don
Orione, no sólo en los primeros años, sino verdaderamente por decenios,
parecía considerar 'como suya' la obra de Alejandría, casi como la rama
femenina de una única Pequeña Obra. Las cosas después sucedieron de otra
forma. En realidad del corazón del Beato de Tortona nacerá otro
Instituto religioso femenino. Pero por lo que se lee en el denso y largo
epistolario, Don Orione parecía tener en su cuerda a la Madre Michel.
La Madre lo llamaba Director y también Cofundador y Padre, e incluso (en
una carta del 23-7-1900): "Le consideramos nuestro Padre General".
No terminaríamos nunca de hablar sobre la
colaboración entre nuestros dos beatos. En los inicios hacia los jóvenes
de Tortona, después por aquellos de la casa de las hermanas Fogliano,
que más tarde será la gran avanzadilla de la caridad orionista en Turín
en la Avenida Príncipe Oddone.
El apogeo parece llegar después del primer viaje a Brasil, como reconoce el orionista Don Terzi: "Debemos
reconocer con gran agradecimiento que hubo una intuición también en
clave providencial que fue propiamente la Madre Michel quien le abrió a
Don Orione los grandes horizontes brasileños y sudamericanos. (...) Esta
dimensión que tanto caracterizará después, de modo carismático, el
apostolado orionista, influenciando o al menos evidenciando el mismo
programa de fundación, constituye una deuda a favor de la Madre Michel" (don Terzi, loc. cit. p. 87).
Entre tantas relaciones personales y
epistolares, al menos de los que tenemos testimonio, quisiera sólo
resaltar aún uno, aquel de la vestición religiosa de un grupo de
hermanas, celebrada por Don Orione el 9 de abril de 1900 (cfr. DO II,
642 s.). Me gusta recordarla porque emociona probar e imaginar lo que
debió pasar por el corazón de ambos beatos fundadores, durante aquella
ceremonia. Me parece el icono de un connubio espiritual.
La camarera de la casa Grillo, la Nina; no
podía encontrar un minuto de paz ante aquella 'locura' de la que la
patrona daba evidentes signos. Y fue precisamente ella (como
simpáticamente comenta Mons. Gemma en su Biografía, pag. 303) a emitir
el primer decreto de canonización de Teresa, sin saberlo siquiera: "Se
necesita ser santo, exclamó un día, para estar detrás de toda esta
gente, para limpiarles, para darles de comer, con todas esas oraciones,
todo ese trabajo, toda esa penitencia".
Justo, había que ser santos. Y así lo
pensaba también Don Orione, quien confesó lo más hermoso sobre la Madre
Michel, y lo hizo a un sacerdote, Don Enrico Coda, párroco de
Rivanazzano, quien da testimonio de ello: "Cuando fui a predicar los
Ejercicios Espirituales a las hermanas de la Madre Michel, Don Orione me
dijo: 'La Superiora es una Santa' (DO II, 641).
No hay que olvidar nunca, cuando se habla
de santos, de aquello que el cardenal Van Thuan decía durante los
Ejercicios Espirituales predicados al Papa: "Un día estaba en
Melbourne, en Australia, predicando un retiro, y con gran admiración leí
sobre una pared esta frase llena de esperanza: 'NO HAY SANTO SIN PASADO, NO HAY PECADOR SIN FUTURO...'" (F. Van Thuan, Testimoni della speranza, Città Nuova, pag. 47).
Las divergencias y las diversas opiniones
nacían también, entre nuestros dos beatos, de orígenes e historias
completamente distintas. Don Orione era un hijo del pueblo, vivió en su
familia una pobreza extrema y como superior mostrará un temperamento
seguro, ardiente, con aquella proverbial tenacidad piamontesa, incluso
en las decisiones más controvertidas. Madre Teresa sin embargo era de
cuna aristocrática, de refinada educación, educada en la alta sociedad
proveniente de su estado conyugal; ante la toma de decisiones parece más
titubeante, y acaso también más moderada, con la paciente visión de
quien ha visto ya en la vida muchas cosas y a menudo graves; nunca
drástica y siempre maternal y paciente en las decisiones, comprensiva,
tendente a cerrar un ojo, a perdonar, a no hacer nunca un drama. Parece
ser suyo el dicho:"Más buenos que justos" que como un slogan nos dibuja
bien su ánimo misericordioso. Diferencias que nos llevan a la historia
de sus relaciones y que testimonian que, aún estando en comunión de
ideales, tuvieron personalidades distintas y caminos independientes y
autónomos.
Ciertamente que no se puede dejar de ver
el gemelaje entre estas dos figuras a resaltar dentro de la Iglesia
piamontesa y entre sus institutos, desde los orígenes.
Gusta pensar que el 'cura de las ollas
rotas', que llegará primero a la canonización, porque el 7 de julio
pasado ha sido aprobado ya el milagro necesario, no dejará de 'remolcar'
a la Beata Teresa Michel. Y a remolque de Don Orione, cuando sea
oficialmente santo, sentiremos aún más cercana también la 'santidad' de
la Señora Madre.
De algo podemos estar bien seguros, más
allá de todo: si aquí en la tierra se entendieron bien, ahora en el
Cielo están en sintonía perfecta.Fuente: Messaggi don Orione