Las profecías de Don Orione
Cuando en nuestra Patria Argentina la mente funcionalista
postmoderna, ejerce un monopolio exclusivo y un control siniestro sobre
nuestras vidas, por lo que no deja ver los hechos objetivos de la realidad, de
la grave crisis con arrasamiento de los valores permanentes que hacen a la
dignidad de la vida humana, como matrimonio homosexual, aborto, ideología de
género, exacerbación descontrolada de toda clase de aberraciones antinaturales,
ofensas perversas contra nuestra identidad nacional cristiana, la inseguridad
sin la debida justicia, entre otros ¡Esto bien puede llamarse: libertinaje, no
libertad!
La extrema pobreza, miserias y hambre de millones de
compatriotas, depresiones y muertes, grave desocupación y angustias, de
confrontaciones y divisiones. Esto bien puede llamarse: ¡los ricos dan la espalda
a los pobres! Cuando la alta corrupción se enseñorea en todos los estamentos de
la conducción nacional. Cuando la soberbia, la mentira y el engaño son moneda
corriente. Cuando hay traiciones y falacias. Cuando los poderosos son descubiertos
en sus actos punibles. Esto bien puede llamarse: ¡el escándalo de los encumbrados!
Cuando la proporción y sentido de justicia desaparecen,
porque el exceso de iniquidad ha enfriado en el corazón al amor y a la
solidaridad, entonces cualquier cosa es posible en esta realidad siniestra que
nos impone no obedecer ningún precepto moral, y quiere proyectarnos hacia una
divinidad abstracta y así nos sentimos exiliados y aislados en la red de esta
anticultura que lucha por destruir el Orden Natural y el Sobrenatural,
silenciando o negando la Máxima Ley: “Amar a Dios sobre todas las cosas y al
prójimo como a ti mismo”. Porque en el fondo, esta triste y grave crisis está
causada por el desamor que vivimos, y es un instante duro, fuerte y terminal. Y
percibimos que lo peor se acerca. Nuestra Patria Argentina padece y padecerá
gravemente.
Y viene a nuestra memoria las profecías de San Luis Juan
Orione sobre Argentina.
El Profeta Amós advertía en la Antigua Alianza: “Dios no
hace nada sin revelar sus planes a sus siervos, los profetas”.
Don Orione nació en un pueblito norteño de Italia Pontecurone
el 23 de junio de 1872. Sus padres fueron Victorio Orione y Carolina Feltri.
Desde niño demostró poseer dones muy especiales. Un día jugando con sus amiguitos,
arrancó una flor de forma de campanilla y empezó a sacudirla como si estuviera
en Misa. Y la flor tintineó. Su madre Carolina le inculcó las primeras nociones
del cristiano. Si bien era un niño inquieto, todos los días iba por los campos
hasta una capillita de la Virgen María, a quien le llevaba flores silvestres.
En toda su vida, Don Orione tuvo una relación muy especial,
singular, diría inocente con la Santísima Virgen María que la manifestaba
permanentemente y realizó múltiples obras por gracias recibidas de la Madre del
Cielo.
En marzo de 1903 funda la Congregación: Obra de la Divina
Providencia con la aprobación del Obispo de la ciudad de Tortona. Y comienza a
formar a sus hijos en la misión de ayudar y educar a los más pobres, desposeídos
y enfermos. La Casa Santa Clara en la que comenzó su Obra fue dedicada a
Nuestra Señora de la Divina Providencia. Don Orione tuvo el aprecio y apoyo de
San Pío X quien le encomendó tareas muy importantes. En 1913 ante el pedido del
Obispo Gomes y Pimenta envía los tres primeros orionitas a Brasil.
En 1921 viaja a Brasil a visitar a sus sacerdotes. En plena
tarea apostólica le llega una especial invitación de Monseñor Silvani de la
Nunciatura Apostólica en Buenos Aires de viajar a Argentina para satisfacer el
pedido del Obispo de La Plata, quien le ofrece a Don Orione varios lugares
para desarrollar su misión, aceptando la parroquia Nuestra Señora de la Guardia
en la localidad de Victoria, siendo así la primera casa de Don Orione en Argentina.
Fue hasta Mar del Plata donde en 1924 surgirá otra casa de
Don Orione: el Colegio y la parroquia de La Sagrada Familia. Vuelve a Italia en
julio de 1922 donde sigue expandiendo su obra hacia Tierra Santa, Polonia. En
Génova inaugura un Cottolengo. Acepta una obra en la isla Rodas para los huérfanos
del martirizado pueblo armenio. Recibe el cariño y los elogios del Papa Pío XI
por su ejemplar tarea apostólica. Los pequeños Cottolengos, son las obras que
inicia Don Orione con esta consigna: “La oración, sólo la oración es nuestra
fuerza. Y al que llame al Pequeño Cottolengo no se le preguntará si tiene nombre,
o una religión, sino si tiene un dolor”. Tomando el ejemplo de lo que hizo un
gran santo en Turín: San Luis Benito Cottolengo (1786-1842).
En 1934 inició su segundo viaje a Argentina para quedarse
varios años hasta 1937 y recorrer el interior del país y varios países de
América del Sur. El 24 de septiembre de 1934 en el buque Conte Grande partió
desde el puerto de Génova hacia Buenos Aires acompañado de sus sacerdotes PP:
Cerasani, Felici y Lorenzetti. Pero había otros ilustres pasajeros que iban al
Congreso Eucarístico Internacional a realizarse en Buenos Aires, entre ellos el
Cardenal Eugenio Pacelli como Legado Pontificio, luego el gran Papa Pío XII,
quien les decía sonriendo a quienes iban a besar su anillo episcopal: “Vayan a
besarle la mano a Don Orione, que es un santo”.
Tuvo una activa participación Don Orione y los suyos, en el
32 Congreso Eucarístico Internacional entre el 10 y 14 de octubre de 1934 en
Buenos Aires, donde participaron más de dos millones de fieles. En este magno
evento, Don Orione le manifestó al doctor Gonella, que Monseñor Copello que
estaba construyendo tantas iglesias, no moriría sin verlas quemadas. Luego del
Congreso Eucarístico decidió fundar el Pequeño Cottolengo argentino. El mismo
eligió el lugar, y el 28 de abril de 1935, con la presencia del Presidente Justo,
el Nuncio Apostólico, Obispos, Embajadores extranjeros, personalidades, bendice
la piedra fundamental en la localidad de Claypole. Obra espléndida que cuenta
hoy con veinte pabellones y cerca de mil enfermos, una hermosa y amplia Iglesia
en la que se guarda en un lugar especial el corazón incorrupto de Don Orione
desde el año 2000. Una verdadera ciudad de la Caridad.
Estando en una oportunidad en el Arzobispado de Buenos Aires
acompañado por Monseñor Maulión, llegaron a la curia un grupo de hermanas que
habían arribado desde Italia, solicitando hospitalidad, la que les fue negada,
a pesar del pedio a favor de ellas de Don Orione, quien mirando con aire
profético las paredes de la curia, exclamó: “Eh, le fiamme, le fiamme!
Bruceranno anche la curia”. "Eh, las llamas, las llamas! La curia también
será quemada ” Don Orione no dijo todo
lo profético de una sola vez y a un solo grupo de personas, sino que iba diciendo
aquí y allá, a uno y a otros, según sentía la inspiración divina. Por ejemplo,
el Padre José Smiriglio escribió que antes de viajar a Roma para terminar sus
estudios en 1936, le pidió a Don Orione vestir la sotana, quien le respondió:
“¡La sotana! y pensar que llegará un día en que los sacerdotes no querrán usar
la sotana”.
El mencionado Padre Smiriglio en una carta enviada el 16 de
junio de 1973 a una señora Virgilia Dolores Fernández, entre otras cosas, le
decía sobre las profecías de Don Orione, que: “Había leído los apuntes que tomó
el Padre Juan Carminati”, en un almuerzo en Carlos Pellegrini 1441, Capital
Federal el 10 de diciembre de 1935. Carminati que no era aún sacerdote, servía
la mesa, y a medida que escuchaba, iba tomando nota. Acompañando a Don Orione
estaban los sacerdotes José Zanocchi, José Dutto y el Padre Fantón de Mar del
Plata. Don Orione predijo cosas tan tremendas, y el Padre Fantón le decía:
“¿Ud. está seguro lo que dice? ¿no tiene fiebre?” Don Orione expresó que los
motivos de las calamidades predichas eran tres: 1. Esto no es libertad, sino
libertinaje. 2. Los ricos están de espaldas a los pobres. 3. El escándalo de
los encumbrados. Entre las calamidades que predijo figuran la quema de las
iglesias. Devastaciones de ciudades. Que la sangre llegaría al río en Buenos
Aires. Ríos de sangre en Córdoba. Que de la Basílica de Luján no quedaría
piedra sobre piedra y que Argentina caería en manos del comunismo”. Estos
anuncios proféticos Don Orione los supeditaba a una condición: “Si la Virgen
Santísima, de la cual los argentinos son muy devotos, no intercede”.
El Padre José Zanocchi da fe de lo siguiente que profetizó
Don Orione: “La salvación vendrá del centro de la República, y de tanta sangre
que lavará tanta culpa, nacerá una flor: Una Argentina cristiana y floreciente.
La paz y la felicidad renacerán para una gran fiesta de la Santísima Virgen
María. Un gran civil católico gobernará el país brillantemente, mientras un
Obispo excelso regirá los espíritus santamente. Habrá paz y prosperidad por
muchos años, pues el Señor se ha acordado de nuestro país desde aquella noche
memorable del Congreso Eucarístico Internacional de 1934”.
Don Orione le dijo al doctor Bourdieu que: “Los argentinos
son de buen corazón, pero presuntuosos, confiados de sí y flojos aún el clero.
Que Argentina se salvaría por su devoción a la Santísima Virgen María”.
Es bueno recordar que siempre repetía que tendríamos una
gran confusión, una gran confusión y también repetía que veía al Sagrado
Corazón de Jesús formar de la nada el ejército pacífico de la Caridad, que llenará
de amor los surcos del odio.
Monseñor Francisco Vicentín, Obispo de Corrientes, lo había
invitado a Don Orione a venir y visitar Itatí. El 26 de junio de 1937 llegó a
Corrientes y él lo cuenta así: “Llegué a Corrientes anoche. Monseñor Vicentín
me había mandado a buscar a Resistencia, me recibió con muchísima cordialidad y
quiso dar una cena en mi honor, con invitados y todo”. Don Orione y el Padre
Juan Lorenzetti que hacía de secretario, pasaron la noche en la sede del actual
Arzobispado de Corrientes. A las cinco de la mañana del día 27 de junio Monseñor
Vicentín estaba levantado para despedirse de ambos que siguieron viaje hasta
Itatí, donde permaneció dos días junto a su querida Virgen de Itatí y a sus
sacerdotes. Fue un encuentro de mucha alegría y emoción. Bien entrada la noche
del día 28 de junio tomó el vapor “Iguazú” que lo llevaría navegando por el Paraná
hasta Rosario, donde estuvo con los suyos y Monseñor Caggiano. En agosto de
1937 se despide de sus allegados y emprende el regreso. Una inmensa muchedumbre
lo despidió en el puerto, las autoridades y el Presidente de la Nación Agustín
P. Justo. Sus últimas palabras al despedirse fueron: “Vivo o muerto volveré a
mi segunda Patria, Argentina”. Falleció en San Remo el 12 de marzo 1940. Su
cuerpo se mantiene incorrupto en una urna de cristal en el Santuario de Tortona.
Fue beatificado el 26 de octubre de 1980 y canonizado el 16 de mayo del 2004
por San Juan Pablo II.
Que la fe y fortaleza de Don Orione nos contagien para dar
el buen combate con la oración diaria del Santo Rosario, que tantas naciones salvó,
refundando nuestra Patria con el Amor, la Verdad, la Justicia y la Paz. Fecha 29 abril 2019
http://diarioepoca.com/959994/las-profecias-de-don-orione/