"Somos Hijos de la Divina Providencia;
¡no desesperemos sino más bien confiemos mucho en ella!".
Qué valor genuino tienen estas palabras grandes y
proféticas. Para comprenderlo, conviene recorrer brevemente las etapas del
apostolado de Don Orione.
Se
puede hablar de etapas, de desarrollo. Desde el comienzo, su pensamiento
caritativo había estado abierto a todos los dolores, a todas las urgencias del
prójimo; sin embargo, durante los primeros treinta años (1894-1924), su
consigna había sido: "¡salvemos a los niños!". Sus numerosas y a
menudo heroicas empresas habían tenido como objetivo constante, la salvación de
los más pequeños. Arrancarlos del marasmo del mundo, formarlos en Cristo,
insertarlos en la "Ecclesia".
Es el
período "salesiano" del Fundador: la imagen aún viva de San Juan
Bosco alimentaba, guiaba su praxis del bien. Pero en el espíritu de amor de Don
Orione existía una tendencia irrefrenable a abrirse, a dilatarse: el torrente
tendía a ramificarse.
Sabemos
que otro de sus "ideales" era San José B. Cottolengo. Y bien, muy
pronto tuvo lugar esa praxis sorprendente: las casas orioninas, verdaderas
colmenas de juventud, no permanecieron cerradas para los viejos, los deformes
que se arrastraban por las calles golpeando de puerta en puerta. Llegaban
hambrientos a las puertas de Don Orione y eran recibidos, aunque fuera por una
noche o por pocas noches...
Vimos cómo en algunas casas se había formado
así un "depósito" de desechos humanos: depósito provisorio que era
preciso remover al alba o a los pocos días, pero mientras tanto, se producía
algo inverosímil: se reunían los dos extremos de la vida, la infancia bullente
de esperanzas y la vejez destrozada por los padecimientos.
Como
referimos, en 1924, el ideal copiado a San José B. "Cottolengo" se
abrió paso junto a la obra inspirada por Don Bosco, ya rica en Casas y
"casos", tan original, tan "orionina" en su dinámica íntima
y exterior. La Casa de Marassi, las primeras mujeres, los primeros hombres,
restos unos y otras de una humanidad demasiado apresurada como para tolerarlos.
Y este ideal tomado del Cottolengo se expandió revestido de ardor orionino,
traducido en términos nuevos de audacia casi fanática.
Hemos
seguido, paso a paso, conquista por conquista, los varios canales en los que
irrumpe el ímpetu caritativo de nuestro Padre, en Italia, más allá del océano;
pero resulta difícil seguir los pasos y las conquistas de un Fundador como Don
Orione. El tiempo transcurrió y nos da la impresión de que fue, desde el primer
momento hasta el último, un viento vivo sobre una corriente rápida: el río
corre, a velocidad creciente, desborda, forma riachos y corrientes nuevas.
El
amor se convierte en un delta.
|p2 En 1936 se producen dos hechos
completamente diferentes entre sí pero que inadvertidamente se vuelven
incomitantes. La visita apostólica del Abad Caronti hace necesaria una
precisión respecto a las finalidades de la Obra orionina; por lo tanto, el
Fundador se ve obligado a calificar y a delimitar; pero ¿qué se delimita, qué
se precisa, cuando el corazón está lleno hasta desbordar?
El
otro hecho, aparentemente lejanísimo y totalmente extraño: la revolución
española. En julio de 1936 la tragedia se desata. Pero no es ni lejana ni extraña
sino muy próxima al espíritu de la Argentina. España, la gran madre de naciones
lanzadas hacia un desarrollo rápido, está en llamas. Ningún corazón argentino
permanecerá frío frente a la sangre de la gloriosa patria histórica, patria de
las patrias...
Don
Orione recibió las primeras noticias con la profunda participación y la aguda
percepción que siempre lo caracterizaban. Su inteligencia se extiende cada vez
más en rayos adivinatorios.
El
25 de julio escribe: "... Nos llegan noticias muy dolorosas de España.
Pienso: ¿por qué el mundo está tan conmovido, infeliz, y se precipita en la
barbarie? Porque no vive en Dios, sino de egoísmo. Mirad; los nacidos en la
misma tierra, que hablan igual lengua... los que debieran ayudarse, consolarse,
se dividen, se odian, se masacran...".
Y
el 18 de setiembre: "Acá se vive un momento de temor; si las cosas van mal
en españa, algún movimiento comunista puede surgir también en Argentina, que
siente mucho lo de España y tiene fuertes grupos y algunas provincias (Córdoba)
en manos de los comunistas...".
Es
cierto que la revolución, con sus aspectos funestos, con sus interrogantes
bañados en sangre, vuelve más intenso el trabajo íntimo del Fundador.
Por
otra parte, está convencido de que es necesario prevenir a la multitud de la
revolución, sanando las llagas sociales con las que ella tiñe su bandera
escarlata.
¿Cuál
es, por lo tanto, su reacción ante la guerra fratricida de España? Un total
abandono en Dios, oraciones y sacrificios más ardientes y una acción caritativa
más amplia, completa y febril. Bajo la impresión de la terrible experiencia
española, siente más que nunca que el mundo está en peligro, que es urgente
ayudarlo a volverse cristiano. La "Pequeña Obra" se comprometerá en una
gama creciente de finalidades caritativas: no circunscribir, no especializar
demasiado, no limitar el amor; el mundo se cubre de tinieblas, encendamos miles
de llamas de amor, todas las posibles. En verdad, siempre pensó así, no hay
nada sustancialmente nuevo; pero lo que en un tiempo casi se le hubiera podido
reprochar por imprudente, ahora ya no. El mal se manifiesta tan titánico, que
una legítima audacia está justificada.
Cuando
le llega la exigencia del Visitador Apostólico de aclarar las constituciones
del Instituto, comenzando por lo concerniente al fin principal y el particular
de la "Pequeña
Obra", el Fundador responde con una larga lista de obras
que, a primera vista, parecería árida como la burocracia y utópica como el
sueño, pero que es, por el contrario, un difícil pero real poema de amor. Y a
quienes le dicen que es un poco extensa y variada la reseña de las obras
previstas, les responde: "Comprendo que esa lista de instituciones no
gustará; pero la hice para que se comprenda mejor el espíritu de la
Congregación, que es para los pobres y por lo tanto muy diferente a
otras..." (julio de 1936). Y agrega: "De la lista de obras debe
decirse: así es como la
redactó Don Orione, luego de años de oración".
|p3 Vale la pena leer íntegramente la humilde
enumeración:
"Buenos
Aires, miércoles 22 de julio de 1936
"Querido
Don Sterpi:
"¡Gracia
y paz de Nuestro Señor!
"Os
mando la última y definitiva redacción del Capítulo I de las Constituciones;
ésta anula cualquier otra precedente que haya enviado.
"1)
El nombre de la Congregación es "Pequeña Obra de la Divina Providencia,
o sea, Congregación de los Hijos de la Divina Providencia.
"La
Congregación fue colocada bajo la especial protección de María Santísima,
Inmaculada y Misericordiosísima madre de Dios y nuestra; de San Juan y de los
Beatos apóstoles Pedro y Pablo.
"2)
El fin principal y general de esta humilde Congregación es la santificación de
sus miembros, mediante la observancia de los tres votos simples de pobreza,
castidad y obediencia y de estas Constituciones.
"Luego
de por lo menos diez años de vida religiosa irreprensible se puede admitir un
cuarto voto de consagración al Papa, con especial obligación de servir en todo
y por todo al Pontífice Romano, de ofrecer la vida por los infieles y por el
regreso de los protestantes y de las Iglesias separadas a la unidad de la madre Iglesia.
"3)
El fin particular y especial consiste en propagar la doctrina y el amor a
Jesucristo y a la Iglesia, especialmente en el pueblo; atraer y atar con un
vínculo dulcísimo y estrechísimo de mente y corazón, a los hijos del pueblo y
las clases trabajadoras, a la Sede Apostólica, en la cual, de acuerdo a las
palabras de San Pedro Crisólogo, 'el Beato Pedro vive, preside y otorga la
verdad de la fe a quien se la pide' (Ep. ad Eut. n. 2) y eso mediante obras de
misericordia espiritual y corporal y las siguientes instituciones, destinadas
sea a la educación y formación católica de la juventud más humilde y
abandonada, sea a conducir las multitudes hacia Jesucristo y su Iglesia, por la
vía de la caridad: Oratorios festivos - patronatos - guarderías infantiles -
Institutos para externos - asociaciones pías - centros y círculos de acción
católica para niños, aspirantes, jóvenes, estudiantes y obreros - escuelas de
religión - escuelas y colegios para niños pobres - escuelas agrícolas -
profesionales - comerciales - industriales y de magisterio - obras de
prevención para los menores abandonados - reformatorios - institutos para los
hijos de reclusos - casas de redención social - secretariados - patronatos para
cárceles y hospitales - refugios para huérfanos y deficientes - Casas de la Divina Providencia
para menores de todo tipo y para rechazados de la sociedad - leprosarios y
lazaretos - casas de reposo para la vejez - cátedras ambulantes populares de
propaganda religiosa - prensa - bibliotecas populares - escuelas de
propagandistas - escuelas para la formación de publicistas católicos -
catecismos - prédicas - peregrinaciones - obras de prevención contra la
propaganda protestante - círculos militares - obras deportivas - escuelas
apostólicas - institutos misioneros - seminarios para proveer vocaciones a los
obispos y a sus diócesis - convictorios eclesiásticos - retiros sacerdotales -
casas de santificación para el clero... y aquellas obras de fe y caridad que,
según las necesidades de los países y de los tiempos, quisiera indicarme la Santa Sede, como más
aptos para renovar a la Sociedad en Jesucristo.
"Sólo
excepcionalmente se tolerará la aceptación de institutos de instrucción media,
clásica o técnica, cuando la juventud, a causa de escuelas laicas y
protestantes, corriese grave peligro y los Excelentísimos obispos no pudieran
cumplir con este objetivo de otra manera.
"4)
Esta humilde Congregación, basada en la infinita bondad y la ayuda de la Divina Providencia
es, esencialmente, para los pobres y para el pueblo".
|p4 Es ese delta del amor que se ramifica cada
vez más, tanto más cuando la vida de Don Orione se aproxima al fin.
Es
preciso subrayar esta multiplicidad de intervenciones en la sociedad por parte
de un Instituto que no tiene medios propios y que se encuentra enteramente
confiado a la Providencia: la amplitud de la enumeración responde a la variedad
de las urgencias y es su fruto.
Esto
nos revela un carácter importante: la Obra surge de las necesidades de la época
y responde a ellas; se trata de una ligazón muy estrecha que remarca su valor
providencial: "El Instituto abraza las obras de misericordia espiritual y
corporal destinadas, sea a la educación y formación católica de la juventud más
humilde y abandonada, sea a conducir a las multitudes hacia Jesús y hacia la
Iglesia por el camino de la verdad, y las obras de fe y de caridad que, según
las necesidades de los países y de los tiempos, quisiera indicarnos la Santa Sede, como más
aptos para renovar a la sociedad en Jesucristo".
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