Carta de Don Orione a los Docentes
Queridos Docentes, que nuestros alumnos
vean en nosotros intenso afán en pro de su verdadero bien, de un porvenir mejor
para ellos; vean que somos puntuales, y aprenderán a serlo; que vean en
nosotros diligencia, amabilidad, mucha educación, seriedad – nada de
liviandades – actividad solícita, junto con dulzura; eficacia, trabajo; que
vean que estudiamos, y estudiarán.
¡Si ven que Ustedes, son religiosos y
piadosos, cuánto aprenderán a serlos ellos!
¡Si el profesor no se hace esperar, da
ejemplo de precisa diligencia a sus alumnos! ¡Si ven que prepara las clases,
que siempre está preparado, ellos, a su vez, no perderán tiempo!
¿Quién es el que construye, crea, la
escuela?
¡El Maestro! ¿quién forma a los alumnos?
¡El ejemplo del maestro! ¿de quién dependen los resultados de la escuela? En
gran medida del maestro. Los jóvenes se fijan más en el ejemplo del profesor,
que en sus palabras: es siempre cierto aquello de “las palabras influyen, pero
los ejemplos arrastran”
Aprovechar toda ocasión para que la
instrucción esté al servicio de la educación y perfeccionamiento moral, para
formar al joven en una sólida conciencia católica, educando y reforzando lo
mejor del hombre, la voluntad, sede de la virtud.
¡No les encomiendo las máquinas; les
encomiendo las almas de los niños y jóvenes, su formación moral, católica e
intelectual. Cultiven su espíritu y su mente, eduquen su corazón!
Les costará trabajo, fracasos y
sufrimientos, pero vuelvan sus ojos a Cristo y reflexionen que trabajan para Él
y con Él, y por la Iglesia; y de Dios recibirán la recompensa. Por otra parte,
la misma sabiduría de los hombres enseñan que los más hondos sufrimientos
redundan en las alegrías interiores más nobles; pues así como sin agua no
reverdece la tierra, del mismo modo, un alma sin lágrimas no florece a los ojos
de Dios.
Don Orione
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