viernes, 31 de agosto de 2018

EL EMPUJE ECUMÉNICO DE DON ORIONE

Don Orione y su “empuje” ecuménico

 por padreteo
Autor: Don Flavio Peloso, Hermana María del Pilar
Relación presentada en el Encuentro Internacional “La cultura del encuentro a 50 años del Concilio”, Roma, 20 – 21 de enero de 2015.
EL EMPUJE ECUMÉNICO DE DON ORIONE
Ecumenismo He escrito la expresión “empuje ecuménico” para definir y presentar el ecumenismo de Don Orione por dos razones.
Primero: esta expresión está puesta en el artículo 8 de las actuales Constituciones de los Hijos de la Divina Providencia: “Es algo propio de nuestro Instituto el compromiso de rezar, trabajar y sacrificarnos para restablecer, en la Iglesia, la unidad despedazada y favorecer con cualquier medio aquel empuje ecuménico que el Espíritu ha suscitado en su Iglesia”.
Segundo: la expresión es muy adecuada para definir la actitud y la acción de Don Orione, visto desde su actuación concreta e histórica, en referencia a su compromiso ecuménico. Fue un impulso sincero, serio, un ímpetu del alma que lleva al movimiento, que ilumina con una mirada amplia hacia el futuro. De hecho, ese empuje ecuménico llevó a algunos pasos precisos y significativos, aunque sólo apuntados, señalados, dejados como tarea y como algo a recorrer por sus discípulos.
Ecumenismo” y “actitud ecuménica
En sentido propio, eclesial, significa en nuestro tiempo la percepción y consciencia de la división de los cristianos y la indivisible actitud de compromiso por la unidad, para responder a la voluntad y a la oración de Cristo “ut unum sint” (Jn 17).

La Iglesia de Cristo siempre tuvo la experiencia de tensiones y divisiones en su interior, desde la comunidad de Corinto hasta nuestros días. Parecía (y parece) casi una condición ineludible a la que acostumbrarse. Fue en los inicios del siglo XX cuando en la Iglesia se tomó conciencia de esta situación de división y maduró la actitud de búsqueda y promoción de la unidad de los cristianos. Para expresar este “movimiento de consciencia y de iniciativas” se buscó una palabra “no confesional”, adaptada para todos, y se eligió la palabra antigua y gloriosa de ekumène (“tierra habitada”, Mt. 24,14), ecumenismo.[1]
En la Iglesia Católica el término “ecumenismo” se volvió popular sólo con el Concilio Vaticano II. En los tiempos de Don Orione, no existía ni la palabra ni tampoco – salvo algunos signos pioneros – iniciativas ecuménicas. Y sin embargo, Don Orione, más allá de tener la “conciencia de la división”, entre los cristianos, experimentó el deseo activo por la unidad de los cristianos en la iglesia. Tal deseo activo de unidad aparece ya en documentos de 1899 y en las primeras Constituciones de 1904 y se expresó en varias iniciativas concretas. El “empuje ecuménico” revela en Don Orione “un verdadero espíritu ecuménico”[2] porque estaba abierto a los vastos horizontes del “Instaurare omnia in Christo“.[3]
Del estudio biográfico y de los documentos de archivo parece que podemos destacar dos períodos en la vida de Don Orione durante los que se intensifican los testimonios de su interés ecuménico.
El primero va de 1898 a 1904: es la época de la primera formulación carismática. Sorprendentemente, la finalidad ecuménica aparece con continuidad y precisión en todos los textos jurídicos y carismáticos.
El segundo va de 1930 a 1940: son los años de las nuevas aperturas hacia el Oriente, en el mundo anglosajón y de la permanencia del fundador en América Latina, donde el problema del encuentro con los pueblos, culturas y religiones era mucho más vivo.
EL COMPROMISO ECUMÉNICO EN LA FASE DE INSPIRACIÓN CARISMÁTICA
Don Orione, al concluirse el siglo XIX, sin llegar aún a los treinta años y ya con varias instituciones abiertas, se dedicó a dar dirección espiritual al grupo de los primeros secuaces y un mínimo de proyecto para su nueva fundación. Debió dedicarse a crear un documento jurídico de presentación del Instituto en vista de su aprobación.
Apuntes ecuménicos en los esbozos de las Constituciones
La primera referencia ecuménica documentada resulta ser del 2 de octubre de 1898. En un artículo escrito por Don Orione para el boletín La Obra de la Divina Providencia, titulado Una estimada visita, presentando allí los motivos inspiradores de la rama de los Eremitas (que se estaba constituyendo), pone entre los objetivos de su sacrificio y oración el implorar y apresurar “la unión de los pobres hermanos separados”.[4]
En la segunda pro-memoria sobre la Compañía del Papa (fechada el 13.11.1900)[5] encontramos expresiones que ya muestran los objetivos ecuménicos presentes en la inspiración del fundador. “Es propio de nuestro Instituto colaborar en su pequeñez a la acción de la Divina Providencia a conducir a las almas y a las instituciones humanas a tomar puesto en la Santa Iglesia, a regirse y a santificarse según la doctrina y la caridad de Jesucristo Crucificado, (…) y en los países no católicos, predican­do el Santo Evangelio a todos los hombres, según el mandato de Jesucristo a los apóstoles: Et dicit eis: Euntes praedica­te Evangelium omni creaturae (San Marcos 16,15),  y así mismo de modo particularísimo consagrando, con el estudio y el sacrificio de caridad, para conseguir la unión de las Iglesias separadas“.[6]
El núcleo carismático-inspirativo está por lo demás bien delineado y comprende la perspectiva ecuménica. Será retomado y formulado mejor en el texto preparado para la I asamblea de los Hijos de la Divina Providencia, realizada en el ámbito de los Ejercicios Espirituales de septiembre de 1901.[7]
Podemos preguntarnos: ¿De dónde le vino a Don Orione la idea de expresar esta finalidad de la unión de las Iglesias separadas, tan exigente y tan fuera de su ámbito local-tortonés en una incipiente congregación con un estilo tan popular?
Conviene recordar que la expresión “unión de las iglesias separadas” está tomada del lenguaje de la Iglesia Católica en el tiempo de Don Orione. Los primeros intentos de diálogo y búsqueda de unidad de las Iglesias Orientales tuvieron lugar bajo el impulso de León XIII y se referían sólo a las “Iglesias separadas del Oriente”. En el frente de las comunidades protestantes, sin embargo, había aún una actitud de desunión, de defensa, de cerrazón completa.
Además es de resaltar cómo el compromiso ecuménico (“obtener la unión de las iglesias separadas”) se presenta como un específico radio intermedio entre la acción pastoral intra-eclesial (“conducir las almas y las instituciones humanas a tomar su puesto en la Santa Iglesia”) y su horizonte misionero último (“ir por todo el mundo y predicar el Evangelio a toda creatura”). De hecho, las expresiones conclusivas del segundo fragmento se alargan a la acción misionera “ad gentes”. Pero es la misma respectiva de unidad. Y el mismo dinamismo del “ut fiat unum ovile et unus pastor” y del “Instaurare omnia in Christo”.[8]
Por tanto, parece que podemos deducir que la dimensión ecuménica, florecida por una génesis interna del mismo carisma de la unidad eclesial, y que se ha de favorecer mediante la caridad, lo hemos de reconocer como el núcleo germinal de toda la espiritualidad y el apostolado de Don Orione. El fin misionero, el ecuménico, el de la unidad interna de la Iglesia forman parte de la única y unitaria visión carismática de Don Orione.        
Recordemos que también el movimiento ecuménico de un modo más genérico fue advertido y tuvo su primer empuje propio en los ambientes misioneros, donde se unía la exigencia de la unidad de la Iglesia a la perspectiva de su propia misión. La Conferencia universal de las sociedades misioneras protestantes de Edimburgo (1910) lo ha asumido justamente en la historia del movimiento ecuménico y le dio un valor emblemático, lo tiene casi como su nacimiento, porque fue entonces cuando se expuso por primera vez el problema de la unidad de los cristianos en relación a la evangelización y a la misión de la Iglesia.[9]
El “altísimo consejo” de León XIII
Don Orione, durante la fase importante y delicada de la primera formulación del carisma en vistas al discernimiento de la Autoridad Eclesial, vivió un acontecimiento al que atribuyó un particular relieve. Le fue concedida una memorable audiencia con el Papa León XIII, el 10 de enero de 1902.
Don Orione mismo cuenta el hecho a su obispo, Mons. Bandi, escribiéndole desde roma justo después de la audiencia.
“Para estar tranquilo le he dicho todo aquello que sentía referente al fin y a ciertas dudas que me tienen en vilo sobre ciertos puntos de las Reglas, y Él lo oyó todo, me dijo aquello que el Señor quiere que se haga, que le dirá a Su Excelencia de viva voz; le presenté la Regla que Él bendijo. Oída la voluntad del Santo Padre y felicísimo y consoladísimo por no haberme equivocado en los criterios constitutivos de la Regla, presenté la Regla;[10] la bendijo, la tocó, me puso más de una vez la mano sobre la cabeza, golpeándola, confortándome; me dijo tantas cosas; también de poner en las Reglas de trabajar por la unión de las Iglesias de Oriente: y este, me dijo, es un altísimo consejo mío”.[11]
Don Orione atribuyó a las palabras de León XIII el valor de una “confirmación papal” de las particulares directrices ecuménicas de su carisma. La intención de trabajar para “obtener la unión de las Iglesias separadas”, ya puesto en los esbozos de los artículos de la regla del 13 de noviembre de 1900 y de agosto-septiembre de 1901, era propiamente una de las “dudas” que tenían en vilo a Don Orione y de las que quiere hablar durante la audiencia. “Para estar tranquilo le he dicho todo aquello que sentía referente al fin y a ciertas dudas que me tenían en vilo sobre ciertos puntos de las Reglas…”.[12]
En el Decreto Episcopal de aprobación del Instituto, firmado por Mons. Bandi un año después de la famosa audiencia, está escrito que el objetivo de la unión de las Iglesias fue “expuesto a Su Santidad León XIII, fue ampliamente alabado, con el más benévolo complacer por parte del mismo Sumo Pontífice, y confortado por su apostólica bendición”.[13]
Queda el hecho de que Don Orione ya nunca más olvidará este “altísimo consejo” y lo considerará como una específica voluntad de Dios para la vida de la Pequeña Obra.
Impresiona ver la insistencia con la que vuelve el tema de la unión de las Iglesias separadas en todos los documentos de formulación carismática, desde los primeros de 1900/1904 a los últimos de 1936.
En una carta dirigida al Padre Semeria al poco tiempo de la famosa audiencia de león XIII, Don Orione pide consejo para explicitar en las Reglas el tema de la unión de la Iglesias separadas: “Cuando he estado con el Santo Padre, me ha dicho que trabaje para la unión de las Iglesias separadas. ¿Cómo se puede entrar? ¿Piense usted en ello, oh querido padre, y hágalo todo. Esta obra de la unión de la Iglesias separadas, me parece siempre una tarea no sólo de caridad, sino también de reparación por parte nuestra…”.[14]
I “Los sumos principios de la Obra de la Divina Providencia”
A los “borradores de Regla”, a los que nos hemos referido arriba, se unen los “Sumos principios de la Obra de la Divina Providencia”, presentados a Mons. Igino Bandi el 11.2.1903, definidos como “vere Costituzioni summatim”.[15]
En cuanto se refiere al tema de la unidad, leemos: “Por voluntad expresa del Santo Padre además, es propio de este Instituto colaborar, en su pequeñez, a la Obra de la Divina Providencia en la fatiga y en el sacrificarse en quitar la confusión de los tabernáculos, y a hacer volver a la completa dependencia y unidad con el Beato Pedro a las iglesias separadas; de modo que por la unidad con el Beato Pedro, que es el Romano Pontífice, y por la actuación de sus voluntades – aquello que para todos y para varios estados va con el nombre de programa papal ‑ llegue a todas partes y a todos la caridad suavísima del Corazón SS. de Jesús, y por ella las gentes y las naciones establezcan un justo orden sobre la tierra, y vivan y prosperen en Nuestro Señor Jesucristo Crucificado: “Instaurare omnia in Christo”.[16]
Es de notar nuevamente que la búsqueda de la unidad está unida a la misión de la Iglesia: “de modo que, por la unión con el Beato Pedro… llegue a todos y en odas partes la caridad suavísima del Corazón SS. de Jesús, y por ella las gentes y las naciones establezcan un justo orden sobre la tierra, y vivan y prosperen en Nuestro Señor Jesucristo Crucificado: Instaurare omnia in Christo”. La unidad está en vista de la misión. Es una urgencia propia de la Iglesia en vista de la afirmación del Reino de Dios.
Sobre la base de este texto constitucional que contiene “los sumos principios de la Obra de la Divina Providencia”, llega el Decreto de aprobación de la Congregación, fechado en Tortona el 21 de marzo de 1903.[17]
Los mismos conceptos y directivas de acción entran con mejoras en cuanto a la precisión de lenguaje en las primeras Constituciones de 1904 (manuscritas) y en las de 1912 (editadas).
En el Capítulo I de las Constituciones de 1936, el compromiso ecuménico está presentado como un “reclamo a la primitiva unidad de la Iglesia a los hermanos separados”.[18]
DE LAS PALABRAS A LOS HECHOS
En Bussana, un proyecto de colaboración ecuménica
En junio de 1902, Don Orione recibe una carta de Don Francisco Lombardi, párroco de Bussana (Savona), que le pone a disposición el santuario del S. Corazón con el edificio anexo para hacer una obra de bien. El joven fundador está aún bajo la viva impresión de la audiencia de León XIII y acaricia la idea de fundar una institución a favor del Oriente Cristiano, “la Casa de las Misiones para la unidad de la iglesias del Oriente”.[19]
Esta obra parece interesarlo particularmente e imagina ya la preparación y el envío, en un cercano futuro a sus hijos y piensa en un apostolado ecuménico hecho de caridad, de amor incansable a la Iglesia y de encuentro fraterno.
Escribiendo probablemente a Don Alvigini explica cómo “Hasta ahora por algunas Iglesias no se ha hecho nada, y su moverse hacia nosotros tal vez está más en la cabeza de los periodistas, es más aparente que real. Habrá que ir a ellos con una gran caridad y bien forrados de ciencia, pero ciencia caritativa, no será con la autoridad con la que hagamos nada. He pensado escribir al Párroco de Bussana, que me dé su iglesia y de poner allá, delante del mar y a los pies del S. Corazón, la casa para la unión de la Iglesias”.[20]
Es de notar que Don Orione, incluso asumiendo el ecumenismo del retorno, propio de la Iglesia de su tiempo, aporta dos importantes actitudes nuevas: aquel de la reparación (Esta obra de la unión de las iglesias separadas, me parece siempre obra no sólo de caridad, sino también de reparación por parte nuestra) y la de ir hacia las Iglesias separadas (“Hasta ahora para aquellas Iglesias no se ha hecho nada… Habrá que ir a ellas…).
El ecumenismo del retorno signó la primera estación del ecumenismo de la Iglesia Católica. En realidad, como ya observaba hace sesenta años el Card. Yves Congar, la misma Iglesia Católica no podía limitarse a una simple espera de una vuelta de tantos hermanos separados, porque también ella está falta de una perfección ética en sus miembros, por lo que, aún poseyendo la verdad y la comunión en sus elementos esenciales, tenía que buscar el bien de la unidad a través de su propia conversión y vuelta al proyecto de Dios. 
La “visita eucarística” para la unión de las Iglesias
Fue tan sentida y central esta pasión por la unión de las Iglesias, que Don Orione quiso que un signo cotidiano la expresase en la vida de la Congregación. Estableció un momento de oración por esta causa santa.
Propiamente en este tiempo, 1902-1903, compuso el texto para la tradicional breve visita-adoración eucarística en la mitad del día “¡establecida por el mismo Jesucristo para la unidad de las iglesias separadas (aludía a Jn 17) y aprobada por la Santa Iglesia para unir a sus hijos en torno a Su Elegido y hacerles vivir en santidad!”.[21]
Don Orione retomó la famosa fórmula de la “Comunión Espiritual” de San Alfonso y la enriqueció con los elementos eclesial-ecuménicos tan queridos por él. El texto adjunto resultaba así.
“Eterno Padre, yo os ofrezco la Sangre preciosísima de Jesucristo en reparación de mis pecados y por las necesidades del la Santa Iglesia.
– A los Beatos Apóstoles Pedro y Pablo por Nuestro Santo Padre el Papa y la unión de las Iglesias separadas: Pater Ave e Gloria.
– Tu es Petrus, et super hanc petram aedificabo Ecclesiam meam.”[22]
Ecumenismo “interno”: la relación con los modernistas
El volumen “Don Orione negli anni del modernismo” reconstruye las relaciones del fundador con algunos exponentes del mundo católico que estaban a un paso de la separación o que incluso habían sido ya excomulgados.[23]
La red de relaciones con modernistas y otros hombres de Iglesia ‘en dificultad’, fue una acción de diálogo y de promoción de unidad bien concreta y sorprendente:  Buonaiuti, Genocchi, Murri, Ghignoni, Gallarati Scotti, Alfieri, Semeria, Brizio Casciola, y otros más.[24]
Tomás Gallarati Scotti, nos cuenta: “Yo estaba inseguro, confuso, enredado en intrigas poco claras. Don Orione era simple, seguro, con la frescura alegre de quien siente el mundo todo empapado de Dios. Vivía en una esfera que era esa del milagro… Este era su genio: el amor”.[25]
Don Brizio Casciola, ilustre dantista, pionero del ecumenismo en Italia, con problemas con la Autoridad eclesiástica y privado de la facultad de celebrar la Misa, entró en la órbita inteligente y benéfica de la caridad de Don Orione. Él mismo lo reconoce escribiendo a Don Orione: “Me doy cuenta de la persistencia del vínculo para mi tan querido que me une a ti y deseo que quede para mí un puestecito, aunque sea el último, en la gran familia en la que tú con tanto amor y dolor te has venido educando”.[26] Y pasó sus últimos 20 años hospedado y como estimado profesor en el colegio orionista de “San Jorge” de Novi Ligure.
Padre Semeria, tocado ya por acusaciones de modernismo, e implicado por Don Orione en las obras de bien a favor de los afectados por el terremoto de Reggio y Messina, escribe al Santo Padre: “Oh Padre Santo, yo estoy dispuesto a dejar el árido campo de las discusiones intelectuales: yo, más aún, las he dejado para lanzarme en este campo de la caridad, que Don Orione me señala y que las circunstancias me imponen”.[27] De hecho, el Padre Semeria encontró en Don Orione un amigo intransigente con la ortodoxia católica, y al mismo tiempo, un tierno compañero en los propósitos y proyectos de bien.
Don Orione es sensible a las tensiones y rupturas del tejido eclesial y se acerca a las personas con respeto y caridad para poder tomar y desarrollar en ellas la presencia del Espíritu con la actitud evangélica del “colligite fragmenta” (Recoger las sobras).
La geografía ecuménica en los desarrollos de la Pequeña Obra
Teniendo en el corazón el anhelo de prodigarse por la unión de la Iglesias separadas, Don Orione aceptó como ocasiones providenciales algunas invitaciones a enviar sus religiosos fuera de Italia, entre poblaciones de diversas confesiones cristianas, viendo abrirse así también nuevos horizontes de apostolado ecuménico.

En Palestina (1921) 
Don Orione con sus religiosos se hizo cargo de una vasta colonia agrícola en el Valle de Sorek, famosa por la gesta bíblica de Sansón, cerca de Rafat (a unos 30 km. al sur de Jerusalem). Allí convivían hebreos, cristianos y musulmanes. En 1925, Don Orione aceptó una actividad en Cafarnaum, en el Monte de las Bienaventuranzas: hospicio para peregrinos, colonia agrícola y una Iglesia pública.
Según su única dirección carismática, Don Orione invita al superior Don Adaglio: “Nosotros debemos cuidar de los huérfanos, de los ciegos, y de los ancianos decadentes, etc.: obras de caridad es lo que se necesita: ellas son la mejor apología de la Fe Católica. ¡Si se quiere mantener católico un país o volverlo católico, el camino más corto y más seguro es el de tomar el cuidado de los huérfanos y de la juventud pobre, y crear obras de caridad!”.
Que en cada uno de nuestros pasos se cree y florezcan una obra de fraternidad, de humanidad, de caridad purísima y santísima, digna de los hijos de la Iglesia nacida y emanada del Corazón de Jesús: obras de corazón y de caridad cristiana se necesitan. ¡Y todos les creerán! ¡La caridad abre los ojos a la Fe y calienta los corazones de amor hacia Dios!”.[28]
Por desgracia y por dificultades surgidas por sublevaciones en la región, los orionistas se retiraron en 1931, dejando Tierra Santa.
Después de 60 años, la Congregación ha vuelto al Medio Oriente, en Jordania. Con una escuela en Jordania. La escuela orionista de Zarka (1985), donde conviven y se educan jóvenes cristianos católicos (pequeña minoría) y de otras confesiones, pero sobre todo musulmanes en un clima de gran respeto recíproco[29].
En Polonia (1923)
En los años 20, el paso más importante de desarrollo de la Congregación fue hacia Polonia,[30] hecho por Don Alecksander Chwilowicz en 1923, en la Casa de Zdunska Wola.
Don Orione, apóstol de grandes horizontes, veía en Polonia una avanzada, la llave para entrar en Rusia, en línea con su plan caritativo-ecuménico de reconducir a los hermanos separados, y en primer lugar los ortodoxos, en la sede de Pedro, según aquel “altísimo consejo” de León XIII que siempre le resonaba en el alma.
Cuando en 1933 comenta el envío a Polonia de Carradori y de otros cohermanos italianos, lo motiva explícitamente: “… porque podemos prepararnos para entrar en Rusia, como quiere el Cardenal Von Rossum, Prefecto de la Congregación de Propaganda Fide”.[31]

En Rodas (1925)
La iniciativa de pedir la intervención de la Pequeña Obra en esta isla partió de la Asociación “Itálica gens”, dirigida por el senador Schiaparelli, que quiso confiar a Don Orione el glorioso Instituto de los Caballeros de Malta.[32]  Durante 25 años la Pequeña Obra desarrolló un trabajo asiduo y rico de frutos en Rodas, que tuvo que dejar en 1949 después de las cambiantes condiciones políticas.
Los clérigos armenios
En 1924, el Instituto orionista de Rodas hospedó también a un grupo de huérfanos de la terrible “persecución turca” contra los armenios-cristianos. Unos 50 muchachos, ocho de los cuales quisieron seguir a Don Orione en Italia.
El 4 de abril de 1929 y después en mayo de 1933, Don Orione celebró la vestición de 7 de aquellos jóvenes. El hábito sagrado según la costumbre armenia tenía una faja rosa.
“No es una simple vestición de un armenio – comentó Don Orione -. Para reunir a los hermanos separados del Oriente es por lo que la Providencia nos ha enviado a estos hijos…  Este encontrarnos aquí con un número de personas de rito diferente, nos dice aquello que ocurrirá algún día en la Congregación, en la que estarán todos los ritos y todas las razas. Lo bello viene definido como: unitas in varietate. En una sola congregación verán coptos, griegos, armenios y se dirán las misas en todos los ritos aprobados por la Iglesia y serán de todas las razas.[33]
Con ocasión de la ordenación de dos clérigos armenios, Juan Dellalian y Pedro Schamlian, encargó a Don Sterpi: “Para los armenios diríjanse a Mgr. Rossum, en la S. Congregación de los Orientales, expónganle el caso, oigan lo que les diga, y refiéranmelo. Yo quisiera que estando en la Congregación sean para su propio Rito”.
Y de esta época un precioso fragmento ecuménico. Son pocas líneas, recogidas de una carta del 2 de julio de 1934 a un obispo, que manifiesta cómo la directriz ecuménica estuvo siempre presente en el fundador y en la congregación: “La humilde y joven congregación llamada Pequeña Obra de la Divina Providencia (…) tiene también como fin principal orar y trabajar in caritate Christi para reconducir a la Iglesia madre a los hermanos separados” [34].
En Albania  (1936)
Otra apertura misionera de la congregación, con validez ecuménica, fue la que se desarrollo en Albania. En Shijak, a 30 km. al oeste de Tirana, los católicos eran una minoría. Numéricamente dominaban los musulmanes y los ortodoxos, en una tierra ocupada por los turcos desde más de 400 años antes. Al final de 1943, aunque en plena guerra mundial, en aquella nación de la congregación había ya 6-7 casas, con 24 religiosos.[35] Después, los avatares políticos (la expulsión de los italianos y la llegada del comunismo) llevaron al amargo desembarque hacia Italia y cerraron de un golpe esta consistente presencia orionista.[36]
También en Albania, con la distancia de 50 años, los orionistas han vuelto asumiendo el cuidado pastoral del distrito completo de la provincia de Elbasan y además una parroquia en Shiroka (Scutari).[37]
Mirando al mundo protestante
Sabemos que la acción ecuménica de la Iglesia Católica, hasta el Vaticano II, se había dirigido casi exclusivamente a la unión de las “Iglesias separadas del Oriente”. Todo parecía estar quieto, cerrado en las relaciones de las Iglesias y Comunidades de la Reforma, incluso se hablaba de “defensa contra el peligro protestante”. Las relaciones con el cristianismo de la Reforma han sido siempre muy problemáticas en comparación con las del Oriente Cristiano.
También Don Orione vivió esta doble valoración y relación con los Hermanos separados: encuentro con el Oriente cristiano, defensa des protestantismo. Y amor hacia todos. Él imita en gran parte el lenguaje y las actitudes de la época.
Al respecto, me agrada recordar la respuesta del pastor Valdés Paolo Ricca, al que hacía observar cómo Don Orione tuvo mucha pasión por el ecumenismo… paro con las características típicas de su época, incluido la actitud “contra los protestantes”. Nada maravillado me respondió: “la experiencia y la historia me han enseñado que quien tenía una verdadera pasión por la unidad ha sabido después cambiar las formas. La pasión por la unidad es el alma del compromiso ecuménico”.
Incluso con los tonos de la “defensa” y de la “conquista” (¡pero no sólo!), ya en los años 30, Don Orione apuntó hacia una nueva atención hacia el mundo protestante. Comienza, por ejemplo, a volver la mirada hacia nuevas aperturas en USA, en Inglaterra y en otras naciones en las que el problema del encuentro con los pueblos, culturas y confesiones religiosas era muy vivo y problemático.
Refiere en una reunión que “estaban en Tortona un señor y una señora… Vinieron a mí y me dieron un donativo e insistieron para que fuésemos a abrir una casa en Suiza. Y esos señores eran protestantes”.[38]
En un discurso a sus cohermanos clérigos, el 3.7.193­4, les informa: “Estoy a punto de enviar una carta a un Obispo de Noruega. Desde hace tiempo hay una señora noruega que me insiste vaya incluso a Noruega y abra una casa nuestra. Después prosigue haciendo referencia a la situación religiosa de esa nación, completamente protestante, y concluye: “Después del primer decreto de aprobación, yo pensaba en reconducir a Dios el Oriente; hoy pienso en reconducir Noruega”.[39]
Es un hecho que en aquellos años lleguen las primeras fundaciones de la Pequeña Obra en países de prevalencia protestante: en Jasper (USA) 1934 y en Swansea (Inglaterra) 1935. El mundo anglosajón resultaba particularmente estimulante para Don Orione, por la internacionalidad de su lengua, de sus relaciones entre razas, culturas y profesiones religiosas diferentes.
El ecumenismo del dolor y de la caridad
Estaban en el Paterno (la casa madre) de Tortona, en la mesa, el 11.3.1938. Se estaba leyendo la vida del Cottolengo de Gastaldi, y Don Orione comentó:
“En la puerta del Pequeño Cottolengo, no se puede pedir de qué religión o nación sean, sino si tienen un dolor que aliviar”.
En el Pequeño Cottolengo de Buenos Aires, ciudad de dos millones y medio de habitantes, es una ciudad cosmopolita donde hay hebreos, turcos, calvinistas, luteranos, anglicanos, se le pidió a una calvinista qué la había conducido a hacerse católica. Y ella respondió: ‘¿Cómo no voy a creer en la fe de la hermana que duerme en el suelo cerca de mi cama y que se levanta 20, 30, 40 veces cada noche para darme de beber y para servirme? ¡Ni aunque fuese mi hija podría hacer más!’. Aquella buena mujer había sido empujada a la fe por la Caridad sobrehumana de la hermana.
Ha venido a mí un señor que me ha dicho: – Quiero fundar un hospicio católico, ¿Usted podría enviar a sus sacerdotes? – Y yo: Si por católico entiende que universal,[40] es decir donde puedan aceptar a todos, si que acepto enviarle mi personal; pero si quiere fundar un hospital exclusivamente para los católicos, no lo acepto.
Tengan en mente estas palabras, porque cuando se presenta una que tiene un dolor, no se está allí a preguntarle si tiene el bautismo o no tiene el bautismo, solo si tiene un dolor”.[41]
El dolor y la caridad son las dimensiones más profundas del encuentro, de la acogida, de la ayuda entre hermanos, preceden y permiten la relación entre las diversidades étnicas, culturales, sociales, religiosas.
“El Pequeño Cottolengo tendrá las puertas siempre abiertas a cualquier especie de miseria moral o material… de cualquier nacionalidad que sean, de cualquier religión, aunque no tuviesen religión: ¡Dios es Padre de todos!”.[42]  Este acoger personas “de cualquier credo y también sin credo” es sorprendente, pensando que en aquellos tiempos era necesario el certificado de bautismo y de confirmación para ser acogidos en una institución religiosa.
Don Orione entendía los Pequeños Cottolengos como una especie de obra “ecuménica”: un ecumenismo de las miserias acogidas y de la caridad donada a todos. “El Pequeño Cottolengo (Argentino) abre sus puertas a toda suerte de miseria moral y material. (…) No sólo recibe sin distinción de nacionalidad o religión, sino también a los sin religión, porque Dios es Padre de todos”.[43]
En las grandes ciudades – en Milán y en Génova como en Buenos Aires o Córdoba, en San Pablo como en Montevideo o Santiago de Chile y Manila -, ayer como hoy, es experiencia común reconocer el valor pedagógico de estas “ciudadelas de la caridad” que son escuelas de civilización y de nuevas relaciones humanas y religiosas para la sociedad circundante.
El Pequeño Cottolengo es un “laboratorio de unidad”. Tal vez sea el aporte institucional más específico y original que el fundador de la Pequeña Obra haya sabido poner en acto para realizar aquella finalidad “ecuménica” del carisma. La calidad ecuménica del Pequeño Cottolengo va hoy puesta al día según las nuevas condiciones y posibilidades.
Partiendo de esta experiencia “ecuménica” del Pequeño Cottolengo podemos comprender y concretar el camino orionista del ecumenismo de la caridad.
“La caridad nos edifica, nos unifica en Cristo”.[44]La caridad como forma del ecumenismo”[45] comprende el respeto, el sacrificio personal, la solidaridad, el compartir, el perdón, el diálogo fraterno, etc. La caridad tiene el poder de “desvelar” la presencia del mismo “espíritu de hijos” de los velos de la historia, de la diversidad, de los pecados.
Don Orione, soñando en los tiempos “¡que vendrán del Occidente y del Oriente para unirse y formar lo buenos días de la Iglesia!“, indica el dinamismo que los hará posibles: “¡Nada se resistirá a la caridad de Jesucristo y de su Vicario: a la caridad de los obispos y de los sacerdotes, que lo darán todo, los bienes y la vida misma, para hacerse holocausto divino del amor de Dios entre los hombres! Y será una caridad iluminada que nada despreciará de lo que es ciencia ni de lo que es progreso, de lo que es grande y que signó la elevación de las generaciones humanas“.[46]
Veritatem facientes in charitate” (Ef. 4,15) podría ser traducido como “Unitatem facentes in charitate”.
¡La caridad es un viaje hacia el hermano y con el hermano, hacia el bien, el verdadero, el justo: hacia Dios! San Paolo, de hecho, completa la exhortación con esta perspectiva de conversión: “Viviendo la verdad en la caridad, tratemos de crecer en cada cosa hacia él, que es la cabeza, Cristo”.
Tres “fragmentos ecuménicos” al cierre de la vida
El primer “fragmento” está tomado de las palabras dichas por Don Orione en la clausura de los ejercicios espirituales, en agosto de 1939 en Villa Moffa de Bra: “Y ahora ¿qué les diré al dejarles? Repetiré las mismas palabras que Nuestro Señor elevaba a su Padre Celestial cuando iba a dejar a sus discípulos: ‘Pater sancte, serva eos ut unum sint, sicut et nos unum sumus’… de modo que formemos un solo corazon y un ama sola. Ut sint consummati in unum”.[47]
El segundo fragmento se refiere a su sufrimiento y oración por los “hermanos” Judíos. Durante la invasión nazi en Polonia, en septiembre de 1939, Don Orione estaba afligido por la suerte de los hermanos de aquel país. E invitó: “Encomendemos a nuestros hermanos y a Polonia al Señor y también a todo el pueblo mártir. ¡Rezar, rezar, rezar! Se sabe que allí hay varios millones de judíos: recemos también por los judíos: ¡todos somos hermanos!”.[48] Esta afirmación tiene aún más valor si la ponemos en el clima de la general hostilidad hacia los judíos propia de aquellos años, y más aún en la Italia bajo el régimen fascista, alineado con las posiciones anti-judías del nazismo.[49]
El tercer “fragmento” es también de 1939. A pocos meses de su muerte, ocurrida el 12 de marzo de 1940, mirando con el ojo sabio y poético de quien ha vivido mucho e intensamente, y sabe reconocer lo esencial, Don Orione dejó rastros de su experiencia espiritual en algunos apuntes autobiográficos.
“Nuestra vida y toda nuestra congregación debe ser un cántico juntos y un holocausto de fraternidad universal en Cristo. Ver y sentir a Cristo en el hombre. Debemos tener en nosotros la música profundísima de la caridad. Yo no siento más que una infinita y divina sinfonía de espíritus, palpitantes en torno a la Cruz, y la Cruz destila para nosotros gota a gota a través de los siglos, la sangre derramada para cada una de las almas humanas. Yo no veo más que un Reino de Dios, el reino de la caridad y del perdón, donde todas las multitudes de las gentes son heredad de Cristo y Reino de Cristo”.[50]
[1] Roger Aubert, La Chiesa negli stati moderni e i movimenti sociali, 1878-1914: Leone 13. e gli stati cattolici, prime riforme di ecumenismo, crisi modernista, in Storia della Chiesa / 9 diretta da Hubert Jedin; Giuseppe Alberigo, Nostalgie di unità: saggi di storia dell’ecumenismo, Marietti, Genova, 1989; Pier Francesco Fumagalli, Ecumenismo, Bibliografica, Milano 1996.
[2] La calificación está tomada de la homilía de Juan Pablo II del 26.10.1980 con ocasión de la beatificación de Don Orione. Cfr Flavio Peloso, Don Orione, un vero spirito ecumenico, Ed. Dehoniane, Roma, 1997, pp.168.
[3] Don Orione maduró la apertura ecuménica, inesperádamente a finales del siglo XIX, como una dimensión concreta del Instaurare omnia in Christo (Ef 1, 10), el lema y la perspectiva que todo lo movía en él. Cfr. Peloso Flavio, Ecumenismo: un raggio dell’Instaurare Omnia in Christo, Atti e Comunicazioni della Curia Generale della Piccola Opera della Divina Provvidenza (Don Orione), gennaio-aprile 1997, 49-66.
[4] En L’Opera della Divina Provvidenza (2.2.1898) y en Scritti 61, 17.
[5] Scritti 52, 1ss.
[6] El texto fue conservado de su puño y letra por el mismo Don Sterpi, primer colaborador de Don Orione. En D.O., III, 321 ss; cfr. A. Lanza,  Le Costituzioni… o.c., 22 ss.  Cfr. D.O., III, 411;  Scritti, 52, 10; 112, 41.
[7] A. Lanza, Costituzioni…, o.c., 27-34.
[8] Cfr. Mi Ecumenismo: un raggio dell’Insta­urare Omnia in Christo, o.c.
[9] “Las referencias existentes entre la actividad ecuménica y las actividades misioneras” están ampliamente ilustradas en los documentos de la Iglesia: Ad gentes 6;  Redemptoris missio 50, Ut unum sint 40, 98 e cfr. 5-14, 98.
[10]  Se trata de un “resumen” de la Regla, en Scritti 57,107.
[11]  Scritti 72, 187; cfr. 70,172; 41,12; D.O. III, 327.
[12] Carta-relación de la audiencia a Mons.Bandi, Scritti 72,187.
[13]  D.O.  III, 423 ss.
[14] Scritti 97,2 y 97,5.
[15] Scritti 72,18; Riunioni 70.
[16] Lettere I, 11-22; cfr. D.O. III, 410ss.
[17] Referido en D.O. III, 423-425. Cfr. A. Lanza, Le Costituzioni…,o.c., 50-53.
[18] Cfr Sui passi di Don Orione, p. 296-297.
[19] D.O.  III, 276.
[20] Se trata de una minuta sin fecha ni destinatario, en Scritti 57, 169; cfr. D.O., II, 548.
[21] Scritti 57, 223.
[22] Scritti 57, 223. El texto está recogido en Comunità orionina in preghiera (1993), p.13-14.
[23] Michele Busi, Roberto De Mattei, Antonio Lanza, Flavio Peloso, Don Orione negli anni del Modernismo, Jaka Book, Milano 2002, pp.373.
[24] Cfr. Giorgio Papasogli, Vita di don Orione, Torino 1994, p.170-179; 219-235; 388-395; A. Brunello, L’ecumenismo di Don Orione,  in Don Orione, 76 (1981/1) 6.
[25] G. Papasogli, o.c., p.394.
[26] G. Papasogli, o.c., p.392-393.
[27] Carta de Semeria a Pio X, Genova – 12 gennaio 1909, en ADO, Scritti 66, 284s. Véase el estudio de Antonio Lanza, Don Orione y Padre Semeria. Una larga y fraterna amistad en Don Orione negli anni del Modernismo, o.c., p.124-222.
[28] Carta a Don Adaglio, 19.3.1923,  Scritti 4, 279-280.
[29] Cfr. los artículos de Tirello G. en Don Orione oggi (1985/5­), 25; (1986/12), 14 ss.; (1988/6), 24 ss.
[30] Cfr. Majdak B. Storia della Congregazione dei sacerdoti di Don Orione in Polonia (1923-19459. Pont. Università Gregoriana, Roma, 1985.
[31] En Tortona, el 20.12.1­933, Parola V, 360.
[32] Cfr. Lanza A: Don Orione e il senatore Ernesto Schiapparelli in Don Orione oggi, 91 (19966) 12-13.
[33] Parola V,128. Estas palabras de Don Orione siguen en la actualidad de la congregación abierta a nuevos pueblos. Annovera entre las filas de los cohermanos de rito oriental (como por ejemplo el obispo ucraniano M. Mykycej) en los países del Este de Europa, en Rumanía y Ucrania sobre todo.
[34]  SDO I,65. Cfr. Scritti 73,219; 70,2; 73,219. Lettere II,279.
[35] Cfr. La Piccola Opera della Divina Provvidenza, 37(1942­/­6), 3-5.
[36] Una relación en I Figli della Divina Provvidenza in Albania nel Bollettino La Piccola Opera della Divina Provvidenza, 42 (19471) 7-8.
[37] El retorno ocurrió el 18 de octubre de 1992; cfr. Flavio Peloso, La Famiglia orionina ritorna in Albania en L’Osservatore Romano, 22.10.1992, p.4.
[38] Riunioni 73 y 204; hay referencia también en Parola IV, 338.
[39] En Roma, Sette Sale el 3.7.1934, Parola VI, 124.
[40] Muy sencillo y bonito este inciso: ¡Católico significa universal!
[41] Parola VIII, 195-6; SDO VII, 103-105.
[42] Léase la “Magna charta” sobre el Pequeño Cottolengo del 13.4.1935 en Lettere II, 225; In cammino con Don Orione…, 141.
[43] Radiomensaje antes de la salida de Argentina (1937), Parola VII, 2. Texto similar para el Pequeño Cottolengo Milanés, Scritti 94,8.
[44] Lettere, II, p. 329.
[45] Fue el título del precedente encuentro ecuménico, en Leopoli, 21-24 de mayo de 2009.
[46] Lettere, I, p. 310. La carta va dirigida de Don Orione a Don A. Perduca desde Río de Janeiro, el 16 de diciembre de 1921 en Lettere, I, p. 309-317.
[47] Riunioni  213.
[48] Parola (18.9.1939)  XI 131.
[49] La Obra Don Orione, durante la segunda guerra mundial, se encontró después con tener que hacer frente a una inédita emergencia en el socorrer a los Judíos trasportados a los campos de concentración nazis; véase G. Marchi – F. Peloso, Orionini in aiuto agli Ebrei negli anni dello sterminio, “Messaggi di Don Orione”,  35 (2003), n. 112, p.75-106.
[50] In cammino con Don Orione… 328-331.

domingo, 26 de agosto de 2018

QUIERO SER UN SERVIDOR DE CRISTO Y DE LOS POBRES





Amar y da la vida cantado al amor
QUIERO SER UN SERVIDOR DE CRISTO Y DE LOS POBRES
el fundador- Don Orione: a usted le gustó un lema que usó desde joven, desde la apertura del primer oratorio y de la primera casita en San Bernardino de Tortona en 1893: Almas, almas.
Sí -y sonríe al recordarlo- cuando siendo seminarista, me rodeaba de algunos muchachos y jugaba con ellos en el patio de la casa del obispado. Al terminar el juego, dábamos una contraseña que nadie comprendía, ni siquiera el párroco. La contraseña quedó como programa de nuestra Congregación. Era el lema: ¡Almas, almas! Habrán leído más de una vez este grito en el encabezamiento de las cartas, grito que es todo un programa: ¡Almas, almas! Luego vendría todo lo demás.
- Usted ya está incluido en el elenco de los grandes “apóstoles sociales” italianos. También en Argentina, después de su permanencia entre 1934 y 1937, dejó claros surcos de novedad cristiana entre el pueblo. Su grito “¡Almas, almas!” abarca el bien espiritual y material del hombre, es atención a cada persona y proyecto para la sociedad. Dio respuestas inteligentes y eficaces a grandes problemas sociales y a grandes cuestiones de marginación. ¿Cómo transmite esta conducta a sus seguidores, sacerdotes, religiosas y laicos?
Debemos ser santos, pero hacernos tales santos que nuestra santidad no se reduzca al cuidado de los fieles, ni se quede sólo en la Iglesia, sino que trascienda y arroje en la sociedad tal esplendor de luz, tanta vida de amor a Dios y a los hombres que sean más que santos de Iglesia, seamos santos del pueblo y de la salvación social. Debemos ser una profundísima vena de espiritualidad mística, que invada todos los estamentos sociales: espíritus contemplativos y activos, servidores de Cristo y de los pobres...
- ¿Es esto lo que explica el estilo “popular” que ha querido imprimir a su familia religiosa: pobreza y sencillez de vida, de ambientes, de medios, vida sacrificada y acotada en función de los demás, partícipe de la ley común del trabajo?
No sólo con la predicación se convierten las almas, sino también con el trabajo. Y si en muchas familias de San Bernardino de Tortona ha entrado el Evangelio... es porque han visto trabajar a los sacerdotes. El pueblo quiere ver realidades. Por lo tanto, no es solamente el sacerdote con la estola al cuello quien puede hacer el bien, sino también el sacerdote que trabaja.
Buscar y curar las heridas del pueblo, buscar las enfermedades, salir a su encuentro en lo moral y lo material. De esta manera nuestra acción será no sólo eficaz, sino profundamente cristiana y
salvadora. Cristo fue al pueblo. Ayudar al pueblo, mitigar sus dolores, devolverle la salud. Debe estar en nuestro corazón el pueblo. La Obra de la Divina Providencia es para el pueblo. Basta de palabras, están llenos los bolsillos de ellas. Lo milagroso será poder devolver las muchedumbres a la fe que tuvieron, reconducirlas al Padre, a la Iglesia: un trabajo popular.
- Tiempo atrás, con motivo de la presentación a la prensa de su libro “En el nombre de la Divina Providencia”, Franca Giansoldati, de la agencia Adkronos, tituló a su artículo “Don Orione: como Karl Marx y Anna Kulisciov”, refiriéndose a algunas páginas suyas “sociales” famosas: la proclama en defensa de las arroceras (“Trabajadores y trabajadoras, llegó la hora de su reivindicación”), el escrito sobre el feminismo (“Mujer, familia y sociedad”), y otros.
¿Ven estas canas? Durante muchos años he visto muchos cambios de cosas y de hombres, también dentro de la Iglesia, y he comprendido que la política no es el medio mejor para atraer las almas. Se ama a la Patria realizando obras de amor, de misericordia, abrazando a los pobres, acogiendo a los pobres, cuidando a los pobres, evangelizando a los pobres, a los pequeños.
Nosotros no hacemos política; nuestra política es la caridad grande y divina, que hace el bien a todos. No miramos otra cosa que almas para salvar. Si hay que tener alguna preferencia, será para quienes nos parezcan más necesitados de Dios, puesto que Jesús ha venido más para los pecadores que para los justos. ¡Almas y almas! Esta es nuestra vida; este es nuestro grito, nuestro programa, toda nuestra alma, todo nuestro corazón: ¡Almas y almas!

- ¿Por dónde se empieza a educar a los jóvenes en la caridad? ¿Cuál es la primera lección?
Hay que huir de una blasfemia y usar una jaculatoria. La blasfemia: “Yo no me meto, no me toca a mí”. La jaculatoria: “Voy yo”.
- Decir caridad quiere decir con frecuencia, limosna, asistencia de quienes tienden a dejar a los pobres siempre pobres, conservando las propias posiciones de privilegio económico, cultural, social. ¿Qué entiende usted por caridad?
El amor santo que toma el nombre de caridad, es el resultado de la comunión con Jesucristo. Es el fervor de la gracia que no puede detenerse y necesita expandirse. La caridad nos manda no quedarnos en una cómoda benevolencia, sino sentir y tener compasión eficaz de los dolores y las necesidades de los demás, a quienes no debemos contemplar a distancia, puesto que son una misma cosa con nosotros en Cristo. La caridad no excluye nada de la verdad y de la justicia; pero la verdad y la justicia actúan en la caridad.
- Usted ha enseñado de mil maneras, que “nuestra predicación es la caridad”: la caridad de las obras, y antes que nada, la caridad fraterna.
Una sociedad o comunidad hermosa y fuerte, donde reine una dulce concordia de corazones y paz, no puede no ser querida, deseable y edificante para todos. En un mundo en el que no hay más ley que la fuerza; en un mundo en el que resuenan a menudo voces de guerra entre ricos y pobres, entre padres e hijos, entre gobernantes y súbditos; entre las voces de una sociedad que vive y parece que quiere hundirse en el odio, opongamos el ejemplo de una caridad verdaderamente cristiana.
- A diferencia de otros fundadores, usted no ha escogido un tipo concreto de obras, ¿por qué?
Estamos en una época de transformaciones arrolladoras, de manera que no me parece oportuno enquistarnos en una obra, atarnos a una o dos actividades.
el fundador- ¿Por qué en la formación de sus sacerdotes y sus religiosas insiste tanto en el trabajo manual?
Volvemos a empezar como los apóstoles que trabajaban ganándose la vida, y tenían todo el mundo por evangelizar. Volvemos al trabajo, y precisamente al trabajo manual, que domina las pasiones del cuerpo y las malas tendencias del espíritu. Nosotros tenemos que trabajar... para no convertirnos en “sacerdotes señores”, para no falsear el espíritu del Evangelio. Qué gran eficacia, qué hermoso apostolado se realizaría entre los pobres, si todos vieran que el sacerdote predica y trabaja, trabaja y predica, ayuda a los pobres y se gana el pan. Que no se aprovecha de los beneficios parroquiales, de los derechos de estola, para vivir sobre los pobres. Debemos ser los peones de Dios. Quien no quiera ser y no es peón de la Providencia de Dios, es un desertor de nuestra bandera.
- Pobres de salud, pobres de instrucción, pobres de afectos, pobres de casa; entre las distintas instituciones en las que acoge a los pobres, parece que al Pequeño Cottolengo, usted da el valor de símbolo, de modelo, de estilo que valga para todas las otras instituciones.
El Pequeño Cottolengo es como un pequeño grano de mostaza, al que basta la bendición del Señor para un día llegar a ser un gran árbol sobre cuyas ramas se posen tranquilas las aves. Los pájaros aquí son los pobres más abandonados, nuestros hermanos y nuestros amos. Nuestro banco es la Divina Providencia, y nuestra bolsa está en los bolsillos y en el buen corazón de los amigos y bienhechores.
El Pequeño Cottolengo está construido sobre la fe y vive de los frutos de una caridad inextinguible. En el pequeño Cottolengo se vive alegremente: se reza, trabaja cada uno según sus fuerzas, se ama a Dios; se ama y se sirve a los pobres. En los abandonados se ve y se sirve a Cristo en santa alegría. ¿Hay alguien más feliz que nosotros? También nuestros queridos pobres viven contentos: ellos no son huéspedes, no son asilados, sino que son los dueños, y nosotros sus siervos; ¡así se sirve al Señor! ¡Qué hermosa es la vida en el Pequeño Cottolengo! Es una sinfonía de oración por los bienhechores, de trabajo, de alegría, de cantos y de caridad.
- Pero con la necesidad de sacerdotes y de religiosas que hoy tenemos en las Parroquias, en la catequesis, con la necesidad de evangelizadores... ¿no están desaprovechados en un Pequeño Cottolengo aunque sea una obra maravillosa y meritoria?
Corren tiempos en los que si se ve al sacerdote sólo con la estola, no todos le seguirán; pero si alrededor de la sotana ven a los viejos y los huérfanos, entonces sentirán el tironeo... la caridad arrastra... la caridad mueve y lleva a la fe y a la esperanza. Muchos no logran entender los actos de culto, y es necesario añadir las obras de amor. Salvador Sommariva me dijo una vez: No creía en Dios, pero ahora creo porque lo he visto a las puertas del Cottolengo.
- “Dar con el pan material, el dulce bálsamo de la fe”. Para usted, en el fondo del corazón está la salvación de las almas. ¿No puede parecer una manipulación de la caridad, un proselitismo?
Nunca forzar a nadie. Pero hablar con el amor de Dios en el corazón y en los labios, con expresiones que lleguen, que convenzan y conviertan; después Nuestro Señor pensará cómo transformarnos y transfigurarnos a nosotros y a nuestros queridos pobres en él. Él será la vida, el consuelo, nuestra felicidad y la de quienes él lleve con su mano.
- Don Orione, usted mira siempre para adelante, hacia horizontes cada vez más amplios. Verdaderamente en usted se ve, como decía San Bernardo que el amor está siempre en camino con nuevos deseos, con continuos proyectos...
Quisiera llegar a ser alimento espiritual para mis hermanos que tienen hambre y sed de verdad y de Dios; quisiera revestir de Dios a los desnudos, dar la luz de Dios a los ciegos y a los deseosos de mayor luz, abrir los corazones a las innumerables miserias humanas y hacerme siervo de los siervos ofreciendo mi vida a los más indigentes y abandonados; quisiera llegar a ser el insensato de Cristo y vivir y morir en la insensatez de la caridad por mis hermanos.
Amar eternamente y dar la vida cantando al Amor. Despojarme de todo. Sembrar la caridad a lo largo de todos los caminos; sembrar a Dios de todas las maneras, en todos los surcos; sumergirme sin cesar infinitamente y volar cada vez más alto, cantando a Jesús y a la Virgen sin detenerme jamás.
Llenar todos los surcos con la luz de Dios; ser un hombre bueno entre mis hermanos; inclinarme, extender siempre las manos y el corazón para recoger las debilidades y miserias y depositarlas sobre el altar, para que se transformen en fuerza y grandeza de Dios
el fundadorTal vez, sea ésta una de las notas que más deseábamos compartirles desde las páginas de Revista Don Orione. Nada menos que un reportaje al Fundador mismo de la Pequeña Obra.
Quisimos conocerlo, para entender mejor su obra y su pensamiento. Para eso hubo que llegarse hasta su di­rección de Tortona (Italia), en vía Emilia nº 63. Aunque, muy probablemente esta entrevista se podría haber rea­lizado en Buenos Aires, en Chaco, Montevideo, Itatí, San Pablo, Santiago de Chile, o en cualquiera de las casas donde aun viven y laten sus ideales.
Casi sin darnos cuenta, se fue abriendo un diálogo por demás interesante y reflexivo; los razonamientos fluye­ron con serenidad, apuntando siempre a lo más profun­do. Incluso frente a preguntas más incisivas y críticas, no se dejó sorprender, sino que, por el contrario, compartió varias de sus intuiciones y su concepción de la vida. Una vez más pudimos comprobar la vigencia y actualidad de su mensaje.
"Quiero ser un servidor de Cristo y de los pobres"
Publicado en edición Nº48 de Revista Don Orione / Octubre 2009
Don Orione, usted es un hombre de quien hablan todos, un sacerdote de gran corazón. Con usted empezó una maravillosa obra. Hogares, colegios, parroquias, seminarios, centros sociales, misiones, “Pequeños Cottolengos” se encuentran en toda Italia, en Brasil, Argentina, Uruguay, Polonia, España, Palestina... ¿cómo definiría su obra?
No lo sé: siento la tentación de definirla como un lío... vamos para adelante como el tren, confiando en Dios y en su Iglesia, seguros de servir a Cristo en los más necesitados. En cuanto a mí, me parece que el Señor me eligió porque no encontró a otro más miserable e incapaz que yo, para que se vea bien claro que él es el artífice de todo.

- La fe en la Divina Providencia está en crisis en la mentalidad moderna; “Dios no existe... y si existe, es como si no existiera”. Sin embargo, para usted, la providencia de Dios es el motivo inspirador de su vida y de su fundación.

Ciertamente, la Providencia Divina es la continua creación de las cosas. La Divina Providencia parece desconocida para el hombre, porque el hombre la ve, y muchas veces no la ama; la toca y muchas veces no cree en ella; ella lo viste mejor que a los lirios del campo, le da de comer, y él cree estar desnudo y en ayunas. Ella gobierna el mundo con su ley armónica y eterna, se esconde y no se deja ver por quien no tiene fe, aun cuando abunde en medios materiales y tenga una vasta inteligencia y mucha cultura.
- Pero hay una objeción contra la “Divina Providencia”: los escenarios de miseria y de muerte en el mundo de hoy, tan caótico e injusto; los numerosos triunfos del mal; las manifestaciones cada vez más deshumanizadas y desesperadas de una sociedad “sin Dios”.
Los pueblos están cansados, están desilusionados; sienten que toda la vida es vana, que toda la vida está vacía sin Dios. ¿Estamos en el alba de un renacer cristiano? ¡Seamos Hijos de la Divina Providencia! No seamos de aquellos catastróficos que creen que el mundo se acaba mañana.
La corrupción y el mal moral son grandes, es verdad, pero sostengo y creo firmemente que el último en vencer será Dios, y Dios vencerá en su infinita misericordia. En esta hora del mundo, hora muy dolorosa y muy triste, decidamos conservar inextinguible y cada vez más encendido el fuego sagrado del amor a Cristo y a los hombres. Sin este fuego sagrado, que es amor y luz, ¿qué quedaría de la humanidad? Con la inteligencia en tinieblas, el corazón frío, gélido más que el mármol de una tumba, la humanidad se debatirá convulsiva entre dolores de todo género sin ninguna clase de consuelo, sólo abandonada a las traiciones, a los vicios y depravaciones sin nombre... Con Cristo, todo se eleva, todo se ennoblece: familia, amor a la patria, ingenio, artes, ciencias, industrias, progreso, organización social.
fuente: revista Don Orione