martes, 30 de abril de 2019

ORA ET LABORA

Foto de Don Orione, ora et labora

 por padreteo 
Autor: Alessandro Belano
Publicado en: Don Orione oggi, n.5/2017
clip_image001Es el año 1938. Entre una inspección y otra, Don Orione se sienta en unos improvisados y poco confortables tablones. El disparo del fotógrafo lo inmortalizó en esta pose para él inusitada.
Don Orione cómodamente sentado. ¿Relax veraniego? No. ¿Una siesta después de la comida? Tampoco. La foto nos muestra al Fundador con ocasión de una visita suya a Corvino San Quirico, donde se está levantando el santuario dedicado a la Virgen de Caravaggio, deseado por la fe del canónigo Arturo Perduca y levantado con el trabajo de la Pequeña Obra. Es el año 1938. Entre una inspección y otra, Don Orione se sienta en unos improvisados y poco confortables tablones. El disparo del fotógrafo lo inmortaliza en esta postura para él inusitada. La mirada está absorta, el porte sereno. A su alrededor, el ruido de la hormigonera, el chillido de las carretillas, las voces de los empleados… Entre ellos, un grupo de seminaristas, los “peones de la Virgen”, como fueron llamados. Son cerca de cuarenta jóvenes que se alternan en el trabajo como mano de obra y que por la tarde vuelven al cercano Instituto de Montebello. Ora et labora, en un incesante ir y venir, imitando el ejemplo de su Fundador, a quien le gusta definirse como “el peón de la Providencia”, “el peón de la caridad”.
Su actividad tiene algo de increíble. Se repite que en la Congregación no hay lugar para los “frailes mosca”, es decir para los comodones o los aprovechados. Su estilo es eminentemente dinámico. Demuestra gran tenacidad en el trabajo y una alergia al cansancio que asombran. Enemigo declarado de cualquier tipo de ociosidad o pérdida de tiempo, un día manda quemar públicamente un sofá en el que ha visto sentados a algunos clérigos dispuestos a echar una siesta.

Recriminado por Don Carlos Sterpi, su vicario y colaborador, quien se lamenta de no ser debidamente escuchado, Don Orione responde: “El lunes pasado estaba en Venecia, el martes estaba en Tortona, el miércoles de nuevo en Venecia, el jueves en Trento, el viernes en Venecia, el sábado estaba en Génova, el domingo en Tortona: ahí tienes una de mis semanas. ¿Qué quieren que haga de más?”. Escribe a una de sus bienhechoras de Cortona: “He hecho todo a tiempo y agarré el directo para Florencia de las 10,50. Llegué a Tortona a las 11 de la noche del lunes y he salido la misma noche a la 1,38 del martes hacia Génova. Llegué la mañana del martes a Savona y desde allí me acerqué a ver a un sacerdote enfermo. Después en esta misma semana he estado en el noviciado de Bra, fui a bendecir por última vez a una benefactora gravemente enferma cerca de Savona, allí fui dos veces. Después fui a Génova a visitar las dos casas, fui después a Novi, donde la Divina Providencia tiene el colegio de S. Giorgio y ahora, después de haber pasado por Tortona, estoy en Venecia por dos días. Salgo mañana, después de ver los resultados de la radioscopia de un querido amigo sacerdote. ¡Téngale presente en sus oraciones y encomiéndelo al Señor!”.
La referencia de un testimonio, con ocasión del proceso de Beatificación: “Don Orione no hizo nunca veraneo, ni se concedió ningún periodo de reposo, sino que siempre ha trabajado tanto, hasta caer por la noche cansado en los brazos de Jesús; hasta morir de pié como solía decir. El trabajo continuo ha sido su gran mortificación. No se daba ni un momento de descanso, y lo que más sorprendía, combinaba este gran trabajo agotador con una continua unión con Dio. Nos recomendaba siempre a nosotras el trabajo y nos decía: Seamos los peones de Dios, ya descansaremos en el Paraíso” (Sor María Rosaria).
Pero sería un error considerar a Don Orione como un loco impetuoso, un incansable péndulo, un activista extremo, casi devorado por el frenesí de correr y correr. Limitarse a verlo (y evaluarlo) únicamente a través del metro del hacer sería como destacar sólo su acción caritativa olvidando su oración, su fe, las noches pasadas en adoración. Como todos los santos activos, él conoce muy bien el secreto y lo sintetiza en una de sus tantas espléndidas expresiones que tienen el sabor a testamento espiritual: "Fe de amor, caridad de fe". He aquí el secreto de su acción apostólica: "Si queremos hoy trabajar útilmente para la vuelta del siglo hacia la luz de la civilización, para la renovación de la vida pública y privada, es necesario que la fe resurja en nosotros… Y tiene que ser una fe aplicada a la vida. ¡Se necesita espíritu de fe, ardor de fe, empuje de fe, fe de amor, caridad de fe, sacrificio de fe! Sin fe tendremos hielo, la decadencia y la muerte. Sin fe todo es estéril, es nada, es vacía la ciencia y la vida. Se necesita pues renacer a una vida nueva: a una vida de fe sobrenatural, de fe auténtica, eficaz, profunda y práctica. ¡Necesitaremos trabajar y sacrificarnos por una humanidad mejor, a la luz alta y consoladora de la fe!". Ora et labora, y cada tanto un pequeño descanso sobre unos tablones de madera.

Foto de Don Orione, ora et labora

Publicado en: Don Orione oggi, n.5/2017
clip_image001Es el año 1938. Entre una inspección y otra, Don Orione se sienta en unos improvisados y poco confortables tablones. El disparo del fotógrafo lo inmortalizó en esta pose para él inusitada.
Don Orione cómodamente sentado. ¿Relax veraniego? No. ¿Una siesta después de la comida? Tampoco. La foto nos muestra al Fundador con ocasión de una visita suya a Corvino San Quirico, donde se está levantando el santuario dedicado a la Virgen de Caravaggio, deseado por la fe del canónigo Arturo Perduca y levantado con el trabajo de la Pequeña Obra. Es el año 1938. Entre una inspección y otra, Don Orione se sienta en unos improvisados y poco confortables tablones. El disparo del fotógrafo lo inmortaliza en esta postura para él inusitada. La mirada está absorta, el porte sereno. A su alrededor, el ruido de la hormigonera, el chillido de las carretillas, las voces de los empleados… Entre ellos, un grupo de seminaristas, los “peones de la Virgen”, como fueron llamados. Son cerca de cuarenta jóvenes que se alternan en el trabajo como mano de obra y que por la tarde vuelven al cercano Instituto de Montebello. Ora et labora, en un incesante ir y venir, imitando el ejemplo de su Fundador, a quien le gusta definirse como “el peón de la Providencia”, “el peón de la caridad”.
Su actividad tiene algo de increíble. Se repite que en la Congregación no hay lugar para los “frailes mosca”, es decir para los comodones o los aprovechados. Su estilo es eminentemente dinámico. Demuestra gran tenacidad en el trabajo y una alergia al cansancio que asombran. Enemigo declarado de cualquier tipo de ociosidad o pérdida de tiempo, un día manda quemar públicamente un sofá en el que ha visto sentados a algunos clérigos dispuestos a echar una siesta.

Recriminado por Don Carlos Sterpi, su vicario y colaborador, quien se lamenta de no ser debidamente escuchado, Don Orione responde: “El lunes pasado estaba en Venecia, el martes estaba en Tortona, el miércoles de nuevo en Venecia, el jueves en Trento, el viernes en Venecia, el sábado estaba en Génova, el domingo en Tortona: ahí tienes una de mis semanas. ¿Qué quieren que haga de más?”. Escribe a una de sus bienhechoras de Cortona: “He hecho todo a tiempo y agarré el directo para Florencia de las 10,50. Llegué a Tortona a las 11 de la noche del lunes y he salido la misma noche a la 1,38 del martes hacia Génova. Llegué la mañana del martes a Savona y desde allí me acerqué a ver a un sacerdote enfermo. Después en esta misma semana he estado en el noviciado de Bra, fui a bendecir por última vez a una benefactora gravemente enferma cerca de Savona, allí fui dos veces. Después fui a Génova a visitar las dos casas, fui después a Novi, donde la Divina Providencia tiene el colegio de S. Giorgio y ahora, después de haber pasado por Tortona, estoy en Venecia por dos días. Salgo mañana, después de ver los resultados de la radioscopia de un querido amigo sacerdote. ¡Téngale presente en sus oraciones y encomiéndelo al Señor!”.
La referencia de un testimonio, con ocasión del proceso de Beatificación: “Don Orione no hizo nunca veraneo, ni se concedió ningún periodo de reposo, sino que siempre ha trabajado tanto, hasta caer por la noche cansado en los brazos de Jesús; hasta morir de pié como solía decir. El trabajo continuo ha sido su gran mortificación. No se daba ni un momento de descanso, y lo que más sorprendía, combinaba este gran trabajo agotador con una continua unión con Dio. Nos recomendaba siempre a nosotras el trabajo y nos decía: Seamos los peones de Dios, ya descansaremos en el Paraíso” (Sor María Rosaria).
Pero sería un error considerar a Don Orione como un loco impetuoso, un incansable péndulo, un activista extremo, casi devorado por el frenesí de correr y correr. Limitarse a verlo (y evaluarlo) únicamente a través del metro del hacer sería como destacar sólo su acción caritativa olvidando su oración, su fe, las noches pasadas en adoración. Como todos los santos activos, él conoce muy bien el secreto y lo sintetiza en una de sus tantas espléndidas expresiones que tienen el sabor a testamento espiritual: "Fe de amor, caridad de fe". He aquí el secreto de su acción apostólica: "Si queremos hoy trabajar útilmente para la vuelta del siglo hacia la luz de la civilización, para la renovación de la vida pública y privada, es necesario que la fe resurja en nosotros… Y tiene que ser una fe aplicada a la vida. ¡Se necesita espíritu de fe, ardor de fe, empuje de fe, fe de amor, caridad de fe, sacrificio de fe! Sin fe tendremos hielo, la decadencia y la muerte. Sin fe todo es estéril, es nada, es vacía la ciencia y la vida. Se necesita pues renacer a una vida nueva: a una vida de fe sobrenatural, de fe auténtica, eficaz, profunda y práctica. ¡Necesitaremos trabajar y sacrificarnos por una humanidad mejor, a la luz alta y consoladora de la fe!". Ora et labora, y cada tanto un pequeño descanso sobre unos tablones de madera.

domingo, 28 de abril de 2019

EL MILAGRO QUE ABRE LAS PUERTAS A LA BEATIFICACIÓN DE DON ORIONE


 El 26 de octubre de 1980 el Papa Juan Pablo II beatificaba a Don Orione en la Plaza San Pedro, luego de reconocer el primer milagro atribuido a su intercesión: la sanación de Jorge Passamonti, un joven de 14 años, que padecía meningitis tuberculosa.
Un gran júbilo recorrió el mundo entero uniendo los corazones de tantos y tantas que vieron cambiar su vida sustancialmente en compañía de Don Orione y su Pequeña Obra.
Aquel anuncio de 1980 era un paso más hacia el realizado por el mismo Sumo Pontífice 24 años después, el 16 de mayo de 2004: “Don Orione Santo”.
Juan Pablo II, el papa que beatificó y proclamó santo a Don Orione, manifestó en reiteradas ocasiones su admiración por el Apóstol de la Caridad.
“Don Luis Orione se nos presenta como una maravillosa y genial expresión de la caridad cristiana.” Con esas palabras, el Santo Padre comenzaba su homilía de la beatificación de San Luis Orione:
Ver la Homilía durante la Misa de la beatificación de Don Orione completa

La historia de Jorge Passamonti y de su milagro

Todo comienza silenciosamente con un malestar, que siente a fines de marzo de 1944; malestar al que el médico no le acuerda ninguna importancia y que no impide a Jorge asistir algún que otro día a clase. Tiene 14 años y frecuenta el primer año del ciclo medio superior.
Con el pasar de los días, después de una aparente mejoría, los síntomas se vuelven alarmantes. La fiebre baja, y al malestar se añade una extraña rigidez muscular. Aún no se diagnostica la enfermedad, pero cuando Jorge pierde el reflejo de deglución y comienza a faltarle la vista, se ve la necesidad de llevarlo al Hospital de Lodi, ciudad del norte de Italia. Entonces, la madre, antes de que abandone la casa, pide que le administren los últimos sacramentos.
El Jueves Santo, 6 de abril, la enfermedad del muchacho tiene ya nombre; se trata de meningitis tuberculosa. Los médicos se sienten impotentes y primero dejan entender y luego declaran abiertamente, con suavidad y pesar, que no hay nada que hacer. En 1944 aún no se conoce en Italia el uso de los antibióticos. De meningitis se muere; y si alguno sobrevive, quedará reducido a vida vegetativa, a causa de las gravísimas secuelas que produce.
El 7 de abril, Viernes Santo, aumentan los síntomas mortales. Jorge está en coma, no llega a tragar ni una gota de agua. Lo más que puede hacer su madre es humedecerle los labios resecos. Por la tarde pasa el obispo Mons. Colchi Novati, y las hermanas le piden una bendición especial para ese muchachito que se está yendo. El obispo va al lecho y recita en alta voz las oraciones para los moribundos.
“Al anochecer -narró la Sra. Passamonti- viene el director, Dr. Pedrimoni, me dice que el muchacho no llegará a la mañana, y me pregunta si tengo la ropa lista para vestirlo. Jorge estaba con una bolsa de hielo en la cabeza. Yo que no sabía a que Santo recurrir, había deslizado debajo de la bolsa una estampa con la imagen de Don Orione. La había traído a casa de una de mis hijas, que la había recibido a su vez de una maestra.”
Hacía cuatro años que Don Orione había fallecido, y la fama de sus virtudes cristianas estaba entonces muy viva. “Pero yo no le pedía la gracia de que me salvara a mi hijo. Me parecía pedir demasiado. Le pedía solamente que durara unas horas más, para que su padre, que estaba de viaje desde San Remo, pudiera verlo aún con vida. El año anterior, cuando falleciera otro niño, su padre no había llegado a tiempo para saludarlo. Y ahora este se nos iba a ir..... Decía a Don Orione: ¿Qué son para ti unas pocas horas? Tienes toda la eternidad a tu disposición. Di al Señor que conserve con vida a Jorge hasta la mañana, cuando llegue el tren con su padre”.
Pero de repente, sucede lo inesperado. “Serían las dos de la mañana -agregó la Sra. Passamonti- cuando Jorge de repente se sentó en la cama, y él, que desde hacía días no hablaba, me dice: 'Mamá, mamá, ¡qué luz, qué luz!'. A lo que yo, a mi vez le contesto: ´¿Pero dónde está la luz, Jorge? Será la luz del Señor que viene a llevarte. Quédate tranquilo. Reza por tu papá. Feliz de ti, que te vas al cielo’. Tampoco yo me daba cuenta de lo que decía, porque estaba convencida de que Jorge se nos estaba yendo de veras. Por el contrario, acierto punto, él me dice: “Sabes, mamá, ya no me muero más”. Se apoya en mi brazo y queda con la mirada fija en un rincón de la pieza. Luego agrega: “Ahora, duerme tú también”.
Cuando la madre se despertó, era ya el alba, y Jorge estaba durmiendo “con una calma que me hubiera parecido la de la muerte. Y pensaba dentro de mí: ¡qué madre que soy!¡Dormir mientras un hijo muere! Perdóname Jorge, no lo hice queriendo. Pensé luego que debía comenzar a limpiar la pieza, y fui a buscar una escoba. De vuelta, encontré a Jorge sentado en la cama, embebiendo un pan negro con una taza de leche, y sin darme tiempo a hablar, me dice: “¿Mamá, no hay más pan? Este se acaba. Tengo mucha hambre, me siento del todo vacío.” Corrí entonces afuera a llamar a la religiosa que nos acompañaba. Cuando entró en la salita y vio ella también que Jorge mojaba el pan en la leche, se apoyó en la puerta como si se estuviera desmayando. No te muevas, que voy a llamar al doctor”.
Cuando vino el médico, verificó que la fiebre de 42 había bajado a 36, que los síntomas de la meningitis habían desaparecido, para decir luego: “Señora, no se haga ilusiones; quizás sea una mejora transitoria”.
Por la tarde la noticia de la curación se había extendido ya por toda la ciudad, y al día siguiente la pieza de Jorge estaba llena de gente, compañeros de colegio y las respectivas madres que le traían bizcochos, caramelos y miel.
Jorge insistió para dejar cuanto antes el hospital y volver a clase.
Con el tiempo desapareció también el estrabismo y no apareció ninguna de las secuelas más temidas. Más aún, Jorge no solo no perdió el año, sino que fue promovido con honor pudiendo continuar con los estudios hasta graduarse de ingeniero.
En los años siguientes su caso fue examinado varias veces por teólogos y médicos; se redactó un informe clínico de 150 páginas; fueron interrogados los testigos, y se confrontaron las deposiciones y datos.
La curación resultaba repentina y perfecta, como se exige para un milagro


La beatificación de Don Orione03


Homilía durante la Misa de la beatificación de Don Orione
Don Luis Orione se nos presenta como una maravillosa y genial expresión de la caridad cristiana.
Es imposible sintetizar en pocas frases la vida azarosa y a veces dramática de aquel que se definió, humilde pero sabiamente, "el changarín de Dios". Pero podemos decir que fue ciertamente una de las personalidades más eminentes de este siglo por su fe cristiana, profesada abiertamente, y por su caridad vivida heroicamente.
Fue sacerdote de Cristo total y gozosamente, recorriendo Italia y América Latina, consagrando la propia vida a los que sufren más, a causa de la desgracia, de la miseria, de la perversidad humana. Baste recordar su activa presencia entre los damnificados por el terremoto de Messina y La Mársica. Pobre entre los pobres, impulsado por el amor de Cristo y de los hermanos más necesitados, fundó la Pequeña Obra de la Divina Providencia, las Pequeñas Hermanas Misioneras de la Caridad y, luego, las Sacramentinas ciegas y los Eremitas de San Alberto.
Abrió también otras casas en Polonia (1923), en los Estados Unidos (1934) y en Inglaterra (1936), con verdadero espíritu ecuménico. Después quiso concretar visiblemente su amor a María, erigiendo en Tortona el grandioso santuario de la Virgen de la Guardia. Me resulta conmovedor pensar que Don Orione tuvo siempre una predilección particular por Polonia y sufrió inmensamente cuando mi querida patria, en septiembre de 1939, fue invadida y destrozada. Sé que la bandera polaca blanca y roja, que en aquellos trágicos días llevó triunfalmente en procesión al santuario de la Virgen, está colgada todavía en la pared de su pobrísima habitación de Tortona: ¡Allí la quiso él mismo! Y en el último saludo que pronunció la tarde del 8 de marzo de 1940, antes de trasladarse a San Remo, donde moriría, dice también: "Amo tanto a los polacos. Los he amado desde chico; los he amado siempre... Amen siempre a estos hermanos nuestros".
El secreto y la genialidad de Don Orione brotan de su vida, tan intensa y dinámica: ¡Se dejó conducir sólo y siempre por la lógica precisa del amor! Amor intenso y total a Dios, a Cristo a María, a la Iglesia, al Papa, y amor igualmente absoluto al hombre, a todo el hombre, alma y cuerpo, y a todos los hombres, humildes y sabios, santos y pecadores, con particular bondad y ternura para con los que sufrían, los marginados, los desesperados.
Así enunciaba su programa de acción: "Nuestra política es la caridad grande y divina que hace el bien a todos. Que sea nuestra política la del "Padrenuestro". Nosotros sólo miramos a salvar almas. ¡Almas y almas! Esta es toda nuestra vida; éste es nuestro grito y nuestro programa: ¡toda nuestra alma y todo nuestro corazón!" Y exclamaba así con acentos líricos: ¡Cristo lleva en su corazón a la Iglesia y en su mano las lágrimas y la sangre de los pobres: la causa de los afligidos, de los oprimidos, de las viudas, de los huérfanos, de los humildes, de los rechazados: detrás de Cristo se abren nuevos cielos: es como la aurora del triunfo de Dios! ".
Tuvo el temple y el corazón del apóstol Pablo, tierno y sensible hasta las lágrimas, infatigable y animoso hasta la intrepidez, tenaz y dinámico hasta el heroísmo, afrontando peligros de todo género, tratando a las altas personalidades de la política y de la cultura, iluminando a hombres sin fe, convirtiendo a pecadores, siempre recogido en continua y confiada oración, acompañada a veces de terribles penitencias. Un año antes de la muerte, había sintetizado así el programa esencial de su vida: "Sufrir, callar, orar, amar, crucificarse y adorar". Dios es admirable en sus Santos y Don Orione es para todos ejemplo luminoso y consuelo en la fe.
Mantengan el espíritu del fundador
"El espíritu del Beato Don Orione invada sus almas, las sacuda, las haga vibrar con santos proyectos, las lance hacia los sublimes ideales que él mismo vivió con heroica constancia".
Plaza de San Pedro, Vaticano, 26 de octubre de 1980 - Juan Pablo II
https://donorione.org.ar/web/index.php/miradoras/5937-luis-orione-beato-el-milagro-que-le-abrio-la-puerta-a-los-altares

jueves, 25 de abril de 2019

VIRGEN DEL BUEN CONSEJO

Don Orione devoto de la Virgen del Buen Consejo

por Padre TEO
Buen Consejo La devoción a la Virgen del Buen Consejo ha ido marcando la historia de Don Orione y de la Congregación.
Autor: Flavio Peloso
Una devoción que Don Orione cultivó desde seminarista.
Junto a su altar, en Tortona, se consagró con Don Gaspar Goggi y consagró a los primeros muchachos del Oratorio.
Sus visitas al santuario de Genazzano y un episodio milagroso.
La Virgen del Buen Consejo patrona de Albania y de las comunidades orionistas de Elbasan y de Shiroka-Bardhaj.

Quien peregrine a Tortona y visite la ciudad tras los pasos de Don Orione, no puede dejar de hacer una parada en la catedral. Entrando, al fondo de la gran nave, a la izquierda hay un altar con un pequeño cuadro de la Virgen del Buen Consejo. Era un lugar muy querido por Don Orione, unido a la historia de la Pequeña Obra de la Divina Providencia.
“Cuando era seminarista – cuenta Don Orione – tenía como profesor de teología a un canónigo venerable, que enseñaba desde hacía muchos años, muy piadoso y muy culto, muy devoto además de la Virgen del Buen Consejo, de la que quiso un cuadro en la Escuela de Teología y en el descansillo del Seminario de Tortona. Difundió la devoción por todas las parroquias de la Diócesis enraizándola en sus alumnos. ¡Y escribió mucho sobre la Virgen! Cada año quería que se celebrase con devoción en la Catedral la solemnidad del Buen Consejo y nos contaba cómo la imagen había llegado desde Albania”.

Don Orione, cuando inició la aventura de la fundación, reuniendo a Mario Ivaldi y a los primeros muchachos que frecuentaban el oratorio en la habitación y en los bóvedas de la catedral, tomó la costumbre de llevarles a rezar ante aquel cuadro. Después nació el oratorio propio y verdadero, y fue Mons. Novelli nombrado por el obispo Mons. Bandi, como Director del Oratorio San Luis. Luis Orione era nada más que un seminarista veinteañero en 1892. Don Orione dirá confidencialmente: "La Pequeña Obra nació a los pies de la Virgen del Buen Consejo y en las manos de Mons. Novelli".
Aquel modesto lugar de devoción, el altar de la Virgen del Buen Consejo, era también muy querido por el Siervo de Dios Don Gaspar Goggi que vivía en Tortona antes incluso de conocer a Don Orione. “¡Oh, qué devoto era Gaspar de la Virgen del Buen Consejo!”, recordaba más tarde su hermana Teresa. “Nos parábamos todos los días delante de Ella, en el altar de la catedral, en aquellos lejanos años de nuestra niñez, pasados con tanta alegría en Tortona”.
Más tarde aquellos dos jóvenes – Orione y Goggi – hicieron una profunda amistad. Para consagrar juntos su vida eligieron un lugar para ambos muy querido: delante de la imagen de la Virgen del Buen Consejo de la Catedral de Tortona. Como dirá después Don Orione, fue “una ofrenda a la Iglesia de Jesucristo; una ofrenda de la vida a Jesús para la gloria de Dios y para la salvación de los pueblos”. Hasta que vivieron, renovaron juntos cada año aquella ofrenda de vida.
Conocemos la vida bella de Don Gaspar Goggi “primer Hijo de la Divina Providencia” y también su prematura muerte el 4 de agosto de 1908 (estamos en el año centenario). Don Orione lo lloró más que a su madre o a su padre.
Al año siguiente, cuando el 26 de abril de 1909, fiesta de la Virgen del Buen Consejo, Don Orione volvió puntual a renovar su consagración delante de la querida imagen en veneración en la Catedral de Tortona, volcó en una hoja arrugada su pena. “¡A Ti, oh mi querida Virgen! ¡Son ya tantos años, en este tu santo día en que vengo a tus pies con el primer Hijo de la Divina Providencia y todos los años en esta fiesta veníamos aquí! ¡Este año aquel pobre querido hijito ha muerto, y estoy aquí solo! ¡Oh María, querida Virgen mía, mira las lágrimas de mi pobre corazón! ¡Mira, este año no sé que decir: perdóname, estoy solo, mi pobre hijito ha muerto! ¡Lloro, pero me consuelo pensando que tú eres tan buena que me sabes comprender! Pero sé que también él está aquí. Son tantos años que este día lo pasábamos juntos; éramos tres: tú, oh querida Virgen mía, él y yo. ¡Has llorado tanto también tú, oh querida Virgen! ¡Déjame llorar un poco! ¡Estoy solo… mi pobre hijito ha muerto!”.
Don Orione siempre celebraba y les recordaba con afecto a los cohermanos la fiesta de la Virgen del Buen Consejo, el 26 de abril.
En unas Buenas noches del 25 de abril de 1934, dijo: Mañana es la Fiesta de la Virgen del Buen Consejo, que es de un modo particular venerada en Genazzano, no muy lejos de Roma. El Señor me dio la consolación de ir varias veces a Genazzano y allí he probado suaves dulzuras espirituales, he llorado y recuerdo aún aquellas lágrimas llenas de un amor no terreno sino… así…
Y aún cuando no haya tenido la consolación de tocar aquella superficie del muro sobre la que está pintada la Virgen Santa, la Virgen del Buen Consejo, porque aquellos Religiosos ahora han puesto delante unos cristales, votos, corazones de plata, por lo que ya no se puede tocar, aún así uno queda contento.
Ustedes ya conocen esa historia de la aparición extraordinaria (la cuenta brevemente). Cuando fui y estuve delante de aquella Imagen en Genazzano y vi aquellos cristales, quería casi dar un puñetazo… Había leído de hecho que se puede ver la parte superior del cuadro totalmente separada del muro, sin nada que la sostuviese, de modo que se podría con una cuerda tensa pasarla por detrás y delante del cuadro y por cada lado sin que la cuerda tocase nada. Se veía también, lo decían los libros que hablaban de ello, la corona despegada de la Imagen y sólo sostenida desde arriba; y también la del Niño… Quería ver si todo aquello era verdad… Pero me venían ganas de romper esos cristales, porque lo he creído, y me ha surgido una certeza, por lo que no podía no creer. Sabéis que yo creo muy poco, (se ríe) todavía por entonces no podía hacer a menos que creer. Y me he sentido consolado y lloré las lágrimas más dulces de mi vida”.
Don Orione visitó Genazzano varias veces. Tenemos una postal autógrafa expedida a la Señora Angelina de Tortona de 1924. “Desde el Santuario de Genazzano, el día 28 de junio de 1924. Desde los pies de la Virgen del Buen Consejo, y desde aquí, donde se apareció, ruego y bendigo a usted, a su hermana y los parientes de ustedes. Dev.mo Don Orione”.
Un fraile agustino contó varias veces un fenómeno prodigioso del que fue testigo.
El 7 de abril de 1931 – leemos en el Diario del Instituto de Vía Sette Sale en Roma – los clérigos fueron en peregrinación a Genazzano: “El hermano sacristán nos contó un hecho que tiene algo de prodigioso sucedido a D. Orione, del que él mismo hermano fue testigo. Don Orione después de haber celebrado la S. Misa, mientras hacía su acción de gracias en el Altar de la Virgen, fue arrebatado en éxtasis por unos momentos y fue visto (también por la gente) elevado sobre la tierra, muy atento mirando el cuadro de la Virgen.
Don Domingo Sparpaglione visitó el Santuario de Genazzano, con don Risi y el señor Moresi, el 30 de noviembre de 1932: "Un fraile nos contó que Don Orione delante de la imagen prodigiosa de la Virgen entró en una especie de milagroso éxtasis con levitación de la persona. Dijo que mientras él se había vuelto a un reclamo de un hermano, justo en ese momento, Don Orione se había elevado de la tierra, y cuando se giró vio y constató que se encontraba sobre la mesa del altar. Él estaba convencido de que se trataba de un prodigio".  
Sabemos que la Virgen del Buen Consejo es patrona de Albania donde actualmente la Congregación tiene dos comunidades, en Elbasan y en Shiroka-Bardhaj. Un motivo más para la devoción y la oración. Es un nuevo capítulo de la protección de la Virgen del Buen Consejo que ha acompañado la historia de Don Orione y de la Congregación desde el inicio.

jueves, 4 de abril de 2019

LA MADONINNA DE MONTE MARIO

Roma, el voto de 1944 y la ‘Madoninna’’ de Monte Mario

 padreteo
Roma, el voto de 1944 y la Madoninna de Monte Mario
Autore: Giovanni Marchi
Pubblicato in: MESSAGGI DI DON ORIONE
OLYMPUS DIGITAL CAMERA         Roma en 1944 podía convertirse en el epicentro del choque frontal entre las tropas alemanas que ocupaban la ciudad y las de los aliados que estaban llegando. Don Piccinini y los orionistas promovieron un voto popular a la Virgen “Salus populi romani”, más tarde dirigido a la Virgen del Divino Amor. El intercambio de los ejércitos, por misericordia de María y por la obra del Papa, llegaba sin que la ciudad santa tuviese mínimamente que sufrir.
La iniciativa de los Amigos de Don Orione
La primera iniciativa de un voto solemne a la Virgen, para impetrar la salvación de Roma y de sus habitantes por los peligros en la Segunda Guerra Mundial, fue obra de los Amigos de Don Orione, (1) entre los que estaban Riccardo Moretti, Ferruccio Lantini, el padre Stefano Ignudi, Alfonso Bartoli, Vincenzo Ceresi, Don Brizio Casciola, Leone Castelli, Carmine Caiola, Cesidio Lolli, Don Pirro Scavizzi, Gabrielli, Ferlosio, La Pira, De Leva, Ceccarelli, Matta, etc., animados por el Director Provincial Don Gaetano Piccinini , (2) presidente del Instituto San Filippo Neri en la Vía Appia Nuova. Después del segundo bombardeo de Roma, el 9 de agosto de 1943, ellos hicieron el propósito de hacer un voto solemne a la Virgen, (3) es decir, celebrar dignamente con renovado empeño de vida cristiana y con obras de caridad y devoción, si Roma fuese salvada de la guerra.
El grupo de Amigos de Don Orione se reunía cada mes en la iglesia de Santa Catalina en Magnanapoli, puesta a disposición por el obispo castrense Mons. Bartolomasi, y el 12 de marzo de 1944, después de la Misa celebrada por Don Brizio, mientras en una sala contigua se ofrecía el tradicional café, Lantini habló de Don Orione, del que se recordaba el cuarto aniversario de la muerte. A un cierto punto pidió la palabra el prof. Riccardo Moretti (4) para lanzar la idea del voto:”Son tantos y tales los problemas entre los que nos debatimos, dijo, que no hay más que un remedio: recurrir a la Virgen, como hizo Don Orione en 1917, cuando promovió hacer un voto al pueblo de Tortona.”


Para difundir en toda la población esta iniciativa se recurrió al sustituto en la Secretaría de Estado, por entonces Mons. Montini, después el papa Pablo Paolo VI, que prometió venir al mes siguiente a celebrar la Misa en la reunión de los Amigos de Don Orione, como de hecho haría y pronunció un discurso centrado en Don Orione y el coraje del bien (5) y después de la Misa aconsejará para organizar el voto popular a la Virgen dirigirse al padre Gilla Gremigni, decano de los párrocos y asistente de la Acción Católica. El Papa Pío XII dirigirá el 24 de abril una paterna exhortación a los fieles (6) para que el pueblo de Roma se confiase a aquella que era honrada con el título de “Salus Populi Romani” y, dos días después, el 26 de abril, un grupo de Amigos, reunidos en la Casa del Huérfano en la Vía Induno, dirigirán, con explícita referencia a las palabras del Papa, la siguiente carta.


Roma 26 abril de 1944

Beatísimo Padre.

Con la venerada carta del 24 de abril a vuestro Secretario de Estado, con la que habéis pedido una cálida y paternal invitación a los romanos para que durante el mes de mayo ofrezcan especiales oraciones a la Santa Virgen para la salvación de la ciudad y la paz del mundo, nos ha demostrado ser una vez más el “Defensor Civetitas”.
En ferviente y grata correspondencia a la llamada del padre común, la ciudadanía romana, cuando nada puede esperarse de los hombres, pero todo de Dios, se ha movido en un vivo y espontáneo deseo de implorar, según la antigua tradición, la materna piedad y la potente ayuda de la Virgen y por tanto quiere hacer un solemne y particular voto para reconducir la propia vida cristiana en austeridad de costumbres y de fundar, en conformidad de aquellas que serán, beatísimo Padre, sus santas directrices, una concreta obra de bien y de fraterna caridad, que quede como perenne y vivo testimonio de la fe, del amor y de reconocimiento de todo el pueblo hacia la gran Madre de Dios, “Salas Populi Romaní”. Sobre estos propósitos nuestros, invocamos, postrados hacia su cátedra de verdad su paterna bendición.
Recordó Don Piccinini, que fue el animador de los Amigos de Don Orione por muchos años: “Para el servicio de la casa había una “pedalina” (imprenta a pedal) casi de campaña misionera, en el instituto San Filippo Neri (7) en la barriada del Appio. Era una reliquia de nuestra Editorial Emiliana de Venecia y funcionaba aún a pedales.
Aquella misma tarde se comenzó con la composición e impresión de las primeras copias de la carta del Papa, que fueron distribuidas la mañana siguiente a los dos mil alumnos de la Escuela San Filippo, después de haberles explicado el valor y empeño que había que dar a la misma. Cada muchacho fue encargado de hacerla leer en sus casas y en otros lugares, y de recoger firmas. Estuvo en candelera ininterrumpidamente durante varias semanas, se hicieron copias de noche y de día: así la chispa que partió de la Vía Induno se convirtió en fuego en la Parroquia Ognissanti, y un verdadero incendio en los días sucesivos por todas partes. En poco más de un mes, un cómputo de las firmas recogidas indicó que había un millón cien mil.” (8)
Era ya el final de la Segunda Guerra Mundial, después del desembarco de las tropas aliadas en Nettuno y la apertura de un nuevo frente a las puertas de Roma, cuando al alba del 24 de enero de 1944 se transportó a Roma, por primera vez, la milagrosa imagen de la Virgen del Divino Amor en veneración desde siglos en Castel de Leva.
La imagen, primero expuesta en la modesta iglesita de la calle homónima, recogió las oraciones de las cada vez más numerosas personas. El 23 de febrero la imagen de la Virgen será expuesta para su veneración en San Lorenzo de Lucina para continuar recibiendo el filial homenaje de la población. El 20 de mayo la misma imagen fue expuesta en San Ignacio (9) para permitir a un mayor número de personas intervenir y rezar por la salvación de la ciudad.
La liberación de Roma
En la mañana del 4 de junio las tropas aliadas habían ocupado el santuario y la casa de la Virgen del Divino Amor. Y hacia la tarde, a las 17 horas, en el momento de mayor temor para la suerte de la ciudad, el Camarlengo de los Párrocos, el Padre Gilla Gremigni leía en San Ignacio la fórmula de la promesa para la salvación de Roma: (10) 1) reconducir la propia vida a una austeridad cristiana en las costumbres, 2) contribuir a la fundación de una obra de religión y de caridad, de modo que permaneciese por siglos como memoria de la piedad del pueblo romano.
A las 19 horas cercanas las tropas aliadas comenzaron a entrar en la ciudad sin encontrar la mínima resistencia por parte de los alemanes, que sin embargo se habían preparado para hacerlo en la distancia. Todos estuvieron convencidos de que fue la Virgen del Divino Amor quien salvó a Roma. Lo confirma Don Piccinini:”El intercambio de los ejércitos, por misericordia de María y por la obra del Papa ocurrió sin que la ciudad santa tuviese que sufrir mínimamente. La promesa, pocos días después, fue renovada con la intervención del Santo Padre y repetida después en todas las parroquias de Roma.” (11)
En la primera tarde del día siguiente hacia las 17 horas a la gran multitud que se había reunido espontáneamente en la Plaza de San Pedro, el Papa pronto achacó al voto y a la gracia recibida de la Virgen: “Roma, ayer mismo estaba temblando por la vida de sus hijos e hijas, por la suerte de sus incomparables tesoros religiosos y culturales; delante de sus ojos estaba el espectro terrorífico de la guerra y de la inimaginable destrucción, y hoy mira con una nueva esperanza y con reforzada confianza en la salvación.” (12) Y después de haber renovado con expresiones de fe y de adoración a Dios, se volvió a venerar a la “la SS. Madre de Dios y Madre nuestra María, que con el título y la gloria de “Salus Popoli Romani” ha añadido una nueva prueba de su benignidad materna que permanecerá para siempre en la memoria de la urbe.”
El día 11 de junio el Santo Padre intervino en San Ignacio para expresar públicamente el reconocimiento a la Virgen del Divino Amor por la salvación obtenida de Roma y para impetrar la paz por Italia y por el mundo. (13)
El 12 de septiembre el cuadro de la Virgen volverá triunfalmente entre el aplauso de la multitud, a su Santuario en el Castel de Leva.
El voto, suscitado por los Amigos de Don Orione y relanzado por las intervenciones apasionadas de Pío XII, se había ampliado a toda la Iglesia de Roma y será llevado a cumplimiento por las obras de caridad y de religión en particular por la Congregación de Don Orione y de Don Umberto Terenzi y de su comunidad recogida en torno al Santuario de la Virgen del Divino Amor.
Lo confirma Don Piccinini: ”Ahora, puesto que sucesivamente el voto del pueblo romano se había dirigido hacia el Santuario de la Virgen del Divino Amor en Castel de Leva, la Divina Providencia correspondía con el deber de los Amigos, poniendo en sus manos una obra ya en camino, en Monte Mario, donde tanto quedaba aún por hacer.” (14)
La estatua de la Virgen sobre Monte Mario
Se empezó por parte de los Hijos de la Divina Providencia con una gran obra benéfica para las víctimas de la guerra más inocentes e indefensas, es decir con la apertura de una primera y gran casa para niños huérfanos seguida por otra para los mutilados, en la Camilluccia, sobre Monte Mario, en los edificios de la ex Juventud Italiana del Littorio (G.I.L.). Nos recuerda siempre Don Piccinini: “Nuevos puestos, nuevos pequeños… de 70 a 100 a 150… y otros más. Un buen grupito nos rogó que los asumiéramos Mons. Baldelli; otro el obispo Mons. Filippo María Cipriani, que los trasladaba desde Gubbio, otros llegaron aisladamente.” (15)
La permanencia de los huérfanos y de los mutilados a aquellos edificios, restaurados y adecuados, no fue fácil, ni fue pacífica la posesión de las áreas verdes circundantes, con praderas y árboles sobre la colina, pero las oraciones de los inocentes que estaban acogidos, el empeño de Don Piccinini, de los sacerdotes y de los Amigos de Don Orione consiguieron resolver poco a poco todos los problemas para acomodar los derechos de propiedad.
Se pensó entonces en colocar un signo tangible, una gran estatua de la Virgen sobre aquella colina de incomparable vista de la ciudad de Roma. Y el escultor Arrigo Minerbi (16) en agradecimiento por la salvación que se le había ofrecido en Roma en los años de la persecución contra los judíos, prometió: “Denme el cobre y yo les haré la estatua”. Nació entre los Amigos una noble subasta para buscar el cobre necesario y se recurrió para estimular las donaciones a la carta que Don Orione había escrito en 1930 para la recolección de las cacerolas para la estatua de la Virgen de la Guarda sobre el santuario de Tortona. En la espera se pensó poner sobre la torreta una estatua provisional de tres metros y eso ocurrió el 31 de julio de 1950.
Siempre Don Piccinini contaba la historia fascinante, que tiene algo de milagrosa, sobre la construcción de la estatua, de su transporte desde Milán a Roma, de la búsqueda de los medios con los que debía levantarla a tanta altura, de todas las dificultades burocráticas y políticas superadas, que pueden leerse en el volumen ya citado, Roma tiene respiro.
“Todo estaba listo y la Virgen podría asomarse en actitud de bendición el 8 de diciembre de 1952, pero llegaron más dificultades con la cola del diablo, que como siempre es la más dura de pelar. ¡Se tuvo que tener paciencia por todo diciembre de 1952 y enero, febrero y marzo de 1953! Y fue propiamente por disposición de Dios, por la que aquella estatua votiva de los Amigos se elevase al cielo de Roma propiamente en la gloria del Sábado Santo, justo en el momento en que en los templos se entonaba el himno del Aleluya es cuando resonó con las palabras dadas por el artista: “Quæ sursum sunt querite… Quæ sursum sunt sapite, non quæ super terram. Miren a las cosas que hay en lo alto… busquen aquello que vale y no aquellas que están sobre la tierra.”

Y fue por tanto a la hora del mediodía al saludo de los ángeles a su soberana, ahora sí entronada sobre la más alta de las colinas de Roma: “Regina Cœli lætare, alleluia – Alégrate Reina del Cielo, alleluia.” (17)
La estatua de la "Madonnina" hizo su ingreso en el Centro Don Orione de Monte Mario, en la Vía Camilluccia 8, sobre dos camiones, enseguida rodeados por el entusiasmo y la oración de los huérfanos y mutilados, de los religiosos y de la gente cercana. Es obra del escultor Arrigo Minerbi, realizada en una fundición de Milán. El escultor judío, escondido en las casas orionistas durante la persecución nazi, afirmó que había tratado de recoger las semblanzas de la Virgen del rostro del Jesús de la Síndone, porque el "el hijo se semeja a la madre". La imagen tiene 9 metros de altura, pesa 35 quintales y está hecha toda en cobre, excepto la cara y los brazos que son de bronce.
La estatua se ha convertido con los años en un punto de referencia de la ciudad, filmada muchas veces por televisión con ocasión de los partidos de fútbol y jornadas atléticas por la cercanía con el Estadio Olímpico. Una visión de oro en el horizonte romano, signo de esperanza y de unión entre el cielo y la tierra, entre la ciudad de los hombres y la ciudad de Dios. Desde el 5 de abril de 1953, día de Pascua, quitado el velo que la recubría, la estatua de la Virgen comenzó a resplandecer desde lo alto de la colina de Monte Mario siempre en actitud de bendición sobre la ciudad de Roma.
La "Madonnina" che se levanta sobre Monte Mario fue el primer compromiso "religioso" del voto de los fieles romanos. Como cumplimiento "caritativo" fue realizado por los Hijos de Don Orione terminando el Centro de Vía de la Camilluccia, sobre la invitación del Vicariato de Roma, para muchos huérfanos de guerra y muchachos mutilados, dolorosa y viviente imagen de las atrocidades del conflicto.
NOTAS_______________________________________________
1. El 10 de diciembre de 1940 con una solemne reunión en el Instituto S. Filippo Neri, fue constituido un grupo romano de “Amigos de Don Orione” Archivo Don Orione (ADO).

2. Don Gaetano Piccinini (1904 – 1972). Fue Director y Presidente de varios institutos orionistas. ADO Fondo Piccinini.
3. El voto fue la respuesta a la invitación del Santo Padre Pío XII, de ofrecer especiales oraciones a la Santísima Virgen para la protección de Roma y la paz del mundo. ADO, Fondo Piccinini.
4. Riccardo Moretti La Piccola Opera della Divina Provvidenza, 1961, n.12, pp.115-118.
5. Card. Giovanbattista Montini “La c’è la Provvidenza!" Nove discorsi del Card. Montini agli Amici di Don Orione, Edizioni Don Orione, Milano 1964, p.9.
6. L’Osservatore Romano, “El Romano Pontífice indicó que se hicieran especiales súplicas durante el mes de mayo por la paz en el mundo. Particular invitación a los romanos a orar por la "incolumità" de la Urbe”, 24-25 abril de 1944.
7. El Instituto fue construido en 1936 e inaugurado en 1938.
8. Cfr Roma tenne il respiro, Roma, 1953, p. 121 – 122.
9. L’Osservatore Romano, “Solemne exposición de la Virgen del Divino Amor. Las circunstancias de la guerra impiden este año las peregrinaciones al Santuario del Divino Amor. La prodigiosa Imagen de la Virgen, ya transportada desde el Castel de Leva a Roma, en la pequeña iglesia en la Plaza Borghese, ha sido expuesta a la veneración de los fieles en la iglesia de San Ignacio, donde permanecerá hasta el 4 de junio, con ocasión de la anual fiesta que se celebra, tradicionalmente el día de Pentecostés”, 22-23 maggio 1944, p.2.
10. L’Osservatore Romano, “San Ignacio en honor de la Virgen del Divino Amor” 4 de junio de 1944, p.4,
11. Roma tenne il respiro, Roma, 1953, p. 150.
12. L’Osservatore Romano, “La ‘incolumità’ de Roma ocurrida según los votos del Santo Padre. El reconocimiento del pueblo de Roma al Defensor Civitatis.”
13. L’Osservatore Romano, “El Sumo Pontífice se acerca a San Ignacio a venerar a la Virgen del Divino Amor y para presidir devotas súplicas en agradecimiento por la obtenida "incolumità" de Roma y para implorar clemencia del Señor sobre las actuales necesidades y exhortar a dicho pueblo a la indispensable y saludable vuelta a la ley de Dios”.
14. Gaetano Piccinini, Una luce a Monte Mario, Roma, 1994, p. 27. 15. Ivi, p. 198.
16. Un grande scultore del Novecento: Arrigo Minerbi, “Messaggi di Don Orione” 2001, n.106, p.33- 56.
17. Cfr Roma tenne il respiro, Roma, 1953, p.348.