viernes, 30 de agosto de 2019

II ,SINTONIA ESPIRITUAL ENTRE PAPA FRANSCISCO Y DON ORIONE

DON ORIONE:Como ven, oh amadísimos, estoy de muy buen humor, eso les da la pauta de que gozo de buena salud: estén entonces tranquilos y siempre de buen humor también ustedes, sirvamos al Señor alegremente. Lett. 075 para
Jesús nuestra resurrección pertenece al futuro y la causa de los pobres, Buenos Aires, abril de 1936.
Ciertamente, cuanto más estemos de buen ánimo y listos para darnos a los hermanos y generosos con Dios, Dios será más generoso con nosotros. Y en nuestras casas habrá ese buen humor, que es propio de las familias religiosas fervientes y de buen espíritu; habrá esa santa alegría que unifica y edifica en Cristo; habrá paz, florecerá esa caridad que nos hace a todos para uno y uno para todos, y todo nos parecerá hermoso, y será de verdad hermoso y fácil y santo, y sentiremos toda la dulzura espiritual de la vida religiosa y toda la verdad del quam bonum et quam jucundum habitare fratres in unum. Lett 77, Generosidad en el Divino servicio. los días de los Santos estuvieron siempre llenos de Dios, Buenos Aires, 1° de julio de 1936
PAPA FRANCISCO:
.122. Lo dicho hasta ahora no implica un espíritu apocado, tristón, agriado, melancólico, o un bajo perfil sin energía. El santo es capaz de vivir con alegría y sentido del humor. Sin perder el realismo, ilumina a los demás con un espíritu positivo y esperanzado. Ser cristianos es «gozo en el Espíritu Santo» (Rm 14,17), porque «al amor de caridad le sigue necesariamente el gozo, pues todo amante se goza en la unión con el amado […] De ahí que la consecuencia de la caridad sea el gozo». Hemos recibido la hermosura de su Palabra y la abrazamos «en medio de una gran tribulación, con la alegría del Espíritu Santo» (1Ts 1,6). Si dejamos que el Señor nos saque de nuestro caparazón y nos cambie la vida, entonces podremos hacer realidad lo que pedía san Pablo: «Alegraos siempre en el Señor; os lo repito, alegraos»
(Flp 4,4).
123. Los profetas anunciaban el tiempo de Jesús, que nosotros estamos viviendo, como una revelación de la alegría: «Gritad jubilosos»
(Is12,6) (...)


sábado, 24 de agosto de 2019

SINTONIA ESPIRITUAL ENTRE EL PAPA FRANCISCO Y DON ORIONE

SINTONIA ESPIRITUAL ENTRE DON ORIONE Y EL PAPA FRANCISCO.
nOS DICE EL PAPA FRANCISCO:en la EXHORTACIÓN APOSTÓLICA GAUDETE ET EXSULTATE
14. todos estamos llamados a ser santos viviendo con amor y ofreciendo el propio testimonio en las ocupaciones de cada día...Sé santo viviendo con alegría tu entrega. ¿Estás casado? Sé santo amando y ocupándote de tu marido o de tu esposa, como Cristo lo hizo con la Iglesia. ¿Eres un trabajador? Sé santo cumpliendo con honradez y competencia tu trabajo al servicio de los hermanos. ¿Eres padre, abuela o abuelo? Sé santo enseñando con paciencia a los niños a seguir a Jesús. ¿Tienes autoridad? Sé santo luchando por el bien común y renunciando a tus intereses personales
NO nos olvidemos que : nosotros, orionitas, somos... herederos de un Santo.
Esto decía Juan Pablo II en su discurso en el aula Pablo VI el día de la Canonización de Don Orione:
“Una sorpresa muy grata ha sido escuchar, hace unos momentos, la voz de don Orione. ¡A cuántos corazones consoló esta voz, a cuántas personas aconsejó! A todos indicó el camino del bien. Humilde y audaz, durante toda su vida estuvo siempre dispuesto y atento a las necesidades de los pobres, hasta el punto de que fue honrado con el título de "ayudante de la Divina Providencia". Su testimonio sigue siendo muy actual. El mundo, muy a menudo dominado por la indiferencia y la violencia, necesita personas que, como él, "colmen de amor los surcos de la tierra, llenos de egoísmo y odio" (Escritos, 62, 99). Hacen falta buenos samaritanos dispuestos a responder al "grito angustioso de numerosos hermanos nuestros que sufren y desean a Cristo" (ib., 80, 170).
PALABRAS DE DON ORIONE:“Debemos ser santos, pero hacernos tales santos que nuestra santidad no pertenezca solamente la culto de los fieles, ni esté sólo en la Iglesia, sino que trascienda y arroje sobre la sociedad tanto esplendor de luz, tanta vida de amor a Dios y a los hombres para llegar a ser, más que los santos de la Iglesia, los santos del Pueblo y de la salvación social.”
Ficha 3  2019,
de Formación del MLO

lunes, 19 de agosto de 2019

LAS PROFECIAS DE DON ORIONE





Las profecías de Don Orione

Cuando en nuestra Patria Argentina la mente funcionalista postmoderna, ejerce un monopolio exclusivo y un control siniestro sobre nuestras vidas, por lo que no deja ver los hechos objetivos de la realidad, de la grave crisis con arrasamiento de los valores permanentes que hacen a la dignidad de la vida humana, como matrimonio homosexual, aborto, ideología de género, exacerbación descontrolada de toda clase de aberraciones antinaturales, ofensas perversas contra nuestra identidad nacional cristiana, la inseguridad sin la debida justicia, entre otros ¡Esto bien puede llamarse: libertinaje, no libertad!

La extrema pobreza, miserias y hambre de millones de compatriotas, depresiones y muertes, grave desocupación y angustias, de confrontaciones y divisiones. Esto bien puede llamarse: ¡los ricos dan la espalda a los pobres! Cuando la alta corrupción se enseñorea en todos los estamentos de la conducción nacional. Cuando la soberbia, la mentira y el engaño son moneda corriente. Cuando hay traiciones y falacias. Cuando los poderosos son descubiertos en sus actos punibles. Esto bien puede llamar­se: ¡el escándalo de los encumbrados!

Cuando la proporción y sentido de justicia desaparecen, porque el exceso de iniquidad ha enfriado en el corazón al amor y a la solidaridad, entonces cualquier cosa es posible en esta realidad siniestra que nos impone no obedecer ningún precepto moral, y quiere proyectarnos hacia una divinidad abstracta y así nos sentimos exiliados y aislados en la red de esta anticultura que lucha por destruir el Orden Natural y el Sobrenatural, silenciando o negando la Máxima Ley: “Amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo”. Porque en el fondo, esta triste y grave crisis está causada por el desamor que vivimos, y es un instante duro, fuerte y terminal. Y percibimos que lo peor se acerca. Nuestra Patria Argentina padece y padecerá gravemente.

Y viene a nuestra memoria las profecías de San Luis Juan Orione sobre Argentina.

El Profeta Amós advertía en la Antigua Alianza: “Dios no hace nada sin revelar sus planes a sus siervos, los profetas”.

Don Orione nació en un pueblito norteño de Italia Pontecurone el 23 de junio de 1872. Sus padres fueron Victorio Orione y Carolina Feltri. Desde niño demostró poseer dones muy especiales. Un día jugando con sus amiguitos, arrancó una flor de forma de campanilla y empezó a sacudirla como si estuviera en Misa. Y la flor tintineó. Su madre Carolina le inculcó las primeras nociones del cristiano. Si bien era un niño inquieto, todos los días iba por los campos hasta una capillita de la Virgen María, a quien le llevaba flores silvestres.

En toda su vida, Don Orione tuvo una relación muy especial, singular, diría inocente con la Santísima Virgen María que la manifestaba permanentemente y realizó múltiples obras por gracias recibidas de la Madre del Cielo.

En marzo de 1903 fun­da la Congregación: Obra de la Divina Providencia con la aprobación del Obispo de la ciudad de Tortona. Y comienza a formar a sus hi­jos en la misión de ayudar y educar a los más pobres, desposeídos y enfermos. La Casa Santa Clara en la que comenzó su Obra fue dedicada a Nuestra Señora de la Divina Providencia. Don Orione tuvo el aprecio y apoyo de San Pío X quien le encomendó tareas muy importantes. En 1913 ante el pedido del Obispo Gomes y Pimenta envía los tres primeros orionitas a Brasil.

En 1921 viaja a Brasil a visitar a sus sacerdotes. En plena tarea apostólica le llega una especial invitación de Monseñor Silvani de la Nunciatura Apostólica en Buenos Aires de viajar a Argentina para satisfacer el pedido del Obispo de La Plata, quien le ofrece a Don Orione va­rios lugares para desarrollar su misión, aceptando la parroquia Nuestra Señora de la Guardia en la localidad de Victoria, siendo así la primera casa de Don Orione en Argentina.

Fue hasta Mar del Plata donde en 1924 surgirá otra casa de Don Orione: el Colegio y la parroquia de La Sagrada Familia. Vuelve a Italia en julio de 1922 donde sigue expandiendo su obra hacia Tierra Santa, Polonia. En Génova inaugura un Cottolengo. Acepta una obra en la isla Rodas para los huérfanos del martirizado pueblo armenio. Recibe el cariño y los elogios del Papa Pío XI por su ejemplar tarea apostólica. Los pequeños Cottolengos, son las obras que inicia Don Orione con esta consigna: “La oración, sólo la oración es nuestra fuerza. Y al que llame al Pequeño Cottolengo no se le preguntará si tiene nombre, o una religión, sino si tiene un dolor”. Tomando el ejemplo de lo que hizo un gran santo en Turín: San Luis Benito Cottolengo (1786-­1842).

En 1934 inició su segundo viaje a Argentina para quedarse varios años hasta 1937 y recorrer el interior del país y varios países de América del Sur. El 24 de septiembre de 1934 en el buque Conte Grande partió desde el puerto de Génova hacia Buenos Aires acompañado de sus sacerdotes PP: Cerasani, Felici y Lorenzetti. Pero había otros ilustres pasajeros que iban al Congreso Eucarístico Internacional a realizarse en Buenos Aires, entre ellos el Cardenal Eugenio Pacelli como Legado Pontificio, luego el gran Papa Pío XII, quien les decía sonriendo a quienes iban a besar su anillo episcopal: “Vayan a besarle la mano a Don Orione, que es un santo”.

Tuvo una activa participación Don Orione y los suyos, en el 32 Congreso Eucarístico Internacional entre el 10 y 14 de octubre de 1934 en Buenos Aires, donde participaron más de dos millones de fieles. En este magno evento, Don Orione le manifestó al doctor Gonella, que Monseñor Copello que estaba construyendo tantas iglesias, no moriría sin verlas quemadas. Luego del Congreso Eucarístico decidió fundar el Pequeño Cottolengo argentino. El mismo eligió el lugar, y el 28 de abril de 1935, con la presencia del Presidente Justo, el Nuncio Apostólico, Obispos, Embajadores extranjeros, personalidades, bendice la piedra fundamental en la localidad de Claypole. Obra espléndida que cuenta hoy con veinte pabellones y cerca de mil enfermos, una hermosa y amplia Iglesia en la que se guarda en un lugar especial el corazón incorrupto de Don Orione desde el año 2000. Una verdadera ciudad de la Caridad.

Estando en una oportunidad en el Arzobispado de Buenos Aires acompañado por Monseñor Maulión, llegaron a la curia un grupo de hermanas que habían arribado desde Italia, solicitando hospitalidad, la que les fue negada, a pesar del pedio a favor de ellas de Don Orione, quien mirando con aire profético las paredes de la curia, exclamó: “Eh, le fiamme, le fiamme! Bruceranno anche la curia”. "Eh, las llamas, las llamas! La curia también será quemada ”  Don Orione no dijo todo lo profético de una sola vez y a un solo grupo de personas, sino que iba diciendo aquí y allá, a uno y a otros, según sentía la inspiración divina. Por ejemplo, el Padre José Smiriglio escribió que antes de viajar a Roma para terminar sus estudios en 1936, le pidió a Don Orione vestir la sotana, quien le respondió: “¡La sotana! y pensar que llegará un día en que los sacerdotes no querrán usar la sotana”.

El mencionado Padre Smiriglio en una carta enviada el 16 de junio de 1973 a una señora Virgilia Dolores Fernández, entre otras cosas, le decía sobre las profecías de Don Orione, que: “Había leído los apuntes que tomó el Padre Juan Carminati”, en un almuerzo en Carlos Pellegrini 1441, Capital Federal el 10 de diciembre de 1935. Carminati que no era aún sacerdote, servía la mesa, y a medida que escuchaba, iba tomando nota. Acompañando a Don Orione estaban los sacerdotes José Zanocchi, José Dutto y el Padre Fantón de Mar del Plata. Don Orione predijo cosas tan tremendas, y el Padre Fantón le decía: “¿Ud. está seguro lo que dice? ¿no tiene fiebre?” Don Orione expresó que los motivos de las calamidades predichas eran tres: 1. Esto no es libertad, sino libertinaje. 2. Los ricos están de espaldas a los pobres. 3. El escándalo de los encumbrados. Entre las calamidades que predijo figuran la quema de las iglesias. Devastaciones de ciudades. Que la sangre llegaría al río en Buenos Aires. Ríos de sangre en Córdoba. Que de la Basílica de Luján no quedaría piedra sobre piedra y que Argentina caería en manos del comunismo”. Estos anuncios proféticos Don Orione los supeditaba a una condición: “Si la Virgen Santísima, de la cual los argentinos son muy devotos, no intercede”.

El Padre José Zanocchi da fe de lo siguiente que profetizó Don Orione: “La salvación vendrá del centro de la República, y de tanta sangre que lavará tanta culpa, nacerá una flor: Una Argentina cristiana y floreciente. La paz y la felicidad renacerán para una gran fiesta de la Santísima Virgen María. Un gran civil católico gobernará el país brillantemente, mientras un Obispo excelso regirá los espíritus santamente. Habrá paz y prosperidad por muchos años, pues el Señor se ha acordado de nuestro país desde aquella noche memorable del Congreso Eucarístico Internacional de 1934”.

Don Orione le dijo al doctor Bourdieu que: “Los argentinos son de buen corazón, pero presuntuosos, confiados de sí y flojos aún el clero. Que Argentina se salvaría por su devoción a la Santísima Virgen María”.

Es bueno recordar que siempre repetía que tendríamos una gran confusión, una gran confusión y también repetía que veía al Sagrado Corazón de Jesús formar de la nada el ejército pacífico de la Caridad, que llenará de amor los surcos del odio.

Monseñor Francisco Vicentín, Obispo de Corrientes, lo había invitado a Don Orione a venir y visitar Itatí. El 26 de junio de 1937 llegó a Corrientes y él lo cuenta así: “Llegué a Corrientes anoche. Monseñor Vicentín me había mandado a buscar a Resistencia, me recibió con muchísima cordialidad y quiso dar una cena en mi honor, con invitados y todo”. Don Orione y el Padre Juan Lorenzetti que hacía de secretario, pasaron la noche en la sede del actual Arzobispado de Corrientes. A las cinco de la mañana del día 27 de junio Monseñor Vicentín estaba levantado para despedirse de ambos que siguieron viaje hasta Itatí, donde permaneció dos días junto a su querida Virgen de Itatí y a sus sacerdotes. Fue un encuentro de mucha alegría y emoción. Bien entrada la noche del día 28 de junio tomó el vapor “Iguazú” que lo llevaría navegando por el Paraná hasta Rosario, donde estuvo con los suyos y Monseñor Caggiano. En agosto de 1937 se despide de sus allegados y emprende el regreso. Una inmensa muchedumbre lo despidió en el puerto, las autoridades y el Presidente de la Nación Agustín P. Justo. Sus últimas palabras al despedirse fueron: “Vivo o muerto volveré a mi segunda Patria, Argentina”. Falleció en San Remo el 12 de marzo 1940. Su cuerpo se mantiene incorrupto en una urna de cristal en el Santuario de Tortona. Fue beatificado el 26 de octubre de 1980 y canonizado el 16 de mayo del 2004 por San Juan Pablo II.

Que la fe y fortaleza de Don Orione nos contagien para dar el buen combate con la oración diaria del Santo Rosario, que tantas naciones salvó, refundando nuestra Patria con el Amor, la Verdad, la Justicia y la Paz. Fecha  29 abril 2019

http://diarioepoca.com/959994/las-profecias-de-don-orione/

martes, 13 de agosto de 2019

LA MIRADA DE DON ORIONE


Publicada en Revista Don Orione #76 - Descargala gratis
(12/08/2019) En agosto de 2003, el P. Roberto Simionato, entonces Superior General de los Hijos de la Divina Proviencia, escribía una carta a la Familia Orionita en ocasión de los preparativos a la canonización de Don Orione, presentándonos un gran desafío: “Lo mirarán a él, nos mirarán a nosotros”. La Iglesia, los pobres y todo el mundo buscarían en nosotros sus rasgos, sus sentimientos, sus ideales e incluso su mismísima mirada.
Don Orione sabía ver las necesidades que otros no veían, su mirada se posaba paternalmente en el indigente, en el huérfano, en el excluido. Sus ojos llenos de caridad tocaban los corazones, irradiando paz, comprensión y misericordia.
Una paternidad que se traslucía
La mirada de padre de Don Orione fue uno de sus más bellos atributos que quedó en el recuerdo y en el corazón de tantos jóvenes, religiosos y laicos, que nunca la olvidaron.
En 1928, el P. Cesar Morelati ingresó a la Congregación en Italia con sólo doce años. Su mamá lo acompañó en ese primer encuentro con el santo: “Me llevó a la presencia de Don Orione aquel día inolvidable. Nos recibió con una sonrisa grande, con esos ojos luminosos y con un semblante que nos acariciaba con la mirada”.
Ya anciano, describía de modo detallado la mirada del Fundador y lo que esta producía: “Lo que le fascinaba a la gente, tanto jóvenes como adultos, era la paternidad de su afecto, que se manifestaba de inmediato en sus palabras pero más especialmente en sus ojos. Estos eran capaces de toda expresión: de bondad, de inteligencia, de compasión, pero también de ira y de indignación. Ojos negros, grandes, luminosos; sonreían, escrutaban, hechizaban. Eran las ventanas de un alma rica de todos los recursos, vibrante en la más extensa gama de los sentimientos. Su paso cansado y su aspecto a veces triste, podían no dar la impresión del hombre que era. Pero de pronto, reavivado por un sentimiento, los ojos se le iluminaban, la cabeza se erguía y Don Orione parecía otro, aún físicamente. El cambio era rapidísimo y sorprendente. Buscaba con la mirada luminosa a Cristo entre sus predilectos, los desechados por la sociedad, hasta desear finalizar entre ellos la jornada laboriosa de su existir”.
El transcurrir del tiempo no había borrado ese bello y profundo recuerdo.
Una ternura que tocaba los corazones
En la década del ’30, Carlos Berón de Astrada era un cadete del Colegio Militar de la Nación, quien tras un encuentro con Don Orione, dejó las armas para seguir a Jesucristo, como hiciera san Ignacio de Loyola: “Mi hermana quería ver a Don Orione, entonces mi padre me dijo que la acompañe y así lo hice. Llegamos a la casa de Carlos Pellegrini, donde mucha gente esperaba para hablar con Don Orione, quien en ese momento estaba atendiendo una persona. De pronto, se abre la puerta, y sale Don Orione, me clava la mirada y me dice: “Ven aquí, que voy a confesarte”, yo no entendía nada y fui atónico. ‘Inginocchiatti’, me dijo, y me arrodillé. No recuerdo lo que me dijo, sólo recuerdo su mirada”.
Esa confesión marcó un antes y un después en su vida. Pidió la baja y fue tras el Santo, llegando a ser uno de sus más estrechos colaboradores. Los años había pasado desde aquel primer encuentro, pero su rostro seguía transfigurándose al recordar esa mirada.
En esa misma época, el joven periodista y escritor Manuel Mujica Láinez entrevistó a Don Orione para el diario La Nación. Este fue el comienzo de una profunda amistad entre ambos.
Décadas después, la pluma traducía en palabras sus sentimientos: “He tratado, en el curso de mi vida, por exigencias profesionales, a bastante gente singular; he conversado con príncipes y con grandes artistas y escritores. Lo he visto pasar a Pío XII por la nave central de San Pedro, en la silla gestatoria, poco antes de su muerte. Y nadie, nadie me ha impresionado tanto como Don Orione. Nunca he captado tan próxima la presencia de lo sobrenatural. Ninguna mirada me ha sondeado como la de sus ojos, tan bondadosos y tan sabios; ninguna mirada ha penetrado de tal manera en mí, ni ha andado así, por los caminos de mi sangre, hacia mi corazón, reprochándome y perdonándome”.
En enero de 1936, Giovanni Marchi, embajador italiano en Chile, impresionado por esa mirada, quiso de algún modo inmortalizarla: “Testigos oculares afirmaron que el embajador tenía como una obsesión: lograr en una fotografía no solamente el rostro de Don Orione sino tener un documento de sus ojos excepcionales cuya mirada era dulce y temida por ser como una espada afilada que entraba en el interior de uno. De ninguna manera consiguió llevarlo donde un estudio fotográfico y se decidió sacarle personalmente varias fotografías”.
Una mirada maternal
Todos coinciden en mencionar que la mirada del Santo de la Caridad era sobrenatural, llena de bondad y sabiduría; una mirada que sondeaba los corazones y transmitía la misericordia divina.
Pero a la vez, dos testimonios nos traen una descripción muy particular: los ojos de Don Orione reflejaban también dulzura y ternura de un modo maternal, femenino.
A pocos días de sucedido el terremoto de la Mársica, Italia, en 1915, Ernesto Campese, funcionario del gobierno italiano llegó al lugar del desastre. Allí se encontró con un tosco sacerdote que trabajaba en el rescate de las víctimas: “En efecto, fui enviado con trenes llenos de cosas a Avezzano y me conmovió este cura mal vestido, que corría aquí y allí, donde sea, llevando confianza. Quise hablarle, y, abordándolo mientras de trasladaba de un lado a otro, me invitó a seguirlo. Pero ¡qué paso que tenía! Por seguirlo tropecé en una viga entre los escombros; no pude aguantar una blasfemia. Don Orione se detuvo a mirarme; pero, extrañamente, me miraba como cuando de niño me miraba mi madre cuando me mandaba alguna macana.
Luego me dijo: “¿Cómo estamos en tema de religión?”.
Yo le respondí: “Tabla rasa”.
Y él: “¿Quiere llegar a ver a Dios?”.
Y yo: “Eh! ¡Si se me muestra!”
Don Orione: “Trate cada día de hacer un poco de bien”.
Este relato, parte del testimonio para el proceso de beatificación, presenta un interesante aspecto: un hombre de Dios capaz de mirar como una madre y enseñar a ver a Dios.
A fines del mismo año, siendo adolescente, el escritor italiano Ignacio Silone compartió un inolvidable viaje junto a Don Orione, el cual plasmó en un capítulo de su libro “Salida de emergencia” (“Uscita di sicurezza”): “Lo que de él me ha quedado mas impreso en el recuerdo, era la contenida ternura de su mirada. La luz de los ojos indicaba la bondad y clarividencia que se encuentran algunas veces en ancianas campesinas, en ciertas abuelitas que en la vida han sufrido pacientemente toda suerte de tribulaciones y por eso presienten o adivinan las penas más secretas. En algunos momentos tenía, verdaderamente, la impresión de que él veía en mí más claramente que yo; pero no me resultaba desagradable”.
En su obra literaria describe unos ojos que miraban y leían el corazón; ojos masculinos que miraban maternalmente y transmitían ternura, amor y bondad de una abuela.

La mirada de Don Orione

Ojos que irradiaban fuego y luz
La mirada de Don Orione era tan expresiva y transparente que permitía vislumbrar el proceso que atravesó su persona con el correr de los años.
Quienes los conocieron de joven, hablan de ojos llenos de fuerza y pasión. El P. Giuseppe Rota, ex alumno del Colegio Santa Clara, testimoniaba: “Tenía una mirada muy vivaz: a veces le era suficiente mirar a alguno en la cara para asustarlo; pero generalmente tenía una mirada penetrante y una expresión paterna, junto a una bella voz, ardiente y persuasiva”.
Y quienes lo conocieron en su ancianidad, hablan de una mirada llena de luz. Como el P. José de Luca, sacerdote, escritor e intelectual italiano, quien así recordaba sus encuentros en Roma: “Vi varias veces a Don Orione y sin ninguna dificultad. Le hablé, me habló. Verdaderamente sus ojos despedían luz y sus palabras curaban; toda su persona, vivísima, inquietísima, estaba en paz; y al besar su mano, uno se detenía como para abrevar en esta paz”. Por su parte, el senador italiano y amigo personal de Don Orione, Stefano Cavazzoni, se refería a una reunión con personalidades importantes de la ciudad de Milán en 1939, donde el Santo expuso su obra: “Quizás un discurso lleno de celo y de calor hubiera causado menos impresión que aquel viejo pálido, endeble, con una voz tan débil que era preciso contener la respiración para escucharla, pero con una luz en los ojos que valía por todas las palabras”.
El 1° de febrero de 1939 el embajador chileno ante la Santa Sede Carlos Aldunate Errázuriz y su familia visitaron a Don Orione en Tortona. La Sra. Adriana Lyon Lynch, esposa del diplomático, escribió en su Diario de Viaje: “Salimos temprano camino de Tortona (...) En el pueblo subimos a su casa, muy pobrecita (...) Al poco tiempo llegó un sacerdote viejito, humilde de apariencia, con una mirada vivísima a la vez que de una bondad y simpatía impresionantes, nos hizo entrar a su pieza de trabajo, pobrísima, con una pequeña estufa, su mesa y unas cuantas sillas de paja. Estábamos con Don Orione...”
Aquel seminarista hiperactivo que trasmitía fuego, se había convertido en un sabio anciano que iluminaba. Su cuerpo había envejecido pero sus ojos seguían tocando los corazones.
“Los ojos son el espejo del alma”
Quienes conocieron a Don Orione hacen referencia de su mirada, destacando la profundidad de la misma y capacidad de penetrar en el interior de las personas. Basta mirar sus fotografías para sentirse envuelto por la serenidad, la paz y la dulzura de sus ojos.
Estos recuerdos y testimonios nos emocionan e introducen en el misterio de la santidad de Don Orione; una caridad universal que llegaba a cada individuo, que no excluía a nadie. Aquellos ojos negros de mirada tierna y penetrante, irradiaban amor a Dios y amor al prójimo de un modo tan profundo que transforma la vida de las personas.
Animémonos nosotros también a mirar a los ojos del Santo de la Caridad, dejémonos abrazar por esa mirada de padre y de madre; que su amor nos toque y trasforme nuestra vida. Pidámosle al Señor la gracia de poder ver como Don Orione veía, tener una mirada como la suya, capaz de transmitir amor, paz, serenidad y misericordia. Y así, cuando nos miren a nosotros, lo vean a él.