domingo, 13 de septiembre de 2020

AMOR/CARIDAD

AMOR

SE EXPRESAN A TRAVES DE MENSAJES DE  AMOR Y POEMAS DE AMOR.

SE LO SIMBOLIZA A TRAVÉS DE UN CORAZÓN.

El término amor puede tener otro significado x ej el esmero y agrado con el que se realiza una cosa. El amor es uno de los valores más importantes, es la fuerza que nos impulsa para hacer las cosas bien, con una clara diferencia entre el bien y el mal Nos lleva a la Paz, tranquilidad, alegría con nosotros mismos. E l más claro ejemplo de Amor Incondicional es el amor a Dios, ya que es una entrega total sin esperar nada a cambio.

El amor  a Dios es una actitud en la cual la mente, el corazón y el alma están alineados a fin de que se cumpla la Voluntad de Dios. Es decir que nuestro espíritu y acciones reflejan ese amor que sentimos por Dios, el prójimo y por nosotros. El amor a Dios implica una postura de reflexión y compromiso sincera que se puede demostrar a través de la oración, comunión y confesión de nuestros pecados. 1 Cor 13,4-5,

CARIDAD:

En griego: ágape,  amor fraternal, y en latín Cáritas o amor, la caridad tiene por frutos el gozo, la paz, la misericordia. Exige la práctica del bien y la corrección fraterna, es benevolencia, desinteresada, generosa, es amistad y comunión.

 Sentimiento  o actitud que impulsa a interesarse por las demás personas y a querer ayudarlas  especialmente a las más necesitadas. Virtud Teologal que consiste en amar a Dios  sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo

Amor no es igual a caridad, amor ya existía antes de Cristo, pero Cristo nos enseñó el ápice del amor, que es la caridad, es decir entregarse al otro

AMAR HASTA EL FINAL / FERNANDO FORNEROD FDP

 

Amar hasta el final: Juan, Luis y Jesús Eucaristía

Fernando Héctor Fornerod fdp

Pcia. Roque Sáenz Peña

Chaco

Bien sabemos que Luis Orione fue un verdadero escritor. La gran variedad de manuscritos, especialmente los que se refieren a sus primeros años como fundador, nos ayudan a marcar las etapas del desarrollo de la reflexión en algunos temas más importantes, como son el fin de la congregación, los medios de apostolado, los desafíos que le tocaba vivir, el horizonte de la Iglesia hacia la construcción de una verdadera sociedad humana, entre otros tantos argumentos.

Ahora bien, la actividad apostólica desarrollada por Luis Orione no solamente tuvo características originales por su popularidad y creatividad. Revela, también, el alma profunda de su estilo de vida cristiana. Su vida estuvo siempre atravesada por una espiritualidad definida como «espiritualidad de brazos arremangados». En efecto, en la aceptación de la voluntad de Dios y en la caridad, es como Don Orione y su familia contribuyen con su apostolado a «Instaurare Omnia in Cristo», especialmente entre los más pobres, que son el tesoro de la Iglesia. La noche del 22 de julio de 1936 escribía a Don Carlos Sterpi desde Buenos Aires:

[...] 3° El fin particular y especial consiste en propagar la doctrina y el amor a Jesucristo y a la Iglesia, especialmente en el pueblo; atraer y atar con un vínculo dulcísimo y estrechísimo de mente y corazón, a los hijos del pueblo y las clases trabajadoras, a la Sede Apostólica, en la cual, de acuerdo a las palabras de San Pedro Crisólogo, «el Beato Pedro vive, preside y otorga la verdad de la fe a quien se la pide» (Epist. ad Eut. n. 2) y eso con el apostolado de la caridad entre los pequeños y los pobres, mediante aquellas Instituciones y Obras de misericordia más aptas a la educación y formación cristiana de los hijos del pueblo, y a conducir las multitudes hacia Jesucristo y su Iglesia [...][1].

Todo esto nos permite formular una clave de lectura que nos ayude a dar con el espíritu de cuanto él escribió. Efectivamente,  la conciencia orionina plasmada en sus cartas, es fruto de la reflexión sobre la praxis pastoral acontecida. Por lo que los investigadores del carisma, tienen un enorme trabajo pendiente que ofrecernos: el de iluminar los escritos de nuestro Fundador con gestos particulares de su vida. Para que los hechos vividos por Orione, nos revelen el espíritu de sus dichos y escritos.

Quienes leyeron alguna de las biografías de nuestro Padre Fundador, conocen algunos acontecimientos de su vida, que dicen más que mil palabras. Algunos fueron programáticos; y ¡hasta tantas veces proféticos! Habría muchos temas sobre los que podríamos escribir. Elegimos uno: Don Orione y la Eucaristía.

Todos nosotros sabemos del amor que Don Orione manifestó por la presencia Eucarística. Son muchos los relatos que hablan del tiempo vivido delante del tabernáculo en actitud de adoración al Señor; de la frecuencia con la que lo recibía desde el tiempo del oratorio en Valdocco, hasta la piedad de la celebración de la Misa y de su deseo de la adoración en los «Pequeños Cottolengos»[2]. Pero de entre tantos gestos eucarísticos, entre muchos, hay uno que se destaca: aquél vivido por Don Orione precisamente en 1920, cuando celebró su veinticinco aniversario de ordenación sacerdotal. Este auxilio paternal nos habla del amor por Jesús sacramentado.

 

Estamos hablando del servicio que el mismo Don Orione cumpliera al seminarista Basilio Viano (1899-1920), mientras en el «Paterno» se estaba realizando la fiesta en honor del director de la Pequeña Obra. Don Orione decidió en esas circunstancias, celebrar sus bodas de plata sacerdotales asistiendo a uno de sus hijos moribundo: el relato es conmovedor, semejante al contexto joánico del lavatorio de los pies:

[...] Aquí no se han hecho festejos. No permití hacerlos por mis 25 de sacerdocio. Aquel día debía pasarlo en Bra, en recogimiento y en el Señor; pero, en la víspera me acorde de que mi querido amigo, el seminarista Viano empeoraba en su salud y tomé la determinación de quedarme en Tortona. Pasé la noche junto al lecho de Viano, y celebré por la mañana la Misa a los pies de la Virgen de la Divina Providencia; [...] Llegada la hora del almuerzo, te contaré como lo pasé. Viano continuaba empeorando, pero conservaba su lucidez. Desde algunos días atrás, aquel pobre hijo, a pesar de los medicamentos, no había mejorado. Hasta que, hacia el mediodía, padeció un relajamiento del cuerpo que lo superó, ya que ni él se percató, ¡pobrecito! Entonces el seminarista don Camillo Secco (ahora es subdiácono) que hace de enfermero y que quizás siga siéndolo, levantó al querido enfermo y cambiamos todo: al lecho y al enfermo. De esta forma, mientras los demás comían, yo, con agua tibia lo lavaba y limpiaba, haciendo con Viano, nuestro querido enfermo, aquellos oficios humildes, sí, pero santos: lo que hace una mamá con sus hijitos. Miré en ese momento al seminarista Camillo, y vi que lloraba. Estábamos recluidos en la enfermería para evitar que nadie entre, mientras golpeaban con insistencia para que fuera rápido a almorzar. Yo estaba seguro de que lo mejor era cumplir con amor y humildad ese trabajo santo, de Dios, y me decía a mi mismo: ¡es mucho mejor esto, que todo lo que he predicado en mi vida! [...] ¿Ves? ¡Con este amor nos amamos entre nosotros! [...][3]

El P. Luis Heriberto Rivas, nos ayuda a comprender el lugar que ocupa la Ultima Cena en el evangelio de Juan:

El Evangelio de Juan no tiene una narración de la “última cena” como la que se encuentra en los sinópticos. Mientras que para éstos se trata de la cena pascual en la que participan Jesús y los Doce, Juan se refiere a una comida que tiene lugar la noche anterior a la fiesta de la Pascua. [...] El relato del capítulo 13 no describe los incidentes propios de la cena de los sinópticos (entrega del pan y del vino ...), sino que centra su atención en el lavado de los pies, un hecho desconocido por los otros evangelios. [...] La narración del lavado de los pies está hecha prácticamente sin comentarios. [...] El relator puntualiza que Jesús “se levanta de la cena”. Este no se trata de un dato superfluo, porque está mostrando lo novedoso del gesto. La acción de Jesús tendrá otro sentido. La tarea de lavar los pies a los comensales, reservada a los sirvientes, a la luz de las tradiciones judías podía ser interpretada como un gesto de suntuosa hospitalidad cuando era asumida por los dueños de casa. [...] sin embargo, mediante el gesto de lavar los pies a sus discípulos, entre los cuales está el traidor y el que lo va a negar, Jesús está mostrando el “amor hasta el fin” por el cual entrega su vida para “lavar” totalmente “a los suyos”. El “amor hasta el fin” no se deja ver sólo en el acto de humildad, sino que abraza también el lavado que Él realiza en los discípulos para que estos puedan ser partícipes de su gloria. Solamente aceptando ese acto de amor se puede llegar “a tener parte con Él” participando de su vida eterna[4].

Aquel gesto hacia el clérigo Viano fue "mejor que todas las prédicas". No era la última cena en el Cenáculo; se trataba de un almuerzo para festejar las bodas de plata sacerdotales. Don Orione no bajó a almorzar, porque no había mejor forma de celebrar esa fecha que sirviendo a uno de sus hijos enfermo. Y este tipo de servicio, que hace presente a Jesús, no es un hecho aislado en la vida de Luis Orione. Recordemos cuando él, en la santa misa ofreció su vida a cambio de la salud de Don Bosco, moribundo; o cuando asistió a Mons. Claudio Andrè la noche previa a su propia ordenación[5]. La misa y el servicio de caridad en Luis Orione, no fueron sino dos momentos de una única celebración eucarística, presencia real de Jesús.

Así como Jesús entrega su vida hasta el fin, así también en los gestos de entrega de Luis Orione, podemos entrever a Jesús que nos lava los pies a nosotros. La caridad, el servicio hecho por amor; sin otra medida que sin medidas, hace presente a Jesús servidor, tan real como lo está en el Pan consagrado. Por lo que, el amor de Don Orione a Jesús Eucaristía, no puede separarse del servicio de caridad. Es más: es su mismo contenido.

[1] Orione, L., CC., FDP, sf., 1936, odac., calo., ADO, Scr., 59,21c. Cf. Idem, a C. Sterpi, 22.07.1936, noche, c., ADO, Scr., 59,27.

[2] Venturelli, G., «Don Orione, apostolo dell’Eucaristia e suscitatore di adoratori». Sobre la iniciativa de Don Orione en Turín de los ermitaños de la Adoración Cotidiana Universal Perpetua, ve. DOPO III, 42-61. Gemma, A., «Don Orione, anima eucaristica».

[3] Orione, L., a F. Casa, 01.06.1920, c., inc., ADO, Scr., 29,116-119; (L. I, 191-195: om.); el original de esta carta se encuentra en el Monasterio de S. Maria de São Paolo (Brasil); véase la reserva de esta escena íntima que Don Orione no hace referencia a ella en una carta circular comunicando la muerte de Basilio Viano cf. Idem, ccir., 19.04.1920, L. I, 161-174.

[4] Rivas, L., El evangelio de Juan. Introducción, teología, comentario, Buenos Aires, Ediciones San Benito, 2008, 366-370.

[5] Sobre el ofrecimiento de su propia vida: DOPO I, 301 ss.; del servicio a Mons. Claudio Andrè: DOPO II, 162 no. 5e.

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"Amar eternamente y dar la vida cantando al Amor"

-San Juan de la Cruz

Si hemos logrado un acercamiento a Dios mediante la oración intima, es decir con las palabras, sentimientos y oraciones que han ido brotando de nuestro corazón, hay que dejar al alma a solas con Dios, que ella entre en dialogo, que ella se encumbre a Dios, se abra y se refugie en el, y se quede en estado de confianza, de tal modo que pueda expresarle todo lo que sienta, confesarle todo lo que anhela. Si logramos esto, nuestra alma se ira educando en Dios.

-San Juan de la Cruz

QUIERO SER UN SERVIDOR DE CRISTO Y DE LOS POBRES

 Amar y da la vida cantado al amor

el fundador- Don Orione: a usted le gustó un lema que usó desde joven, desde la apertura del primer oratorio y de la primera casita en San Bernardino de Tortona en 1893: Almas, almas.

Sí -y sonríe al recordarlo- cuando siendo seminarista, me rodeaba de algunos muchachos y jugaba con ellos en el patio de la casa del obispado. Al terminar el juego, dábamos una contraseña que nadie comprendía, ni siquiera el párroco. La contraseña quedó como programa de nuestra Congregación. Era el lema: ¡Almas, almas! Habrán leído más de una vez este grito en el encabezamiento de las cartas, grito que es todo un programa: ¡Almas, almas! Luego vendría todo lo demás.

- Usted ya está incluido en el elenco de los grandes “apóstoles sociales” italianos. También en Argentina, después de su permanencia entre 1934 y 1937, dejó claros surcos de novedad cristiana entre el pueblo. Su grito “¡Almas, almas!” abarca el bien espiritual y material del hombre, es atención a cada persona y proyecto para la sociedad. Dio respuestas inteligentes y eficaces a grandes problemas sociales y a grandes cuestiones de marginación. ¿Cómo transmite esta conducta a sus seguidores, sacerdotes, religiosas y laicos?

Debemos ser santos, pero hacernos tales santos que nuestra santidad no se reduzca al cuidado de los fieles, ni se quede sólo en la Iglesia, sino que trascienda y arroje en la sociedad tal esplendor de luz, tanta vida de amor a Dios y a los hombres que sean más que santos de Iglesia, seamos santos del pueblo y de la salvación social. Debemos ser una profundísima vena de espiritualidad mística, que invada todos los estamentos sociales: espíritus contemplativos y activos, servidores de Cristo y de los pobres...

- ¿Es esto lo que explica el estilo “popular” que ha querido imprimir a su familia religiosa: pobreza y sencillez de vida, de ambientes, de medios, vida sacrificada y acotada en función de los demás, partícipe de la ley común del trabajo?

No sólo con la predicación se convierten las almas, sino también con el trabajo. Y si en muchas familias de San Bernardino de Tortona ha entrado el Evangelio... es porque han visto trabajar a los sacerdotes. El pueblo quiere ver realidades. Por lo tanto, no es solamente el sacerdote con la estola al cuello quien puede hacer el bien, sino también el sacerdote que trabaja.

Buscar y curar las heridas del pueblo, buscar las enfermedades, salir a su encuentro en lo moral y lo material. De esta manera nuestra acción será no sólo eficaz, sino profundamente cristiana y

salvadora. Cristo fue al pueblo. Ayudar al pueblo, mitigar sus dolores, devolverle la salud. Debe estar en nuestro corazón el pueblo. La Obra de la Divina Providencia es para el pueblo. Basta de palabras, están llenos los bolsillos de ellas. Lo milagroso será poder devolver las muchedumbres a la fe que tuvieron, reconducirlas al Padre, a la Iglesia: un trabajo popular.

- Tiempo atrás, con motivo de la presentación a la prensa de su libro “En el nombre de la Divina Providencia”, Franca Giansoldati, de la agencia Adkronos, tituló a su artículo “Don Orione: como Karl Marx y Anna Kulisciov”, refiriéndose a algunas páginas suyas “sociales” famosas: la proclama en defensa de las arroceras (“Trabajadores y trabajadoras, llegó la hora de su reivindicación”), el escrito sobre el feminismo (“Mujer, familia y sociedad”), y otros.

¿Ven estas canas? Durante muchos años he visto muchos cambios de cosas y de hombres, también dentro de la Iglesia, y he comprendido que la política no es el medio mejor para atraer las almas. Se ama a la Patria realizando obras de amor, de misericordia, abrazando a los pobres, acogiendo a los pobres, cuidando a los pobres, evangelizando a los pobres, a los pequeños.

Nosotros no hacemos política; nuestra política es la caridad grande y divina, que hace el bien a todos. No miramos otra cosa que almas para salvar. Si hay que tener alguna preferencia, será para quienes nos parezcan más necesitados de Dios, puesto que Jesús ha venido más para los pecadores que para los justos. ¡Almas y almas! Esta es nuestra vida; este es nuestro grito, nuestro programa, toda nuestra alma, todo nuestro corazón: ¡Almas y almas!

 

- ¿Por dónde se empieza a educar a los jóvenes en la caridad? ¿Cuál es la primera lección?

Hay que huir de una blasfemia y usar una jaculatoria. La blasfemia: “Yo no me meto, no me toca a mí”. La jaculatoria: “Voy yo”.

- Decir caridad quiere decir con frecuencia, limosna, asistencia de quienes tienden a dejar a los pobres siempre pobres, conservando las propias posiciones de privilegio económico, cultural, social. ¿Qué entiende usted por caridad?

El amor santo que toma el nombre de caridad, es el resultado de la comunión con Jesucristo. Es el fervor de la gracia que no puede detenerse y necesita expandirse. La caridad nos manda no quedarnos en una cómoda benevolencia, sino sentir y tener compasión eficaz de los dolores y las necesidades de los demás, a quienes no debemos contemplar a distancia, puesto que son una misma cosa con nosotros en Cristo. La caridad no excluye nada de la verdad y de la justicia; pero la verdad y la justicia actúan en la caridad.

- Usted ha enseñado de mil maneras, que “nuestra predicación es la caridad”: la caridad de las obras, y antes que nada, la caridad fraterna.

Una sociedad o comunidad hermosa y fuerte, donde reine una dulce concordia de corazones y paz, no puede no ser querida, deseable y edificante para todos. En un mundo en el que no hay más ley que la fuerza; en un mundo en el que resuenan a menudo voces de guerra entre ricos y pobres, entre padres e hijos, entre gobernantes y súbditos; entre las voces de una sociedad que vive y parece que quiere hundirse en el odio, opongamos el ejemplo de una caridad verdaderamente cristiana.

- A diferencia de otros fundadores, usted no ha escogido un tipo concreto de obras, ¿por qué?

Estamos en una época de transformaciones arrolladoras, de manera que no me parece oportuno enquistarnos en una obra, atarnos a una o dos actividades.

el fundador- ¿Por qué en la formación de sus sacerdotes y sus religiosas insiste tanto en el trabajo manual?

Volvemos a empezar como los apóstoles que trabajaban ganándose la vida, y tenían todo el mundo por evangelizar. Volvemos al trabajo, y precisamente al trabajo manual, que domina las pasiones del cuerpo y las malas tendencias del espíritu. Nosotros tenemos que trabajar... para no convertirnos en “sacerdotes señores”, para no falsear el espíritu del Evangelio. Qué gran eficacia, qué hermoso apostolado se realizaría entre los pobres, si todos vieran que el sacerdote predica y trabaja, trabaja y predica, ayuda a los pobres y se gana el pan. Que no se aprovecha de los beneficios parroquiales, de los derechos de estola, para vivir sobre los pobres. Debemos ser los peones de Dios. Quien no quiera ser y no es peón de la Providencia de Dios, es un desertor de nuestra bandera.

- Pobres de salud, pobres de instrucción, pobres de afectos, pobres de casa; entre las distintas instituciones en las que acoge a los pobres, parece que al Pequeño Cottolengo, usted da el valor de símbolo, de modelo, de estilo que valga para todas las otras instituciones.

El Pequeño Cottolengo es como un pequeño grano de mostaza, al que basta la bendición del Señor para un día llegar a ser un gran árbol sobre cuyas ramas se posen tranquilas las aves. Los pájaros aquí son los pobres más abandonados, nuestros hermanos y nuestros amos. Nuestro banco es la Divina Providencia, y nuestra bolsa está en los bolsillos y en el buen corazón de los amigos y bienhechores.

El Pequeño Cottolengo está construido sobre la fe y vive de los frutos de una caridad inextinguible. En el pequeño Cottolengo se vive alegremente: se reza, trabaja cada uno según sus fuerzas, se ama a Dios; se ama y se sirve a los pobres. En los abandonados se ve y se sirve a Cristo en santa alegría. ¿Hay alguien más feliz que nosotros? También nuestros queridos pobres viven contentos: ellos no son huéspedes, no son asilados, sino que son los dueños, y nosotros sus siervos; ¡así se sirve al Señor! ¡Qué hermosa es la vida en el Pequeño Cottolengo! Es una sinfonía de oración por los bienhechores, de trabajo, de alegría, de cantos y de caridad.

- Pero con la necesidad de sacerdotes y de religiosas que hoy tenemos en las Parroquias, en la catequesis, con la necesidad de evangelizadores... ¿no están desaprovechados en un Pequeño Cottolengo aunque sea una obra maravillosa y meritoria?

Corren tiempos en los que si se ve al sacerdote sólo con la estola, no todos le seguirán; pero si alrededor de la sotana ven a los viejos y los huérfanos, entonces sentirán el tironeo... la caridad arrastra... la caridad mueve y lleva a la fe y a la esperanza. Muchos no logran entender los actos de culto, y es necesario añadir las obras de amor. Salvador Sommariva me dijo una vez: No creía en Dios, pero ahora creo porque lo he visto a las puertas del Cottolengo.

- “Dar con el pan material, el dulce bálsamo de la fe”. Para usted, en el fondo del corazón está la salvación de las almas. ¿No puede parecer una manipulación de la caridad, un proselitismo?

Nunca forzar a nadie. Pero hablar con el amor de Dios en el corazón y en los labios, con expresiones que lleguen, que convenzan y conviertan; después Nuestro Señor pensará cómo transformarnos y transfigurarnos a nosotros y a nuestros queridos pobres en él. Él será la vida, el consuelo, nuestra felicidad y la de quienes él lleve con su mano.

- Don Orione, usted mira siempre para adelante, hacia horizontes cada vez más amplios. Verdaderamente en usted se ve, como decía San Bernardo que el amor está siempre en camino con nuevos deseos, con continuos proyectos...

Quisiera llegar a ser alimento espiritual para mis hermanos que tienen hambre y sed de verdad y de Dios; quisiera revestir de Dios a los desnudos, dar la luz de Dios a los ciegos y a los deseosos de mayor luz, abrir los corazones a las innumerables miserias humanas y hacerme siervo de los siervos ofreciendo mi vida a los más indigentes y abandonados; quisiera llegar a ser el insensato de Cristo y vivir y morir en la insensatez de la caridad por mis hermanos.

Amar eternamente y dar la vida cantando al Amor. Despojarme de todo. Sembrar la caridad a lo largo de todos los caminos; sembrar a Dios de todas las maneras, en todos los surcos; sumergirme sin cesar infinitamente y volar cada vez más alto, cantando a Jesús y a la Virgen sin detenerme jamás.

Llenar todos los surcos con la luz de Dios; ser un hombre bueno entre mis hermanos; inclinarme, extender siempre las manos y el corazón para recoger las debilidades y miserias y depositarlas sobre el altar, para que se transformen en fuerza y grandeza de Dios

el fundador Tal vez, sea ésta una de las notas que más deseábamos compartirles desde las páginas de Revista Don Orione. Nada menos que un reportaje al Fundador mismo de la Pequeña Obra.

Quisimos conocerlo, para entender mejor su obra y su pensamiento. Para eso hubo que llegarse hasta su di­rección de Tortona (Italia), en vía Emilia nº 63. Aunque, muy probablemente esta entrevista se podría haber rea­lizado en Buenos Aires, en Chaco, Montevideo, Itatí, San Pablo, Santiago de Chile, o en cualquiera de las casas donde aún viven y laten sus ideales.

Casi sin darnos cuenta, se fue abriendo un diálogo por demás interesante y reflexivo; los razonamientos fluye­ron con serenidad, apuntando siempre a lo más profun­do. Incluso frente a preguntas más incisivas y críticas, no se dejó sorprender, sino que, por el contrario, compartió varias de sus intuiciones y su concepción de la vida. Una vez más pudimos comprobar la vigencia y actualidad de su mensaje.

"Quiero ser un servidor de Cristo y de los pobres"

Publicado en edición Nº48 de Revista Don Orione / Octubre 2009

Don Orione, usted es un hombre de quien hablan todos, un sacerdote de gran corazón. Con usted empezó una maravillosa obra. Hogares, colegios, parroquias, seminarios, centros sociales, misiones, “Pequeños Cottolengos” se encuentran en toda Italia, en Brasil, Argentina, Uruguay, Polonia, España, Palestina... ¿cómo definiría su obra?

No lo sé: siento la tentación de definirla como un lío... vamos para adelante como el tren, confiando en Dios y en su Iglesia, seguros de servir a Cristo en los más necesitados. En cuanto a mí, me parece que el Señor me eligió porque no encontró a otro más miserable e incapaz que yo, para que se vea bien claro que él es el artífice de todo.

 

- La fe en la Divina Providencia está en crisis en la mentalidad moderna; “Dios no existe... y si existe, es como si no existiera”. Sin embargo, para usted, la providencia de Dios es el motivo inspirador de su vida y de su fundación.

Ciertamente, la Providencia Divina es la continua creación de las cosas. La Divina Providencia parece desconocida para el hombre, porque el hombre la ve, y muchas veces no la ama; la toca y muchas veces no cree en ella; ella lo viste mejor que a los lirios del campo, le da de comer, y él cree estar desnudo y en ayunas. Ella gobierna el mundo con su ley armónica y eterna, se esconde y no se deja ver por quien no tiene fe, aun cuando abunde en medios materiales y tenga una vasta inteligencia y mucha cultura.

- Pero hay una objeción contra la “Divina Providencia”: los escenarios de miseria y de muerte en el mundo de hoy, tan caótico e injusto; los numerosos triunfos del mal; las manifestaciones cada vez más deshumanizadas y desesperadas de una sociedad “sin Dios”.

Los pueblos están cansados, están desilusionados; sienten que toda la vida es vana, que toda la vida está vacía sin Dios. ¿Estamos en el alba de un renacer cristiano? ¡Seamos Hijos de la Divina Providencia! No seamos de aquellos catastróficos que creen que el mundo se acaba mañana.

La corrupción y el mal moral son grandes, es verdad, pero sostengo y creo firmemente que el último en vencer será Dios, y Dios vencerá en su infinita misericordia. En esta hora del mundo, hora muy dolorosa y muy triste, decidamos conservar inextinguible y cada vez más encendido el fuego sagrado del amor a Cristo y a los hombres. Sin este fuego sagrado, que es amor y luz, ¿qué quedaría de la humanidad? Con la inteligencia en tinieblas, el corazón frío, gélido más que el mármol de una tumba, la humanidad se debatirá convulsiva entre dolores de todo género sin ninguna clase de consuelo, sólo abandonada a las traiciones, a los vicios y depravaciones sin nombre... Con Cristo, todo se eleva, todo se ennoblece: familia, amor a la patria, ingenio, artes, ciencias, industrias, progreso, organización social.

fuente: revista Don Orione

 

 

ALMAS Y ALMAS !!! TEXTO COMPLETO.

 

I. Scritti di Don Orione, volumen 57, 103-104

¡Almas! ¡Almas! ([12])

No saber ver ni amar en el mundo más que las almas de nuestros hermanos.

Almas de pequeños,

Almas de pobres,

Almas de pecadores,

Almas de justos,

Almas de extraviados,

Almas de penitentes,

Almas de rebeldes a la voluntad de Dios,

Almas de rebeldes a la S. Iglesia de Cristo,

Almas de hijos degenerados,

Almas de sacerdotes malvados y pérfidos,

Almas sometidas al dolor,

Almas blancas como palomas,

Almas simples, puras, angélicas de vírgenes,

Almas caídas en las tinieblas de la sensualidad

Y en la baja bestialidad de la carne,

Almas orgullosas en el mal,

Almas ávidas de poder y de oro,

Almas llenas de sí, que sólo se ven ellas, almas descarriadas que buscan un camino,

Almas dolientes que buscan un refugio o una palabra piadosa,

Almas gritando en la desesperación de la condena

O almas embriagadas por las cicatrices de la verdad vivida:

Todas son amadas por Cristo,

Por todas Cristo murió,

A todas Cristo quiere salvar

Entre sus brazos y sobre su Corazón traspasado. ([13])

Nuestra vida y toda la Congregación deben ser un cántico y juntos un holocausto de fraternidad universal en Cristo.

Ver y sentir a Cristo en el hombre.

Debemos tener en nosotros la música profundísima y altísima de la caridad.

Para nosotros el punto central del universo es la Iglesia de Cristo, y la pieza central del drama cristiano, el alma.

Yo sólo siento una infinita y divina sinfonía de espíritus, palpitantes en torno a la Cruz. Y la Cruz destila para nosotros, gota a gota a través de los siglos, la sangre divina esparcida para cada alma humana.

Desde la Cruz Cristo grita: ¡Sitio! Terrible grito de un ardor que no es de la carne, sino un grito de sed de almas, y es por esta sed de nuestras almas por las que Cristo muere.

 

Yo sólo veo un cielo, un cielo verdaderamente divino, porque es el cielo de la Salvación y de la paz verdadera: Yo sólo veo un reino de Dios, el reino de la caridad y del perdón, donde toda la multitud de la gente es heredad de Cristo y del Reino de Cristo.

La perfecta alegría no puede estar más que en la perfecta entrega de sí a Dios y a los hombres, a todos los nombres, a los más míseros como a los más deformes física y moralmente, a los más alejados, a los más culpables, a los más adversos.

Ponme oh Señor, sobre la boca del infierno para que yo, por tu misericordia, lo cierre. Que mi secreto martirio para la salvación de las almas, de todas las almas, sea mi paraíso y mi suprema beatitud.

Amor de las almas, ¡Almas, almas! Escribiré mi vida con lágrimas y sangre.

(25/2 939) ([14])

Que la injusticia de los hombres no debilite nuestra plena confianza en la bondad de Dios.

Estoy alimentado y guiado por el soplo de una esperanza inmortal y renovadora.

La caridad nuestra es un dulcísimo y loco amor de Dios y de los hombres que no es terreno.

La caridad de Cristo es tan dulce y tan inefable que el corazón ni siquiera lo puede pensar ni decir, ni el ojo ver, ni la oreja oír.

Palabras siempre encendidas.

Sufrir, callar, rezar, amar, crucificarse y adorar.

Luz y paz en el corazón.

Subiré por mi Calvario como manso cordero.

Apostolado y martirio: martirio y apostolado.

Nuestras almas y nuestras palabras deben ser blancas, castas, casi infantiles, y deben llevar a todos un soplo de fe, de bondad, de un bienestar que eleve al cielo.

Tengamos firme la mirada y el corazón en la divina bondad.

¡Edificar a Cristo, siempre edificar! «Petra autem est Christus».

II. Scritti di Don Orione, volumen 57, 104 b-d

Abramos a mucha gente un mundo nuevo y divino, pleguémonos con caritativa dulzura a la comprensión de los pequeños, de los pobres, de los humildes.

Nuestra Italia que ha tenido a los más grandes poetas de Dios y un arte católico altísimo desde Dante a Michelangelo y de Michelangelo a Manzoni.

Son laicos en la poesía italiana los más grandes glorificadores de la Iglesia, desde el Autor del Canto de Hermano Sol al Autor de los Himnos sagrados.

Queramos estar ardientes de fe y de caridad.

Queramos ser santos vivos para los demás y muertos para nosotros.

Cada palabra debe ser un soplo de cielo abierto: todos deben sentir la llama que arde en nuestro corazón y la luz del incendio interior y encontrar a Dios y a Cristo.

Nuestra devoción no debe dejar a nadie frío y aburrido porque debe estar ser de verdad viva y llena de Cristo.

Seguir los pasos de Jesús hasta el Calvario, y después subir con él a la Cruz o a los pies de la Cruz morir de amor con Él y por Él.

Tener sed de martirio.

Servir en los hombres al Hijo del Hombre.

Para conquistar a Dios y aferrar a los otros, es necesario primero, vivir una vida intensa de Dios en nosotros mismos, tener dentro de nosotros una fe dominante, un ideal grande que sea llama que arda en nosotros y resplandezca; renunciar a nosotros mismos para los otros; quemar nuestra vida en un ideal y en un amor sagrado más fuerte.

Nadie que obedezca a dos patrones – a los sentidos y al espíritu – podrá jamás encontrar el secreto de conquistar las almas.

Debemos pronunciar palabras y crear obras que sobrevivan a nosotros.

Mortificarnos en silencio y en secreto.

Sigue tu propia vocación y mantén la fe en tus votos.

Honrémonos de poder hacer los servicios domésticos más humildes.

Debemos ser santos, pero ser santos de tal modo que nuestra santidad no pertenezca sólo al culto de los fieles, ni esté sólo en la Iglesia, sino que trascienda y vierta en la sociedad tanto esplendor de luz, tanta vida de amor de Dios y a los hombres que seamos más que los santos de la Iglesia los santos del pueblo y de la salud social.

Debemos ser una profundísima vena de espiritualidad mística que invada todos los estratos sociales, espíritus contemplativos y activos, «siervos de Cristo y de los pobres».

No se den a la vanidad de las cartas, no se dejen inflar por las cosas del mundo. Comunicarse con los hermanos sólo para edificarlos, comunicarse con los demás sólo para difundir la bondad del Señor.

2) servir a Cristo en los pobres  1) amar en todo a Cristo 3) renovar a Cristo en nosotros y todo restaurarlo en Cristo 4) salvar siempre, salvar a todos, salvar a costa de cualquier sacrificio, con pasión redentora y con holocausto redentor. Almas grandes y corazones grandes y magnánimos.

Fuertes y libres conciencias cristianas que sientan su misión de verdad, de fe, de altas esperanzas, de amor santo de Dios y de los hombres, y que a la luz de una fe grande, verdaderamente grande, propiamente “de aquella” en la Divina Providencia, caminen sin mancha y sin ningún miedo, per ignem et aquam e incluso entre el fango de tanta hipocresía y de tanta perversidad y disolución.

Llevemos con nosotros y bien dentro de nosotros el divino tesoro de esa Caridad que es Dios, y teniendo que caminar entre la gente, sirvamos de corazón a ese celeste silencio que ningún rumor del mundo puede romper y que es la celda inviolada del humilde conocimiento de nosotros mismos, donde el alma habla con los ángeles y con Cristo Señor.

El tiempo pasado ya no lo tenemos: el tiempo que ha de venir no estamos seguros de tenerlo: por tanto sólo este tiempo presente es lo que tenemos y nada más.

En nuestro entorno no faltarán los escándalos y los falsos pudores de los escribas y fariseos, ni las insinuaciones malévolas, ni las calumnias y persecuciones. Pero, oh hijos míos, no tengamos siquiera el tiempo de “volver la cabeza para mirar al arado”, es tanta la misión de caridad que nos empuja y que nos reclama, es tanto el amor del prójimo que nos arde, es tan ardiente el fuego de Cristo que nos consume.

Nosotros somos los embriagados de la caridad y los locos de la Cruz de Cristo Crucificado.

Amaestrar sobre todo con una vida humilde, santa, llena de Él, a los pequeños y a los pobres y seguir el camino de Dios.

Vivir en una esfera luminosa, embriagados de luz y del amor divino de Cristo y de los pobres y del rocío celestial, como la alondra que se eleva, cantando al sol.

Que nuestra mesa sea como un antiguo ágape cristiano.

¡Almas, almas! Tener un gran corazón y la divina locura de las almas.

[1] Nacido en Sasso di Catalda (Potenza) el 15 de septiembre de 1898 y muerto en Roma el 19 de marzo de 1962, Don Giuseppe De Luca fue “un cura romano”, como le gustaba definirse, pero también un fino intelectual relacionado con muchos intelectuales de su tiempo. Fue archivero de la Congregación para las Iglesias Orientales y activo en el movimiento de Acción Católica. Fue un prolífico autor y escritor en prosa; en 1941 fundó la casa editorial “Edizioni di Storia e Letteratura”. Protagonista de los sucesos civiles y eclesiásticos de su tiempo, relacionado con personal amistad con el Papa Juan XXIII que dejó el Vaticano para visitarlo en su lecho de muerte.

[2] Este amigo es Don Pietro Stefani que, desde 1943 a 1946, estuvo en el Instituto de la Vía de Sette Sale, a 30 metros de la casa donde vivía Don Giuseppe De Luca, con quien mantenía una amistad con encuentros muy frecuentes, también porque sustituía a Don De Luca en las celebraciones de las Misas en el Hospicio de las “Hermanas de los Pobres”. Él mismo, recordando la amistad con Don De Luca, escribe: “Le regalé un folio de carta con las palabras autógrafas de Don Orione: ¡Almas, almas! No hizo ningún comentario. Me abrazó conmovido”; ADO L IV, 35.3. Evidentemente, el autógrafo original quedó o retornó al Archivo Don Orione.

[3] El texto de Giuseppe De Luca fue publicado con el título Una página reveladora en “Nuova Antologia” del 1° de marzo de 1943, p. 13-15; el mismo comentario está publicado en el título Una página reveladora de Don Orione en el Boletín “La Piccola Opera della Divina Provvidenza” de mayo de 1943; fue posteriormente recogido en la antología Scritti a petición, Morcelliana, Brescia, p. 253-257; entró también en el volumen Don Giuseppe De Luca. Elogio de Don Orione con otros escritos y comentarios sobre él. Introducción de Giovanni Marchi con Presentación y Apéndices de Loris Capovilla, Edizioni di Storia e Letteratura, Roma, 1999, p.93-97.

[4] Giuseppe Zambarbieri nació en Pecorara (Piacenza) el 26 de noviembre de 1914 y murió en Roma el 15 de enero de 1988. Conoció y siguió a Don Orione siendo aún estudiante; estuvo muy cercano a él con tareas de secretario desde 1938 hasta su muerte. Se ordenó primero sacerdote en 1941, y después religioso, en 1943. Fue director en Novi Ligure y después del Pequeño Cottolengo de Milán. En 1958 fue elegido vicario general de la Congregación y, sucesivamente, Superior General desde 1963 a 1975. Tuvo dos hermanos sacerdotes: Ángel después Obispo de Guastalla (+ 1970), y Alberto orionista (+ 1985). Véase la biografía de Ignazio Terzi, Don Giuseppe Zambarbieri. Una integración carismática de Don Orione, Barbati Orione, Seregno, 1993.

[5] Presentación del fascículo “Servir en el hombre al Hijo del Hombre”, fechado el 13 de abril de 1972, por la editora de la Escuela Tipográfica San José de Tortona, de 16 páginas.

[6] La compilación de los volúmenes de los Escritos de Don Orione, hasta el Volumen 64, se remonta a finales de los años 50. Evidentemente estos otros folios de los “Appunti de 1939”, dados a conocer por Don Zambarbieri en 1972, fueron añadidos posteriormente y, para dar continuidad a aquellos denominados “¡Almas, almas!”, se les puso seguidamente las páginas 104 b

[7] Es de notar que en el fascículo impreso el texto aparece nítido y pulido, mientras la fotocopia presente en el Archivo es más bien áspera y se trasparentan las sombras del texto escrito por la otra cara del folio.

[8] Filiberto Guala nació en Montanaro (Turín), el 18 de diciembre de 1907 y murió en la Trapa de las Frattocchie (Roma), el 24 de diciembre de 2000. Fue un personaje muy conocido en Italia. Llevó una vida de activista católico, de manager de alto nivel en la administración pública italiana: fue presidente de INA-Casa, primer administrador delegado de la moderna RAI; organizó y organizó muchas iniciativas para la reconstrucción de Italia después de la II Guerra Mundial. En 1960, dejó todo y se hizo monje trapense. Conoció y frecuentó a Don Orione en los años 1938-1940 recibiendo de él una huella retenida como profunda e indeleble. Puede verse su perfil biográfico en AA. VV., Filiberto Guala l’imprenditore di Dio. Testimonios y documentos, Piemme, Casale Monferrato, 2001.

[9] Texto publicado en la p.11 de Sete di anime. Un texto de Don Orione comentado por Fray Filiberto Guala, “Messaggi di Don Orione” n.10, 1972, p. 11.

[10] Pío Dante Mogni nació en Sarezzano (Alessandria) el 18 de abril de 1907; creció en la escuela de Don Orione, fue religioso ejemplar y docto. Entró posteriormente en la Orden de los Trapenses; murió el 4 de febrero de 1975 en el monasterio de las Tre Fontane de Roma.

 

[11] Servir en los hombres al Hijo del Hombre. La comprensión de los pequeños, de los pobres, de los humildes, “Messaggi di Don Orione” n.21, 1974.

[12] Está escrito sobre el margen izquierdo del folio, casi como para dar un título a lo escrito.

[13] Los titulares son de redacción y no del texto autógrafo.

[14] Esta fecha está escrita así por Don Orione mismo.

AÑMAS Y ALMAS, LA HISTORIA DE ESTOS DOS TEXTOS QUE PERMANECIERON SEPARADOS SIENDO UNO

 

ALMAS Y ALMAS ¡!!

En los apuntes de la primavera de 1939, Don Orione se muestra él mismo, su fe, y su visión de la vida, su carisma y su proyecto. Aquellos apuntes estuvieron separados. Ahora podemos leerlos juntos y de modo consecutivo.

“¡ALMAS, ALMAS!”: Historia de un texto significativo de Don Orione.

Probablemente sea el texto más citado de Don Orione. La larga letanía de Almas, que “Cristo a todas quiere salvar” y por las que Don Orione pide “ponme, Señor en la boca del infierno, para que yo, por tu misericordia, lo cierre”, impresionó a muchos. Son páginas de alta mística y de un lirismo vibrante. Aquí están las líneas esenciales de un programa apostólico que tiene la sencillez y la practicidad evangélicas. Son las palabras con que Don Orione, al cerrarse ya su vida terrena, se muestra a sí mismo, su carisma, su antropología religiosa.

El texto de Don Orione conocido con el título de “¡Almas, almas!” está comúnmente combinado con otro texto, también muy conocido, definido como “Appunti de 1939”. Los dos textos fueron archivados uno detrás de otro entre los Scritti di Don Orione, en el volumen 57: en las páginas 103 – 104 el primero y en las páginas 104 b-d el segundo. En el Archivo Don Orione se ha conservado el autógrafo del texto mismo ¡Almas, almas! en cuatro páginas de 28 x 17 cm, mientras que sólo tenemos la fotocopia de los Appunti de 1939, que ocupan seis páginas. Estos dos textos están considerados como dos partes unidas entre ellas por el género literario “notas autobiográficas” y por la referencia fechada de la primavera de 1939.

¿Cuál es la historia de estas bellas páginas, justamente famosas, de Don Orione?

El primero en ocuparse de estas páginas fue Don Giuseppe De Luca ([1]) que pudo tenerlas entre las manos, dadas por “un amigo que prefiere permanecer desconocido”. ([2]) Se trata, escribe De Luca, de “una hoja ‘in ottavo’, escrito por las cuatro caras, a página llena, tumultuosamente, con uso de sumarios, descuidos evidentes, algunas tachaduras y añadidos en las interlíneas. Cuál era la pretensión de Don Orione, yo no lo sé, ni lo sabe el amigo o al menos no me lo ha dicho. Un borrador de un discurso no parece; y esa fecha entre paréntesis hace pensar en una anotación íntima. Que sea un escrito para otros, no parece claro tampoco: tantas confidencias de sí mismo no las habría hecho. Creemos que estas cuatro páginas sean el residuo sobre papel de una hora de oración; el intento de salvar, con tinta y sombra, un recuerdo de afectos, un pasaje de luz, una señal de momentos llenos que explotan en el silencio y dejados caer quietamente, como cae una tarde entre los árboles en el campo”. De Luca presentó de este modo el texto orionista en su artículo. Una página reveladora publicada en la importante revista “Nuova Antologia” del 1° de marzo de 1943. ([3])

Don De Luca, por tanto, pudo ver y leer sólo el texto “¡Almas, almas!”, el que en la recogida de los escritos de Don Orione corresponde al volumen 57, 103 – 104.

¿Por qué se pensó que los Appunti de 1939 eran una segunda parte?

Probablemente porque en la página 3 de ¡Almas, almas!, aparece la fecha “25.2.1939” después de la frase “Escribiré mi vida con lágrimas y con sangre”. El texto que sigue a esa fecha seguramente fue escrito en un tiempo sucesivo, y por tanto en la primavera de 1939; resulta muy parecido autógrafo de los Appunti de 1939, que Don De Luca no conocía y del que habla sin embargo Don Giuseppe Zambarbieri.

Don Giuseppe Zambarbieri, ([4]) que fue secretario personal de Don Orione y después superior general desde 1963 a 1975, escribe: “Estas páginas de Don Orione donde el Siervo de Dios había dejado algunos pensamientos tal vez después de horas de oración, habían quedado por largo tiempo, desde la primavera del 39, en su mesa de trabajo en la Casa Madre de Tortona. Recogidas por quien tenía el encargo de reordenar las cartas del venerable fundador [es decir, él mismo] fueron después dadas al arcipreste de Borzonasca, Don Ángel Zambarbieri, que las custodió celosamente, inspirado por esas enseñanzas en su servicio parroquial y episcopal. Vienen ahora a ser reproducidos por primera vez, los originales autógrafos, (con el texto frontal para facilitar la lectura) y presentados en el centenario de su nacimiento, como un «mensaje» de Don Orione a los sacerdotes de hoy y de siempre”. ([5])

Resulta evidente que Don Giuseppe Zambarbieri dio al hermano Don Angelo sólo la segunda parte de los folios sin la primera de ¡Almas, almas!, o porque no creyó oportuno dársela, siendo esta parte muy preciosa, o más probablemente, porque no la tenía y estaba en manos de algún otro. Por esta razón pudo ser dejado para que lo viera el “escrito sobre las cuatro caras” a Don De Luca, en 1943, por “un amigo que quiere permanecer en el anonimato”.

Esas páginas siguieron separadas. Se las encontró juntas en el Archivo Don Orione, cuando Don Giuseppe Zambarbieri, habiendo muerto Ángel, su hermano obispo, el 15 de agosto de 1970, quiso recuperar aquel precioso folio o al menos lo hizo fotografiar para ponerlo a disposición de todos. Una ocasión para conocerlo dignamente se presentó en 1972, año centenario del nacimiento de Don Orione. Aquel año, Don Zambarbieri difundió un fascículo editado de 16 páginas, con el título “Servir en los hombres al Hijo del Hombre” publicando los autógrafos de las páginas llamadas Appunti del 1939, con la colocación en el archivo 57, 104 b-d. ([6]) En el fascículo aparece el texto del autógrafo en una página y en la página de al lado la transcripción dactilográfica. ([7])

Surge la pregunta lógica de por qué no publicó también las páginas del ¡Almas, Almas! (57, 103-104). ¿No las tenía?, ¿No las encontró?

Don Giuseppe Zambarbieri estaba encantado con los Appunti de 1939 de Don Orione que definió como “de rara belleza”. En aquel mismo año 1972, además de publicar aquellos autógrafos, pidió a Fray Filiberto Guala ([8]) un comentario a los famosos Appunti de 1939 para un cuaderno de los Messaggi de Don Orione, el n.10, escribiéndole: “El texto fue recogido por mí en la primavera de 1939. Don Orione había sacado fuera tal vez los frutos de una meditación, y las hojas habían quedado sobre su escritorio por tiempo. Visto que no le servían y que no los usaba, se los había dado como recuerdo a mi hermano Don Ángel, sabiendo que le hubiese gustado tenerlos y que los custodiaría celosamente”. ([9])

Más tarde, en 1974, Don Giuseppe Zambarbieri pidió también a fray Pío Dante Mogni ([10]) el comentario a una sola de las páginas de los Appunti del 1939, la primera, que dice “Abramos a mucha gente… hasta todo viva y llena de Cristo. Don Mogni hizo de ella una exégesis de gran agudeza y comprensión espiritual. ([11])

De la pequeña investigación sobre la historia de este texto que aquí publicamos, parece oportuno concluir que estamos frente a dos unidades de texto claramente distintas, también físicamente, y unidas por el contenido y la colocación en el Archivo. La primera ¡Almas, almas!, volumen 57, 103-104, “de cuatro páginas”, en 1943 fue vista y descrita por Don Giuseppe De Luca y fue conservada y catalogada en el Archivo. La segunda unidad de texto – Appunti del 1939, volumen 57, 104 b-c – fue recogida de la mesa de Don Orione y dada el original a por Don Giuseppe Zambarbieri a Don Ángel, su hermano obispo; fue publicada y comentada por Don Mogni en 1972; de ella se conserva hasta ahora sólo la fotocopia.

Parece cierto que De Luca no tuvo a la vista la segunda parte y Don Zambarbieri no tenía la primera parte, porque ambos sin duda hubiesen publicado el texto completo.

Frente a un texto tan bello e importante, surge espontánea la consideración de que mientras la devoción indiscreta privatizó los dos textos durante un cierto tiempo, fue después la responsabilidad hacia Don Orione la que nos los hizo accesible a todos.

Y ahora leamos el texto completo.

ALMA EUCARISTICA de JOSE MARIA DE ESCRIVÁ




se acercaba al oratorio para hacer una genuflexión, acompañada de una jaculatoria, una comunión espiritual o un acto de adoración

en la soledad de muchas noches, y durante tantas horas del día, podía rezar y trabajar frente a Nuestro Señor.

se recogía en oración unos instantes y renovaba su ardiente deseo de hacerle compañía en todos los Tabernáculos del mundo

se acercaba al oratorio para hacer una genuflexión, acompañada de una jaculatoria, una comunión espiritual o un acto de adoración

Recomendaba a los sacerdotes que hicieran mucha compañía al Santísimo Sacramento. Quería que aumentase en todos esa piedad eucarística

Si estáis pendientes del Señor, y la gente conoce vuestro amor, os preguntará los motivos; y podéis hablar entonces de ese enamoramiento que os tiene que llenar toda la vida

te doy gracias, Dios mío, porque desde joven me has hecho entrever la maravilla del Amor de este misterio de la Eucaristía.

descuido o ligereza en esos actos litúrgicos

su alma eucarística reflejaba también la hondura de su piedad litúrgica.

 Quería que en las acciones litúrgicas se fomentase una piedad honda y doctrinal,

 

Quien posee una alma eucarística no es del mundo, es de Dios

Permanece en estado de gracia siempre, y esto le impulsa a buscar contínuamente cumplir con los deseos del Señor presente en la Eucaristía

 con potente impulso es lanzado a proclamar la gloria del Señor por el mundo.

 Cercanía que hace brotar espontáneamente la alabanza desinteresada del adorador para dar gracias por el don recibido y que también suscita abundantes sentimientos de amor hacia Aquel que infinitamente nos ama

Quien tiene alma eucarística, en su adoración y oracion ante la presencia del Señor en la Eucaristía experimenta la exigencia del silencio y la contemplación. Llega un momento en que las palabras sobran y solo se da una presencia de dos que se aman –

Quien tiene un alma eucarística, después de asombrarse por el misterio amoroso de Cristo Sacramentado, se siente pobre y humilde. Primero se siente atraído por la inmensidad y grandeza del Misterio Eucarístico y después experimenta su pequeñez e impotencia porque verdaderamente la grandeza de Dios es impresionante.

- Quien posee un alma eucarística sabe que el Señor de la Eucaristía es el Resucitado que sigue viviente entre nosotros, para darnos su propia Vida para alimentar nuestra vida y darnos aliento para llevarlo a los demás en un dinamismo evangelizador, para anunciarlo a tiempo y a destiempo entre los demás hombres y mujeres que aún no han descubierto su presencia amorosa en la Eucaristía, como fundamento de la nueva Civilización del Amor.

se encuentra totalmente la Divina Persona del Señor Jesús, con toda su divinidad, con todo su poder y toda su gloria,

 

 Alma. eucarística. y. mariana. La verdadera devoción, según S. Francisco de Sales, «es fuego en invierno y rocío en verano; sabe vivir en la abundancia y sufrir en la pobreza; hace útiles las honras y los menosprecios, acepta el placer y el

La Eucaristía nos da la gracia en el sentido de que la aumenta, porque es el alimento del alma. Así como, para conservarse vivos y para crecer, es necesario comer, del mismo modo, para conservar la vida de la gracia y para crecer en ella, ...

ABAD CARONTI

 

SEPTIEMBRE 12 AL 18 SEGUNDO CAPITULO

También el segundo Capítulo General, celebrado del 12 al 18 de septiembre de 1946 en Tortona, se desarrolló bajo la guía experta del Abad Caronti. En aquella ocasión fue elegido como nuevo Director General Don Carlos Pensa y Don Sterpi fue el primero en besarle la mano, haciendo un acto de homenaje. En septiembre de 1946 la obra preciosa del Abad Caronti se concluía felizmente, sin traumas y con gran regocijo por parte de todos los Hijos de la Divina Providencia. El Visitador Apostólico había cumplido de esta manera su misión y con fecha del 21 de octubre de 1946 remitía oficialmente su mandato a la Santa Sede, después de un servicio que se había iniciado el 7 de julio de 1936 y que continuó durante diez buenos años.

DON ORIONE A LOS DOCENTES

 

Carta de Don Orione a los Docentes

Queridos Docentes, que nuestros alumnos vean en nosotros intenso afán en pro de su verdadero bien, de un porvenir mejor para ellos; vean que somos puntuales, y aprenderán a serlo; que vean en nosotros diligencia, amabilidad, mucha educación, seriedad – nada de liviandades – actividad solícita, junto con dulzura; eficacia, trabajo; que vean que estudiamos, y estudiarán.

¡Si ven que Ustedes, son religiosos y piadosos, cuánto aprenderán a serlos ellos!

¡Si el profesor no se hace esperar, da ejemplo de precisa diligencia a sus alumnos! ¡Si ven que prepara las clases, que siempre está preparado, ellos, a su vez, no perderán tiempo!

¿Quién es el que construye, crea, la escuela?

¡El Maestro! ¿quién forma a los alumnos? ¡El ejemplo del maestro! ¿de quién dependen los resultados de la escuela? En gran medida del maestro. Los jóvenes se fijan más en el ejemplo del profesor, que en sus palabras: es siempre cierto aquello de “las palabras influyen, pero los ejemplos arrastran”

Aprovechar toda ocasión para que la instrucción esté al servicio de la educación y perfeccionamiento moral, para formar al joven en una sólida conciencia católica, educando y reforzando lo mejor del hombre, la voluntad, sede de la virtud.

¡No les encomiendo las máquinas; les encomiendo las almas de los niños y jóvenes, su formación moral, católica e intelectual. Cultiven su espíritu y su mente, eduquen su corazón!

Les costará trabajo, fracasos y sufrimientos, pero vuelvan sus ojos a Cristo y reflexionen que trabajan para Él y con Él, y por la Iglesia; y de Dios recibirán la recompensa. Por otra parte, la misma sabiduría de los hombres enseñan que los más hondos sufrimientos redundan en las alegrías interiores más nobles; pues así como sin agua no reverdece la tierra, del mismo modo, un alma sin lágrimas no florece a los ojos de Dios.

Don Orione