martes, 2 de julio de 2019

MARIO IVALDI NOS CUENTA COMO COMENZÓ EL ORATORIO DE DON ORIONE


El comienzo del Oratorio: Mario Ivaldi nos cuenta como comenzó el oratorio de Don Orione.

“De niño iba con frecuencia, por orden de mi madre, a la sacristía de la catedral de Tortona. A la mañana tempranito, me dirigía allí para servir la santa misa a los distintos canónigos, entre los cuales recuerdo al P. Novelli, al P. Campi y al P. Ratti, que cada tanto me hacían algún regalo. Una mañana temprano -estábamos en el año 1891 y yo tenía entonces doce años- me vino al encuentro en la sacristía un clérigo, con dos ojos negros, penetrantes: era el nuevo custodio, que luego supe que se llamaba Luis Orione, de Pontecurone. Y recibí de inmediato de él,  una medalla y una imagen sacra. Después de haber servido las santas misas, lo ayudé en la limpieza de los altares y la sacristía y, antes de volver a casa, me tomó de la mano y con buenas palabras me llevó a su pequeña habitación situada sobre la catedral, pasando por la escalera que conducía al campanario y al órgano tocado entonces, en las mayores solemnidades, por el maestro Giuseppe Perosi, padre del gran músico el P. Lorenzo. El clérigo Orione sabía por cierto que yo no había desayunado; me dio un huevo duro, de los dos que tenía, un poco de pan, higos secos y, recuerdo muy bien, también una dulce y enorme castaña. Después del desayuno juntos, me hizo decir, de rodillas junto a él, las oraciones, invitándome luego nuevamente, con el permiso de mis padres, a su habitación a la tarde, después de la escuela, pues me ayudaría con las tareas. volví en efecto y, una vez terminado ese trabajo, me llevó de paseo al castillo. Recuerdo que tuve de él una buena impresión y hablé de ello con entusiasmo a mi madre la cual, la mañana siguiente, en la iglesia lo quiso conocer y recibió de regalo de él, por conocerla, una imagen. Lo de mi primer encuentro con Luis Orione era, precisamente, el primer día en el cual él desempeñaba el encargo de la custodia de la catedral. Yo lo escuché con el propósito inmediato de seguirlo, porque su voz caliente y persuasiva, su mirada penetrante, sus sabios consejos encontraron inmediatamente mi plena simpatía. Y desde entonces procuré cualquier ocasión para tener la suerte de verlo de nuevo. Por eso seguí su consejo de ir cada día a tomar clases; y si alguna vez faltaba, venía él a buscarme a casa. Una vez que conocí mejor la gran bondad y aprecié la sinceridad de Luis Orione, no lo abandoné más” (D.O. I, 637 s.). El que escribe así es Mario Ivaldi, el muchacho del encuentro citado anteriormente. Es verdad, a ese encuentro Don Orione mismo le atribuyó más tarde el significado y el valor de un evento importante, como si en él se le hubiese manifestado definitivamente la configuración de una aventura que desde siempre le cantaba en el corazón y en la cual se concentraban desde hacía tiempo, mejor dicho, desde siempre, no pocas ilustraciones superiores y, sobre todo, su incontenible ansia apostólica. Al encuentro y a sus sucesivos incrementos, Luis Orione desde ahora en adelante le dará siempre el significado de fecha de nacimiento de su congregación. Es por esto que las biografías le dan gran relieve, también, con algún embellecimiento fantasioso. El encuentro de la Cuaresma de 1892 tiene fuerza y valor de comienzo definitivo, digamos también “carismático”. Es la semilla puesta en el terreno desde hace tiempo preparado y que, seguramente, dará el fruto. Así, después de mí, otros jóvenes comenzaron a frecuentar la pequeña habitación de Orione, transformándola a medida que pasaba el tiempo en escuela, en gimnasio y en sala de juego; y así se formó el primer núcleo. De allí nació la congregación con cientos de obras desparramadas por todas partes. Pero yo fui el primero, y eso, para mí, es más que un título de nobleza. Lo he hecho anotar expresamente en mi credencial de ex- alumno y me presento a todos con este blasón tan caro para mí” (D.O. I, 64l).
Para reflexionar y compartir juntos: 1. ¿Qué “le dio” Don Orione al niño Mario para generar, en él, esa unión y esas ganas de estar juntos? 2. ¿Cómo te imaginás que habrán empezado a compartir sus oraciones? ¿De qué hablarían en sus charlas? 3. ¿Cuál podría ser el mensaje que esta pequeña historia nos invita a descubrir?

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